No resultó cierto el principio ramista de que las elecciones se perdían porque en las mesas no habían testigos que vigilaran y contaran los votos
Manuel Malaver
Pienso que quedó tatuada para la historia más entrañable de Venezuela la imagen de las 11 de la mañana del día martes pasado, cuando, cuatro gobernadores de Acción Democrática electos en los comicios regionales del domingo, decidieron “subordinarse y juramentarse” ante la ANC en un acto que presidía la inclasificable e impresentable, Delcy Rodríguez.
Y no era que no existieran rumores -e incluso pruebas- de que los recién ungidos funcionarios se doblarían con armas y bagajes a los “destructores de Venezuela”, sino que, aun ante las más inobjetables evidencias, la más prevenida conciencia democrática lo consideraba imposible.
Al respecto, quiero recordar la respuesta del candidato a gobernador adeco por el Estado Falcón, Eliezer Sirit, a una pregunta que le formuló un entrevistador de un canal de televisión privado (no independiente) sobre si en caso de resultar favorecido se sometería a la ANC y que despachó con un: “Claro que sí, el poder constituido y el poder constituyente deben trabajar juntos por el bien del país y lo más indicado es que regularicen sus relaciones”.
Pero más alarmantes resultaron las declaraciones que, al día otro de cometerse el segundo fraude electoral más escandaloso de la historia en exactamente dos meses y medio (auténtico récord para dictaduras marxistas y neomarxistas de todos tiempos y países), del vicepresidente de AD, el abogado e historiador, Antonio Ecarri, quien, entre sedas y encajes, deslizó que sí, que los gobernadores electos para ejercer sus mandatos, tendrían que retrasarse en la ANC.
Es necesario subrayar, sin embargo, que el villano de esta película empezó a lucir, desde que en la pantalla desfilaron su título (“Por un puñado de gobernaciones”), los protagonistas, los actores secundarios, el guionista, el productor y el director, el Secretario General de AD, Henry Ramos Allup, el cual, ya se había ganado un Oscar a la ingenuidad cuando, el 2 de agosto, en el mismo canal, en el mismo programa y con el mismo entrevistador que recibió la confesión de Sirit, proclamó que “él si se iba para las regionales, que había que olvidarse de guarimbas y otros berrinches que habían fracaso y concentrarse en la única estrategia que le había dado resultado a la oposición: la electoral”.
En otras palabras que, una apuesta exagerada y desesperada ya que, sin que nadie se lo estuviera pidiendo, Ramos, ponía todos los huevos en la canasta de que Maduro realizara las elecciones, él se alzara con la mayoría o un grupo importante de gobernaciones, y, lo más fuera de contexto, que el CNE respetara los resultados.
Quiere decir que, si Henry Ramos se convirtió al otro día de cometerse el segundo fraude más escandaloso de la historia, en el “Gran Culpable”, no fue porque nadie lo buscó como chivo expiatorio, sino porque él mismo puso su cabeza en la piedra sacrifical.
Pero no debió ser así, ya que Henry Ramos no fue solo a las regionales sino que, al contrario, su proposición electoral fue recibida con vítores por la oposición democrática, la cual, lo acompañó a abandonar la calle y secundarlo en una aventura que, políticos menos despistados por espejismos, hubieran desechado por criminosos.
Y aquí no hay sino preguntarse por qué “Voluntad Popular” de Leopoldo López y “Primero Justicia” de Julio Borges, echaron por la borda la gesta popular más exitosa en la que habían participado hasta entonces, para correr tras un fraude que, incluso, voceros del castromadurismo han voceado en los últimos días “estaba cantado”.
La respuesta, desde luego, no puede ser sino una: ni “Primero Justicia”, ni “Voluntad Popular” -y mucho menos, AD, UNT y “Avanzada Progresista”-, creyeron en la calle, en la Resistencia, en los miles de combatientes que se desparramaron por todo el país como la fuerza apropiada para derrotar a la dictadura, solo los usaron para obligar a Maduro a negociar, a dialogar, a llegar a un entendimiento que regularizara la conflictividad del país y la desplazara hacia aquellos eventos electorales, donde, bien en las regionales, las municipales y las presidenciales, el país cambiara concertadamente de manos.
Igual ocurre con la presión internacional, cuyos dispositivos se evita, calculadamente, puedan provocar el colapso inevitable e irremisible del dictador.
El problema es que el castrochavismo, ni siquiera en sus orígenes más primigenios -y menos ahora cuando jueces y policías antinarcóticos y antiterroristas globales los buscan por todo el mundo-, se planteó otro salida del poder que no sea por la fuerza y espera asustada pero de pie, cualquier ofensiva de afuera o de dentro que intente sacarla de Miraflores.
Por eso con Ramos, sale también de la MUD su paradigma de que, dictadura no sale con balas sino con votos, pues una vez perdido el control de la maquinaria electoral, tal como se demostró el 6-D del 2015, el gobierno sobrevivirá a fuerza de fraudes y, si los fraudes no son suficientes, de balas.
Tampoco resultó cierto el principio ramista de que las elecciones se perdían porque en las mesas no habían testigos que vigilaran y contaran los votos, porque el domingo pasado se vigilaron y contaro,. ¿y?
De modo que, la UNIDAD, o lo que queda de ella, tiene en estos momentos un imperativo inescapable: desprenderse de Henry Ramos y sus doctrinas a como dé lugar, pues de trata de un perdedor que, además, se ha revelado como un competidor de poco juicio que, entre otras fantasías, alimenta la muy peligrosa de ser candidato en las presidenciales del 2018, generando todos los desórdenes y desatinos que puede desatar una aspiración tan psicótica, como desequilibrada.
Pero, ¿será tan fácil? Una vez que pasen las primeras semanas del “juramentazo” y tomen su carril las elecciones para Alcaldes que ya fueron anunciadas para diciembre de este año y los cuatro gobernadores adecos puedan ejercer sus mandatos sin excesivas perturbaciones ¿será tan fácil?
Hasta este momento, es notable que Ramos no haya respondido con el incensiario verbal que lo caracteriza a los ataques directos de Capriles y de Juan Pablo Guanipa y a los indirectos de Freddy Guevara y David Smolansky y, muy reposadamente, pareciera esperar por días mejores para establecer una estrategia.
Por ahora, sin embargo, soltó una frase memorable que cabe elucidar, digerir y rebobinar: la crisis por la juramentación de los gobernadores adecos en la ANC, es la consecuencia de una crisis más grande, incendiaria y explosiva en el seno de la MUD.
Y otra vez vuelve a tener razón, si se refiere a la alianza que trenzó con “Voluntad Popular” al otra día de realizarse las parlamentarias del 6-D del 2015, para evitar que Julio Borges pudiera ser el ganador de aquella batalla y, con los votos de VP, aquel representante de la vieja política, se convirtiera en el comandante en jefe de la nueva.
Entente que, también fue fundamental para que el “Referendo Revocatorio”, que era un invento de Capriles y solo favorecía al excandidato presidencial, fuera abortado con el intento de diálogo de Punta Cana, y con el que si fue efectivo, y terminó en un colosal fracaso que, podemos llamar el de la Rinconada y así, en diversas iniciativas como la medida de casa por cárcel a Leopoldo López en la que, sabemos, jugó un papel de primer orden gente muy cercana a Ramos como Timoteo Zambrano y Manuel Rosales.
Pero es posible que con su frase sobre la crisis actual de la MUD, Ramos, hable sobre todo de los sucesos de se desencadenaron de abril a julio y que encontraron en la calle a los partidos de la Unidad, pero sin que todos jugaran el mismo papel, pues hubo algunos que apostaron al fracaso de la Resistencia para irse a las regionales y hubo los que, simplemente, esperaron el fracaso de las Regionales para ponerle fin a la carrera de un político en el que terminaron desconfiando hasta sus aliados más cercanos como UNT y “Avanzada Progresista”.
Entre los últimos puede estar “Primero Justicia”, cuyos líderes le están pasando todas las facturas posibles a Ramos, mientras tratan de convencer a “Voluntad Popular”, “Vente Venezuela” “Alianza un Bravo Pueblo” y la Resistencia de que, el futuro está en una nueva Unidad, pero sin el “zorro viejo”, del que dice el historiador Elías Pino Iturrieta que el “único problema que tiene es que se ha vuelto viejo”.