Hay un impertinente empeño de convertir en santo o héroe a un asesino a sueldo que nunca tuvo programa ideológico para Venezuela ni ética en el combate armado
Jesús Silva R
Yo no celebro la muerte de nadie porque nunca caeré en la misma bajeza mostrada por una parte de la oposición cuando falleció el Presidente Hugo Chávez, esa vez si hubo celebración descarada y dantesca. Ahora bien, tampoco voy a santificar ni a liberar de culpa al ciudadano Óscar Pérez quien lanzó explosivos contra el preescolar del TSJ en lo que fue un intento de homicidio contra miles de niños. Escandalosamente nada de esto es tomado en cuenta por muchos opositores que le expresan amor y admiración a un promotor de la violencia. Esta reacción absurda pudiera tratarse de una enfermedad mental colectiva.
Si vamos a discutir sobre el trato que merece el fallecido Pérez y sus restos mortales, primero debemos debatir sobre esos niños que por poco fueron asesinados y sus familias a causa de la violencia de este despreciable terrorista que adicionalmente participó en la campaña criminal guarimbera de 2017 produciendo más de 150 fallecidos (en su mayoría chavistas). Mi propia vida corrió peligró varias veces como figura pública del chavismo de a pie.
Fue en circunstancias de emociones revueltas entre millones de cibernautas, debatiendo acaloradamente en redes sociales (donde frecuentemente maltratos verbales vienen y van), cuando realicé consideraciones sobre este caso, o más bien, expresando mi reacción respecto al operativo policial que le dio cese definitivo a la criminalidad de este señor Pérez., que el 17 de enero de 2018 el nombre de «Jesús Silva» volvió a ser trending topic en Venezuela, esta vez con la enorme colaboración de miles de fans del fallecido terrorista. Digo hoy, es causa de profunda preocupación que un significativo número de venezolanos manifiesten admiración por un sujeto que empleaba armas de guerra y explosivos como herramientas para matar a personas civiles e indefensas en nombre de su lucha por tumbar al Gobierno Bolivariano elegido por el pueblo.
Pérez murió al enfrentarse a funcionarios del Estado que rodearon su escondite en El Junquito para ponerlo a la orden de un tribunal, prueba de ello es un largo intercambio de disparos que transcurrió por varias horas entre su pandilla de asesinos y los efectivos de seguridad. Un video que fue viral en redes sociales, donde el ahora difunto decía que «se quería entregar» resultó ser una gran mentira para fabricar una historia virtual en medios de comunicación acusando al gobierno de usar fuerza brutal.
Lo cierto es que todo el que levante armas contra el gobierno será perseguido por la fuerza de la ley y quien dispare fuego contra funcionarios recibirá respuesta proporcional a su agresión. En resumidas cuentas, la derrota de Óscar Pérez y su red terrorista demuestra que la vía violenta no tiene futuro en Venezuela pues sólo el camino electoral, democrático y constitucional podrá resolver todos los asuntos del país.
Asimismo, el impertinente empeño de convertir en santo o héroe a un asesino a sueldo que nunca tuvo programa ideológico para Venezuela ni ética en el combate armado (porque atacaba escuelas), demuestra un enorme vacío emocional y moral en la población opositora. Frente a semejante aberración, yo advierto que si dentro del chavismo surgiera un «Óscar Pérez chavista», yo lo rechazaría radicalmente.
Hoy la reelección de Nicolás Maduro como Presidente de Venezuela por 6 años más luce como un hecho garantizado en 2018 ante el deseo mayoritario del pueblo por mantener el actual régimen democrático y de paz, mientras que la oposición se muestra confundida, debilitada y dividida sin posibilidad de construir una alternativa presidencial competitiva que sea creíble para los electores. Esta historia continuará…
@Jesus_Silva_R