“El Gobierno ha convertido a las milicias, los paramilitares, y la Fuerza Armada en su nuevo partido de Gobierno”, explica el investigador del Centro de Estudios Políticos de la UCAB
Mónica Duarte
Luego de un mes de protestas, las movilizaciones opositoras parecen haber alcanzado su cumbre de convocatoria en la calle y haber logrado la articulación política de un descontento social que arrastra las huellas de la crisis económica. “A pesar de que existe mucha frustración y de que hay gente que quiere ver el cambio ya, creo que los venezolanos tenemos la madurez política para entender que esta es una lucha de resistencia y no es una lucha por precipitar unos hechos”, afirma Daniel Fermín, sociólogo, profesor universitario e investigador del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello.
Este análisis político lleva a Fermín a asegurar que “se ha cerrado la brecha entre el liderazgo opositor y las aspiraciones populares”. Las jornadas incesantes de marchas, que iniciaron tras las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia que pretendían la disolución de la Asamblea Nacional, han terminado en numerosas muestras de violencia y conflictividad, dejando un saldo de más de 30 personas fallecidas y más de 1.500 detenciones.
El sociólogo explica que, a pesar de que la MUD ha articulado las protestas, el descontento crece más allá de sus filas y son los distintos sectores sociales los que hoy se organizan para manifestarse contra el Gobierno de Nicolás Maduro. “Ya esto no se trata de dos mitades que están en pugna, es un país que casi al unísono le está diciendo al Gobierno que quiere un cambio y quiere que se le permita votar”.
«La MUD sabe que no tiene el monopolio del descontento»
¿Cómo evalúa las protestas que se han presentado desde el mes de abril?
— Lo primero que habría que ver es porqué la gente está protestando, por primera vez en mucho tiempo hay una agenda clara de reivindicaciones, se habla de elecciones libres, de liberación de presos políticos, reconocimiento a la Asamblea Nacional como organismo institucional y apertura de un canal humanitario.
Esas demandas que son concretas distan de ese mensaje abstracto del “Maduro vete ya”, y ese no es un detalle menor porque permite ver que esto no se trata de un agenda insurreccional o golpista, sino que los venezolanos están en la calle reclamando sus derechos. Ya no solo son los derechos materiales, los temas asociados a la escasez, inflación o desabastecimiento de medicinas, sino que se habla de la reivindicación de la democracia y las aspiraciones de vivir en libertad. Y hemos visto manifestaciones concretas de eso, cuando en el Valle el alcalde Jorge Rodríguez fue a repartir bolsas del Clap, la gente lo sacó de allí.
Lo que ha sucedido es que se ha articulado políticamente la protesta social. Entonces, cuando la demanda social adquiere una motivación política, esa demanda busca otro tipo de resultados, la gente no quiere un Clap, quiere que cambie el Gobierno, porque a través del cambio de Gobierno y de políticas se hace posible que no me tenga que llegar ningún Clap porque hay alimentos en la calle.
¿Qué sucede si el Gobierno no cede ante esas solicitudes?
— Para el Gobierno no ceder implica desconocer estas demandas básicas que hoy está haciendo la población y está articulando el liderazgo político. Yo creo que el Gobierno pasó el punto de no retorno, en el sentido de poder lograr que cambios en el Gobierno puedan satisfacer a la población, hoy lo que se está buscando es un cambio de Gobierno. Y la oposición tiene que ser muy cuidadosa en como maneja esas expectativas porque, hasta ahora, alternativas como las elecciones generales no tienen ningún asidero en el marco normativo constitucional venezolano, sería algo que tendría que nacer de una iniciativa extra constitucional que es complicado plantear sin que devenga en frustraciones.
Por otro lado, el liderazgo tiene que ser muy claro en que si están pidiendo elecciones en la calle y las llegan a dar, no puede decir que no las quiere. La oposición tiene que socializar el mensaje según el cual las elecciones son una conquista de la lucha de calle y no una traición. Y que esta lucha tiene que trascender la calle, la calle no puede ser un fin en sí mismo, la calle es un medio.
«El liderazgo tiene que ser muy claro en que si están pidiendo elecciones en la calle y las llegan a dar, no puede decir que no las quiere»
¿Y estas demandas de la población no son muy inmediatistas?
— Allí viene la responsabilidad del liderazgo político. Yo celebro que haya demandas concretas pero existen dos fantasmas de que la oposición tiene que combatir. El primero es el de la violencia, que empieza desde Gobierno con la intención de justificar la represión y cohesionar a las fuerzas internas del chavismo.
En segundo lugar la oposición tiene que saber manejar las expectativas de la gente. Si algo positivo puede salir de llevar casi dos décadas de Gobierno chavista es aprender de los errores del pasado. Hemos visto como hablarle a las gradas, solamente buscando aplausos no trae resultados. Yo creo que la oposición ha madurado pero existen unas altísimas expectativas con esta agenda de lucha, sino se corre el riesgo de generar frustraciones y de verse deslegitimada y mermar la capacidad de convocatoria que está en su mejor momento.
Y si la solución no es inmediata ¿la gente no se va a cansar de protestar?
— Obviamente se corre el riesgo de agotar este formato, pero si tú mantienes metas concretas como ir a las instituciones responsables eso ayuda a que la mentalidad del “todo o nada” no sea la que impere. Hay por supuesto desafíos enormes, el Gobierno está jugando a que la gente se canse y que al cansancio le siga la frustración.
De nuevo, esto no es una marcha sin retorno aquí lo que sea está exigiendo es respeto a la constitución. Y cuando se ven los pronunciamientos de Maduro se puede notar que las protestas ya han hecho mella y han abierto unas diferencias que ya existían. La protesta está logrando que el régimen se tambalee con desafecciones a lo interno. Ya ha tenido que convertir a las milicias, a los paramilitares, y a la Fuerza Armada en su bastión, en su nuevo partido de Gobierno, porque pareciera que la erosión de la popularidad del Psuv es hoy irreversible. Esto es algo que tiene que estar frustrando muchísimo porque están viendo cómo se ha dilapidado la herencia política de Hugo Chávez.
LA OPOSICIÓN DEBE DEMOSTRAR
El año pasado ya hubo varias protestas y movilizaciones de calle que luego acabaron por el inicio del diálogo ¿La oposición ha recuperado esa popularidad y confianza que tenía para “La Toma de Venezuela”?
— Esta jornada de movilización de calle ha permitido un proceso de relegitimación del liderazgo. La gente está viendo a los líderes a su lado, tragando bombas lacrimógenas, teniendo que ser socorridos por la represión del Estado y hasta perseguidos por el Gobierno. Esa conducta de ponerse en primera fila y servir como ejemplo es la conducta de un dirigente.
Ahora, lo que queda más allá de la acción de calle es conducir políticamente lo que viene para que haya un cambio de régimen. La calle puede servir como un instrumento de presión importante para el cambio pero sin duda tienen que haber mecanismos de concreción política. La MUD sabe que no tiene el monopolio del descontento, aunque es la que marca tendencia como la principal fuerza política opositora, le toca ser responsable con sus mensajes y le toca ver como la repercusión política que esto tenga sea bien recibida por la ciudadanía.
Creo que otra de las ventajas que tienen la oposición ante los ojos de la gente es que se les está viendo unidos. Esa unidad, que aún tiene que trascender a la MUD, es esencial para que cuando toque elecciones regionales la oposición pueda reivindicar ese llamado electoral, sin que los acusen de querer solamente unos cargos.
Si este escenario de calle se concreta en unas elecciones o en una nueva mesa de diálogo ¿Qué garantía de confianza se le puede dar a la gente?
— Una mesa de diálogo no es una gente sentándose a tomar café y por fin a hablarse, ni es para ver quien jode más al otro. Un diálogo tiene que tener exigencias concretas y esas exigencias están en el marco de la constitución. Aquí tiene que haber, en primer lugar, un respeto a la voluntad de los 14 millones de venezolanos que votaron por una Asamblea Nacional.
Necesitamos recomponer institucionalmente la República, aquí tenemos un TSJ designado de manera irregular y un CNE que actúa de manera orwelliana, en vez de convocar a elecciones, su misión es impedir que se realicen. Pero, en esa misma línea, ahora le toca a la oposición demostrar que no solo puede sino que sabe ir más allá del diagnóstico y sabe dibujar una propuesta de futuro compartido de país.
«La movilización de calle ha permitido un proceso de relegitimación del liderazgo»
LUCHA NO VIOLENTA
Para esa lucha de calle usted ha hablado de la necesidad de adoptar una estrategia no violenta ¿En qué consiste?
— Protesta no violenta no es lo mismo que protesta pacífica, porque pacífica puede tener una connotación pasiva, y na no violencia se basa en un principio enfocado en la acción. La no violencia descansa en la participación masiva y organizada de las personas y en las ideas de la no cooperación y la disrupción, se trata de ir agotando las fuerzas del régimen para reprimir y en subirle los costos de esta represión.
La no violencia es mucho más efectiva en luchas por un cambio de régimen para abrir las puertas a la democracia. Hay un estudio que demuestra cómo, cuando se trata de cambio de régimen, el 61 % de las protestas fracasan, frente a apenas el 17 % de las protestas no violentas que fracasan. Ese trabajo, de las investigadoras Erica Chenoweth and Maria Stephan, toma en consideración desde 1900 hasta 2006 y también prueba que es justamente contra gobiernos represivos y con alto grado de centralización que la no violencia funciona mejor. Estamos hablando de casos terribles en la historia donde ha habido genocidios como Serbia, Ucrania, Túnez, Filipinas, Sudáfrica y Egipto.
Esas democracias que son resultado de procesos de transición no violentos tienden a ser más duraderas y estables que las democracias que resultan de procesos violentos que dejan heridas abiertas en la población. También la protesta no violenta suele contar en promedio con 150 mil miembros más que la protesta violenta y eso es porque la no violencia baja los costos de participar y eso llama más gente. Esto es importante porque la participación es uno de los elementos claves para que la protesta sea exitosa en la consecución de un cambio. Entonces, lejos de lo que la frustración y la indignación pudieran sugerir, la violencia no es ni de lejos la mejor manera de hacer que un régimen como este se tambalee.
¿Cómo se pueden calificar estas jornada de protesta como no violentas cuando ya hay más de 30 muertos, más de 400 heridos, además de represión y enfrentamientos constantes?
— La violencia está siendo promovida desde las fuerzas del Gobierno para desvirtuar las protestas y poder justificar la represión. Hemos visto episodios de violencia esporádicos en las primeras manifestaciones, sin embargo el llamado político de la protesta ha sido no violento y el comportamiento del grueso de los ciudadanos que están protestando también ha sido no violento. Lo que pasa es que hemos tenido enfrentamientos y saqueos que no forman parte de la agenda política de quienes protestan.
Hay casos que son llamativos, porque un Gobierno que se ha enfocado tanto en reprimir al más mínimo movimiento ciudadano en la calle da luz verde a la hora de permitir saqueos y violencia callejera a tiro limpio. Eso da mucho qué pensar porque, generalmente, la estrategia que tienen los regímenes para combatir la protesta no violenta es manchándola de sangre, y una de las maneras que tiene de hacer eso es infiltrando gente en las manifestaciones.
«la estrategia que tienen los regímenes para combatir la protesta no violenta es manchándola de sangre»
¿Se corre ese riesgo?
— Sí, el peor enemigo para el progreso del país es la violencia. Es el mayor obstáculo que tenemos no solo en las protestas sino en la reconstrucción de la república venezolana. No tengo la duda de que el país que tiene que renacer de todo esto es responsabilidad de todos. Aquí, el gran éxito de la movilización es su carácter no violento pero cuando uno ve como han terminado algunas jornadas, la presencia de la violencia, alarma. Esa violencia solo le conviene a Nicolás Maduro. Por ejemplo, los represores hoy en día son unos chamitos que están pasando por exactamente los mismos problemas que todos, y que están viviendo en un choque de valores, entre la disciplina militar y su propia situación de vida.
ACTUACIÓN PARAMILITAR
Además de los cuerpos de seguridad del Estado se están viendo actuaciones de civiles armados en enfrentamientos ligados a protestas ¿Se puede hablar de una actuación paramilitar en estos casos?
– La fuerza Armada Nacional venezolana tiene una historia muy rica, simbólicamente es el heredero de ese ejercito libertador. Por eso quien es militar de carrera y tienen un sentimiento profundo de orgullo, igual que con las fuerzas policiales, está sintiendo hoy una profunda vergüenza porque se está viendo subordinado expresamente a grupos oficialistas que son parapoliciales y paramilitares. Yo he visto con mis propios ojos cómo ante la presencia de esos grupos la policía se va, tienen la orden de irse porque saben que no pueden actuar contra ellos.
En principio la estrategia que se remonta a los círculos bolivarianos, grupos de choque que hoy ya tienen armamento sofisticado y que son el poder real de diversas partes de la ciudad. La buena noticia dentro de todo eso es que esos grupos representan una ínfima minoría incluso en el Gobierno; el grueso del chavismo no se parece a esa violencia. Esta es una mafia que está mantenida con anuencia del Estado, promovida desde el Gobierno y además fuertemente armada.
Cuando ellos empiezan a estar a cargo de la represión es para que no se le pudiera atribuir al Estado esa violencia, para lavarse las manos de la actuación fuera de la ley, hoy vemos cómo actúan sin cuidar tanto las formas. Eso no hay manera que no genere una profunda vergüenza y resentimiento dentro de los cuerpos militares y policiales. Estos grupos están haciendo el trabajo sucio del Gobierno y lo peligroso de eso es que va a incitar a más violencia. Ellos también tendrán que responder a la justicia.