Una verdadera vergüenza, a la que ningún movimiento decente quiere acercarse
La Razón
Hace pocos días el presidente del Parlamento del Mercosur, Arlindo Chinaglia Junior, dirigente del Partido de los Trabajadores, que encabezan los expresidentes Lula da Silva y Dilma Rouseff, ha enviado una carta a la canciller Delcy Rodríguez Gómez, exigiéndole el libre desplazamiento del presidente de la Comisión de Asuntos Internacionales y Planeamiento Estratégico, diputado William Daniel Dávila Barrios (AD), tanto en su país de origen, como en los países miembros del Mercado Común del Sur. Por su parte el Partido Socialista de Chile ha exigido a la presidenta Bachelet que impulse la aplicación de la Carta Democrática contra el gobierno anti-democrático de Nicolás Maduro. Posición similar a la asumida por el Frente Amplio (izquierda) en Uruguay.
Un viejo dirigente del Partido Comunista de Brasil, conocido como “Mateo” en la lucha clandestina, al lado del guerrillero Carlos Marighella, contra la dictadura militar, es ahora el canciller de ese país. Se trata de Aloysio Nunes Ferreira, quien ha anunciado que la diplomacia brasileña se encuentra activada en función del regreso de la democracia en Venezuela. Discípulos y colaboradores de Noam Chomsky (Filadelfia, 1928), ícono de la izquierda norteamericana, han comentado el malestar del maestro con la “aberración venezolana”.
Recientemente la Internacional Socialista en Cartagena de Indias, Colombia, emitió un severo pronunciamiento contra el Gobierno venezolano. Igual ocurre con la izquierda venezolana, particularmente la chavista, que se siente avergonzada de Maduro. Igual sentimiento priva en el PCV, PPT, Redes, etcétera. La actual administración se ha convertido en un verdadero desprestigio para la izquierda, que ahora ha comenzado a marcar distancia con la monstruosidad en que se convirtió la llamada “revolución” venezolana.
El espectáculo de los venezolanos huyendo de la crisis humanitaria, el secuestro de los poderes públicos, la corrupción y el narcotráfico enquistados en el alto Gobierno, el desconocimiento del Poder Legislativo, el secuestro de las elecciones y la restricción a los partidos políticos, constituyen una verdadera vergüenza, a la que ningún gobierno decente quiere acercarse.