El sentimiento antidemocrático, ese espíritu sectario y abusivo, es lo que signa a la propuesta presidencial de hacer una Asamblea Nacional Constituyente inconsulta
La Constituyente, tal como ha sido configurada, es una declaración de guerra. Bajo ningún concepto una Asamblea que pretenda “aniquilar” al otro, como se jactan frente a los micrófonos los defensores de esa propuesta, puede aportar nada a la paz del país; por el contrario, está llamada a convertirse en el detonante de mayores conflictos. Una Constituyente ideada para barrer con el diferente, para perseguir, para imponerse, está muy lejos de convertirse en un pacto de convivencia. Es un engendro que no solo pone en peligro a la Mesa de la Unidad Democrática, a los diputados de la Asamblea Nacional o a la Fiscal General, ahora en desgracia frente al chavismo oficial; la ANC puede ser un arma para purgas internas, para la imposición de caciques y la aniquilación de todo lo que sea distinto a los grupos que finalmente se impongan en una elección que se asemeja más a una votación a lo interno del Psuv que a un verdadero acto que incluya al poder popular, a la fuerza del poder originario venezolano en su más amplio espectro. Está claro que la burocracia es incapaz de gobernar sin el poder absoluto. Nunca en 18 años se ha acostumbrado a ello, y cuando las urnas decretaron en diciembre de 2015, con contundencia, sin espacio para alguna duda, que el Poder Legislativo se convertiría en necesario contrapeso al todo poderoso poder central, encarnado en Maduro y su séquito, la maquinaria cupular se encargó de buscar cuanta triquiñuela existe para imponerse a la fuerza en contra de la voluntad popular. Ese sentimiento antidemocrático, ese espíritu sectario y abusivo es lo que signa a la propuesta presidencial de hacer una Asamblea Nacional Constituyente inconsulta, de espaldas a los venezolanos. Es el último eslabón diseñado por la perversa ingeniería del poder, un decreto de muerte en contra de todo lo que no sea de agrado al cogollo. Unos pocos quieren arrebatar al país todo su capacidad de elegir, de expresarse, aún sabiendo que son una minoría. Venezuela, enorme y gloriosa, buscará las vías para poner freno a la ambición de un grupito que se ha dejado arrastrar por el desespero.