La candidatura presidencial del Gobierno puede perfectamente ser derrotada, aun si la abstención electoral fuera de un 25 por ciento de los votantes
Luis Fuenmayor Toro
No hubo ninguna sorpresa en los resultados de las elecciones de alcaldes realizadas hace una semana. En las elecciones de gobernadores, la abstención voluntaria de la gente, castigando las inconsecuencias y las locuras golpistas e insurreccionales de la MUD, o vencida por las arbitrariedades del gobierno, a través del organismo electoral más tramposo que se haya conocido, llevaron a la victoria gubernamental en 17 estados del país. En las elecciones de alcaldes, a esta abstención voluntaria se sumó el llamado a no participar hecho por la mayoría de la nefasta alianza opositora, lo que selló el resultado obtenido: el gobierno tomó el control del 90 por ciento de las alcaldías, sin hacer mucho esfuerzo, sin encontrar resistencia, excepto en algunos municipios donde sus habitantes, sus concejos municipales, sus alcaldes, se negaron a entregar pasivamente municipios que, en la mayoría de los casos tenían en su poder o habían dominado siempre.
En buena parte de las mesas electorales se dio una situación parecida a la de la Asamblea Nacional Constituyente. El Gobierno gana sin tener votantes al poder actuar sin testigos, lo que le permitió aplicar el dedo mágico del designado para tal tarea, quien luego del cierre físico, mas no electrónico, de la mesa o del centro de votaciones, agregó el número de votantes y votos por el PSUV que el registro electoral correspondiente le permitió. Y esto no es producto de mi imaginación. Los casos de mesas y centros sin testigos opositores fueron denunciados en todo el país durante el día de las elecciones, sin que quienes participaban pudieran hacer nada al no tener la infraestructura de apoyo necesaria a tales fines. Conozco situaciones donde uno o dos testigos opositores fueron sacados de los locales a finales de la tarde, con el único propósito, no puede haber otro, de realizar la trampa correspondiente. La abstención real estuvo alrededor del 70 por ciento.
Si la oposición decidió dejar al Gobierno sólo en este proceso, pues no puede justificar su ausencia con la excusa de la realización de un fraude, pues nadie puede aducir la propia torpeza como excusa de su proceder. Sin embargo, el Gobierno, pese a todo el ventajismo y a la tracalería de la que siempre ha hecho gala, no pudo tomar el cien por ciento de los municipios, entre ellos algunos cuyo control ha deseado tener desde siempre: Chacao, Baruta, El Hatillo, San Cristóbal y algunos otros, lo que demuestra sin lugar a dudas que si la población participa y se organiza y la gente vota contra el gobierno, éste es derrotado, por lo que su invencibilidad es inexistente. Este resultado y conclusión respectiva puede haber sorprendido a algunos abstencionistas, quienes se cuestionarán a sí mismos si les queda algo de objetividad o intentarán racionalizar, que no explicar, lo ocurrido. Buscar las culpas de los fracasos en otros no es una acción exclusiva de los chavecos.
Si analizamos los resultados con las cifras dadas por el Gobierno, nos encontramos con el hecho real de que su fuerza electoral está un poco por encima de los 5 millones de votos, lo que significa sólo una cuarta parte de los votantes totales inscritos en el padrón electoral. Y esa votación la obtiene luego de atosigar a todo el mundo con una propaganda obscena, por lo costosa, y apabullante, a través de todos los medios audiovisuales existentes y de pancartas y pendones; de chantajear a los empleados públicos y a los beneficiarios de las misiones con la pérdida de los mismos, de aprovecharse de la miseria y necesidades de la gente pobre, entregando comida a cambio de votos, y de una serie de otras acciones ventajistas instrumentadas a través del CNE. Y todo esto, más la actividad del “dedo mágico” antes mencionada, sólo le aportó 5 millones de votos.
Es evidente entonces que la candidatura presidencial del Gobierno puede perfectamente ser derrotada, aun si la abstención electoral fuera de un 25 por ciento de los votantes, si el resto de los mismos sale a votar decididamente en contra del candidato oficialista, tal y como ocurrió con las gobernaciones de Bolívar, Táchira, Mérida, Zulia, Nueva Esparta y Anzoátegui, y con el 10 por ciento de las alcaldías que no se acobardaron ante la prepotencia gubernamental, ni aceptaron el llamado a inmolarse de una parte de la oposición. La propensión al suicidio de algunos líderes es tan manifiesta, que ya hay quienes están diciendo que ir a unas elecciones presidenciales significaría “legitimar” al régimen chaveco. Es decir que piensan llamar también a la abstención en las mismas, lo que sin duda los coloca como los mejores amigos y colaboradores del Gobierno y de la reelección de Maduro. Ahora se ve muy claro por qué razón el Gobierno dejó escapar a Ledezma.