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Manuel Malaver: Las regionales o el camino más corto para volver a la calle

Regionales

Desde ya podemos anotar que Ramos Allup estaría “sensibilizado” para aceptar cualquier diálogo o negociación con la dictadura


Manuel Malaver

No se perciben signos de que, después de la contundente derrota que sin duda recibirá Maduro en las elecciones regionales de mañana domingo, vaya a sacar la bandera blanca y a llamar a la oposición a una suerte de diálogo o negociación, en la cual, admita el nuevo mapa político nacional, pero a cambio que se reconozca la constitucionalidad de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y se le permita sobrevivir hasta las elecciones presidenciales del 2018, cuando termina su mandato.

Todo lo contrario, la línea dura para perturbar el proceso, e incluso para no aceptar los resultados, quedó clara en la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de cambiar hasta 274 direcciones de centros que afectan a 500.000 electores y en una declaración de Maduro de mediados de semana, según la cual, la “ANC había decidido que a los gobernadores opositores ganadores no se les reconocería su elección, a menos que se subordinen a su reconocimiento”.

Pero no hablamos sino de minucias, ya que los principales problemas, los violentos, podrían surgir el mismo día de la elección, el domingo, cuando, no es descartable que bandas armadas de militares y paramilitares, se lancen a las calle a disuadir a la gente a no votar o hagan presencia en los propios centros de votación, provocando y presionando para que los votantes se retiren y no ejerzan sus derechos.

Todo lo que no hemos visto en la campaña, en fin, cuando la represión contra los candidatos opositores y sus equipos casi no se ha hecho sentir y ha surgido la impresión peligrosa que, de igual manera, el acto de votar y el recuento de los votos no serán boicoteados.

Por tanto, no sería descartable que las baterías oficialistas no se disparen sino a partir del lunes, cuando la dictadura se reencuentre frente a una derrota catastrófica y a tener que admitir otra vez, y en menos de dos años, que es una minoría írrita y que solo por el ejercicio fuerte y sin límites de la violencia, puede aspirar a someter del país.

En este sentido, ninguna incógnita más importante a despejar que la capacidad de Maduro para mantenerse en el poder en los próximos meses, con un mapa político donde la oposición gobernaría en 15 o más estados, e instituciones, presupuestos, burocracias y fuerzas del orden actuarían para debilitarlo y fortalecer a sus enemigos.

Sin duda, la peor coyuntura que le ha tocado en sus cuatro años de mal gobierno, deslizándose hacia un punto donde mantenerse sin resistir le resultaría totalmente imposible, y por tanto, buscando abrigo en la sola estrategia que le permitiría ganar tiempo y esperar por tiempos mejores.

Ella no es otra que la negociación a través del diálogo que, según él, sigue esperando por sus participantes en República Dominicana, que no ha sido negada de manera absoluta por la oposición y que, en un nuevo escenario donde la dictadura militarista retrocede y la Unidad se empina, se verá como la última posibilidad de salvar al país de la catástrofe de la guerra civil.

En cuanto a la oposición, es evidente que no va reaccionar “unida” ante la insistencia de Maduro y algunos países la comunidad internacional de reanudar el diálogo, pues dependiendo del número de gobernaciones obtenidas en las elecciones, habrá mayor o menor disposición a dialogar y negociar.

A este respecto, habría que estar pendientes del número de gobernaciones que ganaría Acción Democrática, el partido del cual es secretario general, Henry Ramos Allup, quien ha dicho sostenidamente que, si se gana de manera apabullante en las regionales, habría que seguir la partida hacia las elecciones de alcaldes y presidenciales el próximo año, que también se ganarán.

En otras palabras que, desde ya podemos anotar que Ramos Allup estaría “sensibilizado” para aceptar cualquier diálogo o negociación con la dictadura, porque cree que es parte de los tramos para arribar al bien supremo de las presidenciales, donde, cree que será el candidato unitario de la oposición.

Pero Julio Borges, presidente de “Primero Justicia”, y Leopoldo López, secretario general de “Voluntad Popular”, podrían discrepar de Ramos en lo referente al diálogo, y lejos de estar inclinados a participar en el mismo, es posible que ya no lo tengan como una opción y se propongan ir más bien a la confrontación final.

En ello coincidirían con gobiernos de la región, como el de Estados Unidos, México, Colombia, Perú y Paraguay, partidarios de que el rescate de la democracia en Venezuela tenga un plazo y no sea condenada a perderse en “postergaciones”, como las que estilan los comunistas, expertos en perpetuarse en el poder por las vías que sean.

Todo lo cual nos llevaría a la conclusión de que, si las regionales conducirían, de un lado, a unos resultados catastróficos para el Gobierno al perder la mayoría de las gobernaciones, de otro, le proporcionaría el “bien supremo” de la división opositora, una parte de la cual pasaría casi a formar parte del Gobierno.

Pero todo ello, en un escenario en el que, como dijimos al comienzo, Maduro con 15 o más gobernaciones perdidas, opte otra vez por un diálogo que podría resultar atractivo para aquellos líderes opositores que hayan salido de los más favorecidos en la ruleta electoral.

Lo cual no tendría por qué ser el eje de su política después del domingo si gana 7, 8, 9 o 10 gobernaciones que le permitirían decir que sigue siendo la segunda fuerza electoral y como avalada por su legitimidad de origen, puede proponerse, no dialogar sino confrontar.

Al efecto, no le quedaría otra política que fortalecer la administración de sus gobernadores, debilitar a las opositores negándoles todo tipo de recursos y manteniendo sin variaciones la actual política económica que, ya sabemos, ha sido implementada según la receta cubana que a más hambre, miseria y ruina, más apoyo a la dictadura.

En otras palabras que, volveríamos encontrarnos con una situación a la que precedió los sucesos a abril a julio de este año, y en la cual, Gobierno y oposición buscaron dirimir en las calles lo que, por otras vías, se veía imposible solucionar.

Ahora, con nuevas ventajas para la oposición, nuevos poderes y nuevas armas, como son la mayoría de las gobernaciones, la demostración de que su apoyo electoral se mantiene intacto y puede usarlo en una coyuntura internacional donde ya, hasta los apoyos de Cuba y Bolivia, le son dudosos a Maduro.

Por su parte, la oposición podría esgrimir ahora con más fuerza el argumento que en todas las circunstancias se ha planteado una salida pacífica, electoral y constitucional, pero ante la negativa de un Gobierno que prefiere recurrir a la fuerza antes que someterse al mandato de la Carta Magna que lo obliga a aceptar la decisión de las mayorías.

Una situación realmente “al límite” de Maduro y sus generales que, ya precipitados por un default, seguramente con sanciones económicas de la comunidad internacional, expulsado de la OEA y un juicio en la Corte Penal Internacional de La Haya por crímenes de lesa humanidad, estaría en la situación de un Kim Jong-Un tropical, el dictador de Corea del Norte que, solo espera por una acción de la comunidad internacional para poner fin a su mandato.

Y una reacción de la calle que, habría esperado, no por el fracaso de los resultados en las elecciones regionales, sino por la imposibilidad de que ganadores y perdedores se avengan a otra salida que no sea la confrontación, para mostrar de nuevo su poder y contribuir de manera decisiva a que los venezolanos le pongan fin a la dictadura.