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Manuel Malaver: Domingo de primarias

Primarias MUD

Nos espera una lucha de largo aliento, en la que será necesario que tanto la oposición, como el Gobierno, desplieguen sus mejores recursos y capacidades


Manuel Malaver

La MUD no las tiene nada fácil en las elecciones primarias convocadas para hoy domingo, pues, de un lado, debe convencer a un nutrido sector opositor abstencionista que las elecciones son el camino y la violencia es una pérdida de tiempo y vidas, y del otro, a grupos radicales oficialistas de que, cuentan con los votos suficientes cómo para volver a tomar la calle si se hace inevitable.

Tiene, entonces, que depender de la capacidad de los partidos “participacionistas” para llevar electores a las mesas, y en cantidades que, si bien no alcancen los siete millones y medio del 6 de diciembre del 2015 y del 16 de julio pasado, sí se les aproxime como para afirmar que su capital político se mantiene intacto.

En caso contrario, no queda sino decir que los primeros que se les vendrán encima serán los grupos y líderes de la llamada “Resistencia” que sostendrán que “el tiempo” de la MUD ya pasó y se debe disolver para que una nueva generación opositora sí cumpla la promesa en la que falló la alianza de partidos que se retiraría con un average de 500 puntos.

En cuanto al Gobierno, las ganancias por un fracaso de la MUD hoy domingo en las primarias, y en la fecha en se realicen las regionales, también podrían cotizarse a precios de oro, pues, de un lado, se haría realidad la desaparición de la Asamblea Nacional, y del otro, se anularían, neutralizaría o destituirían sin muchos costos a los gobernadores opositores electos.

Quedaría el tema de que, desaparecida la MUD, Maduro enfrentaría a una oposición radicalizada que no entendería otro lenguaje que el de la confrontación y la guerra y que, ya demostró en las jornadas de los meses de abril a julio pasados, que tiene cómo hacerlo, e incluso, con la expectativa de producirle daños irreparables al régimen.

Quiere decir que, si Maduro tuviera a su lado operadores de los que conciben la política como una partida de ajedrez y no como un ring de boxeo, estaría ahora apostando a un éxito de la MUD en las regionales que le permitiera quitarle espacios y oxígeno a la Resistencia, mientras se crean las condiciones para que la batalla final entre democracia y dictadura se traslade a las presidenciales del 2018.

Pero no es lo que piensan Raúl Castro y quienes le siguen línea en Cuba y Venezuela, gente del tipo Ramiro Valdez, Díaz Canel, Maduro, Cabello y Padrino López, los cuales juegan, a una derrota catastrófica de la MUD en las regionales para pasar después, este mismo año, a enfrentar y derrotar a la Resistencia en la calle.

De qué sombrero sacan estos señores de la guerra cubano-venezolanos estos escenarios y, lo que es más asombroso, estos resultados, es difícil de averiguar, aunque no hay dudas que el “voluntarismo” de los Castro, más la ingenuidad de sus seguidores criollos, será decisiva para que se lleven la sorpresa de que, de repente, la MUD no salga tan mal parada de las primarias y las regionales y de que, aunque las pierda, siga contando con apoyos en la Resistencia como para regresar a la forma de lucha que abandonó por entregarse a la improbabilidad de las “electoreras”.

Que si bien, puede verse también como un “voluntarismo” a la cubana pero el revés, si tiene bases para confiar en la tendencia del venezolano a ver las elecciones como la forma fundamental de solución de los conflictos políticos y en tener una “cultura electoral” que le hace relativamente fácil y cordial esta forma de participación.

Los resultados del 6D del 2015 y del 16J estarían a la mano para demostrarlo, así como la pasión con que se tomó el referendo revocatorio cuando la MUD concluyó que era la fórmula política más expedita para ponerle fin a la dictadura.

Ahora bien, entre el 6D del 2015, y aún entre 16J y las regionales que presuntamente se celebrarán el próximo 15 de octubre, ha corrido mucha agua bajo los puentes y habría que ver si dentro de un mes hay la misma disposición para validar la tesis de Henry Ramos y Henrique Capriles de que el venezolano es, en política, esencialmente “electorero”.

Tesis que, hasta ahora, solo ha sido desmentida por opinadores abstencionistas que, desde diversos ángulos, han criticado la participación pero sin que, como escribiera recientemente el historiador, Elías Pino Iturrieta, se haya visto una sola movilización, donde, quienes condenan el electoralismo, validaran su posición política de la única forma que podrían hacerlo: en la calle.

Bien está que, en lo que se refiere a la campaña electoral en sí, de los cientos y más precandidatos que se promocionan para las primarias, tampoco se han visto grandes manifestaciones pero así y todo, la gente se moviliza para votar y no para decir que va a votar.

En todo caso, las primarias, más los resultados de la regionales, podrían terminar diciendo lo mismo que se ha dicho en todas las elecciones que se han realizado desde el inicio de la “dictadura electoralista” en 1999: Venezuela está profundamente dividida, la lucha por decidir si al final se impondrán civiles o militares, demócratas o dictadores, capitalistas o socialistas, aún continúa y visualizar una solución aun parece que requiere tiempo y acciones.

Es la continuidad de la que he llamado “la guerra civil del Siglo XXI”, de la cual, las jornadas de abril, el fraude de la elección de la ANC y la elección de gobernadores -independientemente de sus resultados-, son algunos de sus episodios y que no tienen por qué detenerse o apaciguarse, sino continuar en la espiral que no conducirá sino a un final: el final de la dictadura marxista y totalitaria en Venezuela.

Para reforzar mis predicciones no tendría sino que referirme a la amenaza que le lanzó Maduro a la oposición, en el sentido de que, “gobernador electo opositor que no se someta a la ANC debe ser sustituido” y que, si bien no va desestimular la participación de los partidos y candidatos de la MUD en las regionales, sí los alerta para que se preparen para una batalla cuyo resultado puede diagnosticarse pero no su naturaleza y características.

Y éste, el gran desiderátum que veremos desplegar este domingo y hasta el día que se realicen las regionales que, en ningún sentido introducirá cambios importantes en la estructura del poder, pero si en las opciones que tendrán Gobierno y oposición en los choques que serán el pan de cada día a partir de entonces.

Lo que se juega en las primarias de este domingo, entonces, si bien es importante para evaluar la fuerza con que cuenta cada partido y sus candidatos, lo es mucho más para establecer la capacidad global con que cuenta la oposición en lo que se refiere a los retos que le planteará Maduro al otro día que se conozcan los resultados.

No será nada distinto a los escenarios que se han venido sucediendo desde 1999, año iniciático de la revolución castrochavista, pero sí cargados de una radicalidad que en muy poco se diferenciará de una guerra civil de baja o mediana intensidad.

En otras palabras que, nos espera una lucha de largo aliento, una en la cual será necesario que tanto la oposición, como el Gobierno, desplieguen sus mejores recursos y capacidades, de cuyo impacto saltarán toda clase de esquirlas y fragmentaciones en la acumulación de la energía que se requiere para que Venezuela escape a la catástrofe humanitaria que la destruye.

Y frente a la cual se debe actuar sin prejuicios, desechando principios que algunas veces pasaron por dogmas del ordenamiento jurídico internacional, pero que fueron aprovechados por los neototalitarios socialistas para asaltar los sistemas democráticos e irlos mutilando, destruyéndolos según una seudodemocracia de jure, devino en una dictadura de facto.

En otras palabras que, principios como la “no intervención” y la “soberanía nacional” no deben ser impedimento para que la democracia venezolana sea recuperada y por la unión de los demócratas venezolanos con sus pares extranjeros.

Que si en toda circunstancia no pueden divorciar los medios democráticos de los fines democráticos, tampoco pueden permitir que una tiranía los destruye postulando normas que no cumple.