La revolución podrá oxigenar a un candidato opositor paralelo que divida los votos del enemigo
Jesús Silva R.
La revolución no necesita declarar una dictadura, le basta con mantener a la oposición bajo control y eliminar a los partidos que violen la ley o causen perturbación violenta; así se garantizará que el régimen de la felicidad socialista dure para siempre.
Divisionistas, disidentes, traidores, exchavistas, renegados, tránsfugas y ególatras que se creen presidenciables serán aplastados políticamente y ajusticiados penalmente si existieren méritos para ello.
Sólo debe permitir una dosis suficiente de libertad, no muy pequeña porque violaría derechos humanos, pero no muy grande porque sería aprovechado por el enemigo para sabotear a la revolución.
Así actúan las potencias “democráticas” del primer mundo para defender su modelo aunque no lo digan. Si permitieran el libertinaje, hoy Osama Bin Laden estaría vivo y autorizado para marchar “pacíficamente” con sus “guarimberos” hasta la Casa Blanca.
Por la fuerza de la Constitución, habrá más gente presa e inhabilitada, y todo el que copie sus delitos correrá la misma suerte; porque la revolución luchará contra terroristas y no se dejará chantajear con la mentira de que son “presos políticos”.
De igual modo, todos los mini partidos de maletín que no tienen pueblo para renovarse quedarán autodisueltos. Ciertamente a la revolución no le convienen votos dispersos ni “aliados divisionistas” y por ello necesita un sólo partido, el PSUV, donde sus votos se concentren dentro de una misma tarjeta a fin de beneficiarse electoralmente del método D’Hont y la economía del voto a ganador.
Si como resultado de todo esto surge un escenario electoral favorable o ventajoso para la revolución, esta lo aprovechará sin complejos porque sólo los idiotas trabajan para darle ventajas o victorias a sus enemigos. Habiendo el PSUV ganado tres elecciones en 2017, es evidente que los idiotas son los contrarrevolucionarios.
Si la oposición se hunde y no tiene más remedio que lanzar a un candidato presidencial mediocre en 2018, por ejemplo, un grosero anciano detestado por la juventud venezolana o algún bruto de voz engolada que finge representar a una izquierda disidente; la revolución les seguirá el juego en ese show y derrotará a cualquiera para así cubrirse con un barniz democrático frente a los ojos del mundo.
Adicionalmente, la revolución podrá oxigenar a un candidato opositor paralelo que divida los votos del enemigo, y así asegurarse el triunfo, porque en la guerra y en elecciones eso vale. Para tales fines pudiera escoger a un líder opositor excarcelado que esté bajo régimen penal de presentación y éste recibirá nuestro visto bueno clandestinamente.
Si luego de estos acontecimientos, alguien dice que se ha copiado el modelo o arquitectura electoral de Nicaragua (que nuestros enemigos califican como desigual), no importa, la verdad de la revolución será siempre que nuestro modelo es el mejor del planeta.
A diferencia del Sandinismo, está revolución no se dejará tumbar por asesinos en nombre del “juego democrático” ni cree en la tesis boba de que debe retirarse del poder para reflexionar y luego intentar volver a ser gobierno en el futuro.
Para la revolución perder el poder es morir, por lo tanto el poder es ahora y para siempre, es patria o muerte. Más nada ni más nadie. No hay término medio. El diálogo nunca será para capitulaciones ni para pactar retrocesos.
Contra la revolución sólo podrá sobrevivir una oposición respetuosa de la ley, pacífica, tolerante y que acepte ser siempre oposición sin planes de asaltar la Presidencia. A ella se le permitirá alcanzar una cuota de poder si el pueblo la apoya, y podrá ejercerlo siempre que no atente contra la revolución.
Por el contrario, una oposición guarimbera, terrorista, vendepatria y arrogante será siempre frenada por la revolución mediante un régimen constitucional poderoso e inclusive las armas cuando fuere necesario.
Subrayo, no hace falta matar opositores, ni torturarlos, ni desaparecerlos como hacían los gobiernos de la Cuarta República en contra de nuestros combatientes izquierdistas; hoy es suficiente aplicar todo el peso de la ley. Por lo tanto, delitos y faltas serán castigados legalmente sin excepción.