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Crónicas bolivarianas: Síndrome de Playa Seca

Crónicas bolivarianas: Síndrome de Playa Seca

El “Síndrome de Playa Seca” merodea como un espíritu burlón entre la godarria bolivariana


O.E.

“¡Volver pa’ nuestro pent ¡jau! y palacete playero, en el llamado Litoral Central? ¡ Ni de vaina! ¡Jamás de los jamases!”

La negativa que retumbó en el no menos pent ¡jau! y palacete propiedad de los bolivarianos Yakelíngertrudis y Güilliamsfreddy I, situado en la Lagunita Contrissss Clussses, fue la de Clintonvizquel, el “menorcito” de la familia.

Este último, es el prototipo, tipo y arquetipo del “Hombre Nuevo Bolivariano”.  Un tarajallo de 27 años bien cumplidos, que no pudo trasponer las infranqueables barreras del 3er. grado de educación primaria —infranqueables para, él—  lo que no ha sido óbice para darle una patada a la pobreza, en gavilla con sus amantísimos progenitores, gracias a los negociados con CADIVI, SICAD I, SICAD II,  Pdvsa, DICOM y carburante de alto octanaje, cual un narcosobrino cualquiera.

Prosiguió la retahíla de Clintonvizquel:

— Pa´ la playa ¿Yo? ¿A  ver si cuando estoy surfeando con mi tabla de 50 mil dólares, emerge un submarino, aparece un escuadrón de la DEA y me lleva directo pa’ Sing Sing o para la reinauguración de Alcatraz? ¡Qué va, oh!

El “Síndrome de Playa Seca” merodea como un espíritu burlón entre la godarria bolivariana. Camarados y camarudos, con prontuario, menor, igual o peor, al del mencionado “menorcito”, además de las playas les han cogido ojeriza a piscinas, yacusis, bañeras, incluidas las poncheras para el aseo personal. Inútil convencerlos que a través de tales accesorios no puede salir un comando SWAT enviado por Mr Trump o por Interpol y ¡zas! colocarles los ganchos.

Adiós a los fines de semana en Aruba, islas griegas,  Costa Azul, para hacer mercado y, de paso, darse una zambullida en sus doradas playas. El supuesto mal olor que alguna maledicencia le atribuye a cierta doñita de nuestro servicio exterior no es por lo que creen: es un coletazo  del “Síndrome de Playa Seca”.

¿De qué valen megacuentas en Suiza, Andorra, Baharen si se tiene que  vivir con semejantes paranoias?

Hago tales reflexiones mientras me doy un chapuzón, con mi negra, en la playa oceánica de  Los Caracas.  Viene una ola y gozamos una ola. Vienen dos y gozamos un olón.