No hacerle juego a las estrategias confrontacionales y potencialmente fratricidas de la polarización PSUV/MUD, es clave
Manuel Isidro Molina
La polarización es una trampa bien estructurada, a conveniencia del PSUV y la MUD. Venezuela no siempre estuvo polarizada; y tampoco ha sido “por culpa de Chávez” ni por otras sandeces que se van repitiendo y teniendo como verdades incontrastables en la política criolla, corrompida, mediocre, cobardona e irresponsable.
Una rápida ojeada a la memoria electoral acumulada en www.cne.gob.ve nos provee datos ciertos para el análisis, a partir de 1958, incluyendo la data del extinto Consejo Supremo Electoral (CSE). Otros elementos referenciales, menos concretos y confiables, son las encuestas de opinión pública, dependiendo de su calidad.
El primer escenario de fuerte tendencia hacia la polarización bipartidista se produjo en las elecciones presidenciales de 1973, siendo sus principales actores fueron Carlos Andrés Pérez (48,7 %) y Lorenzo Fernández (36,70 %%), candidatos de Acción Democrática y COPEI, respectivamente.
Durante las elecciones anteriores, no fue así:
1958 / Rómulo Betancourt, AD (49,18 %), Wolfgang Larrazábal, URD, PCV, MENI (34,61 %), Rafael Caldera, Copei (16,21 %).
1963 / Raúl Leoni, AD (32,81 %), Rafael Caldera, Copei (20,19 %), Jóvito Villalba, URD (18,89 %), Arturo Uslar Pietri, IPFN (16,08 %), Wolfgang Larrazábal, FDP (9,43 %), Raúl Ramos Jiménez, AD-Op (2,29 %), Germán Borregales, MAN (0,32 %).
1968 / Rafael Caldera, Copei (29,13 %), Gonzalo Barrios, AD (28,24 %), Miguel A. Burelli Rivas, URD, FDP, FND (22,22 %), Luis Beltrán Prieto Figueroa, MEP, PRIN, OPINA (19,34 %).
En 1973, como indicamos arriba, comienza a afianzarse la polarización del siglo XX: Carlos Andrés Pérez, AD (48,7 %), Lorenzo Fernández, Copei (36,70 %) y muy por debajo de ambos, estuvieron Jesús A. Paz Gallarraga, MEP (5,07 %), José Vicente Rangel, MAS, MIR (4,26 %), Jóvito Villalba, URD (3,07 %), seguidos por siete candidatos presidenciales más por debajo del 1 % de los votos.
En 1978, el bipartidismo s. XX se afianza: Luis Herrera Campíns, Copei (46,64 %), Luis Piñerúa Ordaz, AD (43,31 %), José Vicente Rangel, MAS (5,18 %), Diego Arria (1,34 %), Luis Beltrán Prieto, MEP (1,12 %) seguidos por otros cinco candidatos con menos del 1 %.
1983, es la primera vez, desde 1958, que un presidente es electo con más de 50 % de los votos válidos. Rómulo Gallegos (AD) fue electo abrumadoramente en 1947, con el 74,47 % de los votos, compitiendo contra Rafael Caldera (22,40 %) y Gustavo Machado, PCV (3,11 %).
Fue Jaime Lusinchi (AD), quien obtuvo 56,72 % de los votos frente a Rafael Caldera (34,54 %), Teodoro Petkoff (4,17 %), José Vicente Rangel (3,34 %) y nueve candidatos más con menos de 1 %. En aquella oportunidad, AD obtuvo mayoría en Senado, Cámara de Diputados, todas las asambleas legislativas y todos los concejos municipales, excepto en tres que dominó Copei.
Carlos Andrés Pérez (AD), en su segundo triunfo, siguió la racha con 52,89 % seguido por Eduardo Fernández, Copei (40,40 %), Teodoro Petkoff (2,71 %) y 21 candidatos más por debajo del 1 %. Sin embargo, la abstención pasó del 12,25 % en 1983, a 18 %, fenómeno que dio un salto en 1993 con 39,84 %.
RUPTURA DEL BIPARTIDISMO
En 1993, el bipartidismo AD-COPEI fue roto con el segundo triunfo de Rafael Caldera (Convergencia, MAS y otras organizaciones menores, descritas como “chiripero”), quien obtuvo 30,46 %, seguido por Claudio Fermín, AD (23,60 %), Oswaldo Álvarez Paz, Copei (22,73 %), Andrés Velásquez, Causa R (21,95 %) y 14 candidatos más por debajo del 1 %.
Los acontecimiento políticos de la época, abrieron camino a un nuevo tablero político:
En 1998, Hugo Chávez Frías, postulado por el Polo Patriótico, obtuvo 56,2 % (MVR 40,17 %, MAS 9 %, PPT 2,19 % y otros menores) contra Henrique Salas Rômer (39,97 %), apoyado por Proyecto Venezuela, AD y Copei; e Irene Sáez (2,82 %). Este fenómeno no puede llamarse “polarización”, porque se trató de una ruptura definitiva del esquema bipartidista iniciado en 1973 y resquebrajado ya en 1983. Nunca hubo “40 años de bipartidismo”, realmente.
Todo ello viene a cuento para la necesaria comprensión de la trampa polarizante de hoy, o cómo dos polos decrecientes, divididos y hasta anarquizados pretenden seguir imponiendo la idea de que son los condueños de una hacienda llamada Venezuela, que han robado, descapitalizado, desmoralizado, corrompido y obturado, miserablemente.
AGOTAMIENTO DEL PSUV
El PSUV sufre el agotamiento de un sistema autoritario y corrupto, cuyo declive puede apreciarse partiendo de la cúspide electoral de Hugo Chávez, en 2006: fue reelecto con 62,82 %. Seis años después, baja al 55,07 %, unos 8 puntos porcentuales menos. Luego de su retiro el 8 de diciembre de 2012 y su muerte el 5 de marzo de 2013, Nicolás Maduro obtiene 50,61 %, 12,21 puntos menos con relación a 2006. Esa brecha en caída se agranda hacia las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, no solo con la masiva pérdida de curules por el sistema electoral mayoritario vigente, sino porque de aquel voto político presidencial del 50,61 % con Maduro, el PSUV sigue cayendo hasta 41 % (Aprox.) de los votos parlamentarios y apenas 55 diputados frente a 112 de la Mesa de Unidad Democrática (MUD).
De 2015 en adelante, entran en juego las encuestas, según las cuales el PSUV se ha asentado en un máximo de 20 % del favoritismo de opinión consultada. Si ese rango se toma como cierto, la caída entre 2006 y 2017 para el PSUV, grosso modo, se ubica en 43 puntos porcentuales, algo realmente catastrófico, si se toma en cuenta el uso y abuso de la imagen del fallecido presidente Hugo Chávez, la simbiosis partido-gobierno, el abuso de poder, la coacción sobre los trabajadores públicos, la corrupción y el uso masivo de los recursos del Estado a favor de esa parcialidad política decadente. Por todo ello es una minoría importante, con pretensión de “mayoría”, especie de añoranza del poder perdido, al cual se aferran psicopáticamente.
ARCHIPIÉLAGO MUD
La MUD no está mejor que el PSUV, a pesar de esa enorme caída del gobierno/PSUV y del poder parlamentario de 2/3 obtenido en 2015, hoy diluido. Su incoherencia ideológica, política y programática es su principal (auto) enemigo, con un liderazgo parcialmente agotado por la enorme acumulación de errores e inconsecuencias, además de la pugnacidad entre dirigentes, partidos, grupos internos en cada partido y grupos fácticos de poder en el ámbito económico y comunicacional. Es una especie de archipiélago político, económico y social que ofrenda oportunidades al oficialismo para mantenerse en pie, no obstante el aturdimiento.
Como continuación de la Coordinadora Democrática que en 2002 derrocó al presidente Chávez y se hundió con el paro petrolero-empresarial de 2002-2003, sus actos irresponsables contra el país, hacen a la MUD corresponsable de la macro crisis actual, aunque sus dirigentes y defensores a ultranza se empecinen en desconocerlo: quieren cantar como gallos, pero la retahíla de fracasos y desmanes que la mayoría les endilga, con toda razón, los ata al caos nacional. Es el otro polo minoritario, que se cree condueño del país, con licencia para estropear la vida cotidiana de la sociedad venezolana, incendiar, destruir y asesinar en nombre de “la libertad”, con una insensatez asombrosa y colmada de un cinismo similar al de los represores y corruptos del gobierno/PSUV.
DESMONTAR LA TRAMPA POLARIZANTE
En medio de tantas dificultades económicas, obturaciones políticas e institucionales, el empobrecimienrto masivo de la población y el agravamiento de la salud pública, el PSUV y la MUD no son referentes útiles para la superación de la macro crisis. La mayoría lo sabe, pero la trampa de la polarización que ambos bandos construyeron limita las opciones alternativas, como la necesidad de pluralizar el país y empinarse por encima de las miserias del bipartidismo del siglo XXI.
No hacerle juego a las estrategias confrontacionales y potencialmente fratricidas de la arrogante polarización PSUV/MUD, es clave. La mayoría de nuestro pueblo no los acompaña en sus esquemas sectarios, violentos e irresponsables.
Desoír las convocatorias del gobierno/PSUV y oposición/MUD, los llevará a sus exactas dimensiones reducidas de hoy. Por eso, abstenerse de votar en las elecciones fraudulentas del 30J para el Asamblea Nacional Constituyente que busca mayor concentración de poder, es tan importante como no participar en el “plebiscito” del 16J que busca legitimar un supuesto “gobierno de unidad nacional” que metería de lleno a Venezuela en una dinámica fratricida demencial, como ocurrió en Libia con el Consejo Nacional de Transición (CNT), el cual dio pie a la intervención financiera, política y militar imperialista que descuartizó a ese país africano petrolero.