El personal de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana lo aborrece, salvo las excepciones de rigor. Y el resto de la civilidad nacional también
Cipriano Fuentes
¿Qué hace a una persona natural, con poder político o no, evadir la realidad real que lo circunda en el día a día? La respuesta, tal vez, la pueda tener el psicoanálisis o, también, la psiquiatría. Sería un asunto para José Balza —por lo de psicólogo y autor de ficciones— o Jorge Rodríguez Gómez (sí, el alcalde de Caracas) —por lo de psiquiatra y, asimismo, cuentista. Pero, ironías aparte, es sorprendente hasta el cansancio y el fastidio la evasión de los hechos reales —no virtuales, inventados o inexistentes—, puros y duros por parte del ¿compatriota? Nicolás Maduro, aún al frente del deslegitimado, paria internacional y hambreador de la población, régimen madurista; saqueador de casi 500 mil millones de dólares —la tercera parte de los ingresos por concepto de renta petrolera en 15 años, que van de 1999 (primer año de la administración Chávez y 2014 (primer año de la descomunalmente fracasada ¿gestión? de Maduro, tirano sin nacionalidad creíble, ni formación adecuada para ejercer el cargo de primer mandatario de una nación como la venezolana, ni escrúpulos para comprender y discernir los asuntos y temas y tomar decisiones en beneficio de los habitantes de la nación que más héroes proporcionó durante la guerra independentista de la América hispana.
Durante estos últimos días con Maduro tratando de hacer el mayor daño posible a la nación —la totalidad del pueblo— sería por demás conveniente que él pensara en la probabilidad viable de llevar a cabo, si de verdad ama o quiere a Venezuela, de que sea recordado por lo que sería su único conocido acto de grandeza: renunciar a la jefatura de facto del país y así permitir que podamos orientarnos hacia superiores derroteros de la historia cercana y futura en la búsqueda de un grande y mejor Estado. Aunque a largo plazo todos estaremos muertos. El Estado que tenemos con el madurismo oportunista, comunista, traidor, deshonesto, ineficiente, engatusador, expoliador, torturador, legitimador de capitales y coprófago no sirve ni servirá. 80 muertos, la mayoría atribuible a la Guardia y Policía nacionales bolivarianas, pero también al Servicio Bolivariano de Inteligencia, los mal llamados y ubicuos colectivos —paramilitares, así se les conoce en el mundo entero—, de cuyos delitos es, y será, responsable la tiranía en ejercicio fraudulento del poder. Van más de cinco mil detenidos, niños y mujeres asfixiados por los gases lacrimógenos y otras numerosísimas atrocidades y delitos. Todo ello ha ocurrido en tres meses de manifestaciones masivas de la valiente población venezolana.
Váyase, por favor, señor Maduro y dispóngase a responder —la Constitución y la ley mediante— por sus diversas pillerías perpetradas al frente de un país que nunca, jamás, debió tenerlo como mandamás. Cuente sus últimos días en Miraflores y váyase al… (mejor no sigo por allí).
El personal de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana lo aborrece, salvo las excepciones de rigor. Y el resto de la civilidad nacional también. Y usted, señor Maduro, lo sabe y le consta. Permítanos continuar con nuestras vidas de personas libres en una sociedad democrática. No lo seguiremos —ni los militares ni los civiles— en su camino hacia el basurero de la historia, donde se encuentran los tiranosaurios de toda laya. Adiós, señor Maduro, Adiós.
@renglon70