Abstenerse de gozar o alegrarse de la muerte de precursores del partido de gobierno, Judas Iscariote, Al Capone, Pablo Escobar, Manuel Noriega, por nombrar cuatro de los más conspicuos
O.E.
Una de las manifestaciones contra la libertad de expresión que, por pintoresca, llama más la atención de los entendidos en la materia, es la sanción a los empleados públicos por alegrarse cuando Hugo Chávez Frías estiró la pata.
Lo sentenció la Sala Social del TSJ el 6 de este mes. Vecinos, familiares, amigos, peluqueras, banqueros, bodegueros, merecen conocer, para felicitar, a los padres y madres de semejante juris-imprudencia: Marjorie Calderón, Mónica Misticchio, Edgar Gaviria (único lauro de su currículo, ser familia del primer marido de Cilia Flores), Danilo “Peluquín” Mujica y Jesús Manuel Jiménez.
A partir de este index librorum prohibitorum bolivariano, ningún venezolano queda a salvo. Un rufián muerto puede ser más peligroso que vivo, a causa de una risotada atravesada. Si burlarse de tales muertes puede ser fatal, hacer chistes, a costa de enfermedad mortal de uno o varios próceres bolivarianos, puede acarrear sanciones no menos terribles.
— ¿Te enteraste? ¡Los camarados Nico, Diosdedo, El Turquito, Madrino, Malavides, Drogorol, “Audi-La Corniche-Lomas de San Rafael” Rodríguez, Pedro Carroña, Aristóbruto, están gravísimos a causa de la madre de todas las epidemias bolivarianas!
— Ave María Purísima, ¿y qué tienen los suciodichos camarados?
— ¡Cleptomanía compulsiva, con furor de Mesalina! Si los llegan a capturar les sale silla eléctrica.
Aquellos chistes de velatorios —para nosotros de pésimo gusto— quedan proscritos en lo adelante, siempre que el ya cadáver pertenezca al PSUV. Lo que no aclaran los honorables magistrados, sin embargo, es el tiempo de duración de la mencionada prohibición de reír o celebrar a costa del dolor ajeno. Por las dudas, recomendamos a nuestros amables lectores de abstenerse de gozar o alegrarse de la muerte de precursores del partido de gobierno, Judas Iscariote, Al Capone, Pablo Escobar, Manuel Noriega, por nombrar cuatro de los más conspicuos.
Tiempo atrás los venezolanos nos burlamos cuando nos enteramos que, a raíz del fallecimiento del también camarado Kim Jong-il, anterior presidente de Norcorea, fueron encarcelados miles de norcoreanos por no haber llorado lo suficiente. En tiempos del Stalin, quienes no aplaudían con fruición sus interminables discursos eran candidatos a los gulags de Siberia. Apresados, no por no alegrarse, sino por no alegrarse lo suficiente. Los adelantos tardan, pero ya han llegado a Venezuela.
Somos cristianos, católicos, apostólicos y romanos. Por consiguiente, formados en el precepto de no alegrarnos con la desgracia ajena. No lo haremos cuando se haga justicia. Pero tampoco es para que nos caiga tan terrible jurisprudencia, si nos entra un fresquito.