De Nueva York a la cárcel de Tocorón, el viaje podría ser muy corto. Basta firmar un punto de cuenta
Jesús Silva R.
El rictus de amargura en la cara del corrupto fue de telenovela el día que fue removido de su trono petrolero mafioso. Su característica lengua de trapo le impidió decir nada, salvo una mueca. En efecto, cuando un Don Corleone controla una corporación por más de una década, se cree inamovible. La amargura de aquel momento se ha convertido en odio y sed de revancha contra quienes con justicia lo removieron, así lo delatan sus escrituras en la web, desde donde se victimiza y dispara insinuaciones calumniosas contra la honorabilidad de quienes encabezan una Revolución.
De 2010 a 2014 fui asesor político de la Presidencia de Petróleos de Venezuela en el edificio principal de La Campiña en Caracas. Y renuncié por diferencias políticas irreconciliables con miembros de la cúpula más íntima de quien la gobernaba. Nadie me va a contar historias embellecedoras de esa reformista mafia interna, mucho menos en nombre del Comandante Eterno Hugo Chávez. Mencionar a ese gigante les queda grande.
La única verdad de PDVSA es que fue rescatada parcialmente en 2002 porque una mafia agresiva fue expulsada de su directiva. Pero sobrevivió otra mafia adentro, más inteligente y por lo tanto consciente de que no debía presentarle batalla frontal al gobierno sino matarlo por la espalda. Esa mafia es blanca, racista, ojos azules y con antepasados europeos, esa mafia odia al pueblo mestizo de Venezuela y hace negocios ocultos con el oro negro de la Patria Bolivariana favoreciendo a potencias imperialistas del primer mundo.
Desde Nueva York es fácil hablar de Marx y de Lenin, de Chávez y Fidel, como también fue fácil alentar una estructura infiltrada de saboteadores para tumbar la producción petrolera venezolana a menos de dos millones de barriles diarios y complacer poderes externos que en paralelo financiaron el terrorismo guarimbero de 2017.
De Nueva York a la cárcel de Tocorón, el viaje podría ser muy corto. Basta firmar un punto de cuenta. Es hora ya de mencionar nombre y apellido del gran traidor de PDVSA. ¿Quién lanza la primera piedra? Eulogio del Pino y Nelson Martínez, ambos ex presidentes de PDVSA, ya cayeron presos por corrupción. Diga usted si alguien falta.
Por otra parte, respecto a los boliburgueses que gozaban la «dolce vita» en CITGO. Luce conveniente advertir que ningún venezolano con doble nacionalidad, ni mucho menos un extranjero puede ser presidente de compañías del Estado porque puede favorecer a otro país y perjudicar a Venezuela. Este problema se llama conflicto de intereses, cuando representas a una parte o país en un cargo pero al mismo tiempo creas nexos con otro y esto afecta tu compromiso con tu país natal.
Ex jefes de CITGO, por convertirse en gringos reencauchados deben permanecer presos y ser interrogados en el Helicoide. Se trata de una norma de soberanía y seguridad de Estado que pertenece al sentido común por ello es delictivo el caso de estos altos ejecutivos venezolanos de CITGO que luego se nacionalizaron como estadounidenses y portaban doble nacionalidad en contradicción al principio de probidad y lealtad con su país de origen así como la empresa estatal que representaban.
En la próxima Constitución de Venezuela cuyo proyecto lo redacta actualmente la Asamblea Constituyente es necesario establecer bases muy claras que hagan obligatorio que sea únicamente venezolano aquel que represente a compañías públicas estratégicas del Estado, tales como petróleo, recursos energéticos, ministerios, telecomunicaciones y canales de televisión, entre otros. Y si esta norma es violada, la pena debe ser treinta años de prisión.
Este marco jurídico nacionalista es aplicado ya en gran parte de los países del mundo que cuidan adecuadamente su soberanía frente a infiltrados, dobles agentes, espías y demás rufianes que se disfrazan de revolucionarios, visten de rojo y reproducen hipócritamente la retórica socialista con la finalidad de permanecer dentro de la burocracia para sabotear pero sobre todo para saciar su sed de poder y privilegios.
Los chavistas de a pie (honestos y con altísimas credenciales curriculares) arriesgamos la vida sin pedir nada y lo que hacen es perseguirnos desde adentro, mientras que delincuentes (profesionales mediocres pero talentosos jalamecates) se disfrazan de revolucionarios (como los ex magnates de PDVSA y CITGO) y roban a Venezuela. Basta ya.