La creciente devastación de todo el sistema socioeconómico, por la ineptitud, corrupción y las” ideas “muertas” del régimen, debilita fuertemente la estabilidad del gobierno
Sadio Garavini di Turno
La historia nos enseña que las dictaduras se enfrentan exitosamente a través de diversos “caminos” simultáneos, que no son excluyentes sino complementarios, en otras palabras, que tienden a reforzarse mutuamente. Además la historia también nos dice que no hay transición de un gobierno autoritario a uno democrático que no pase por una negociación, a menos que sea por una intervención militar extranjera y un golpe de Estado exitosos o una guerra civil con un claro vencedor. Hubo negociaciones en las transiciones hacia la democracia en Polonia, Chile, España, Filipinas, Indonesia, Nicaragua y Sur África, entre otros.
En los dos últimos casos, las negociaciones se dieron mientras había un conflicto armado interno entre los gobiernos De Klerk y Ortega, por una parte y las guerrillas del African National Congress de Mandela y de la “Contra”, por la otra. También en El Salvador, Guatemala y más recientemente en Colombia, las negociaciones de paz coincidieron con la continuación del enfrentamiento armado, sólo hacia el final de esos procesos se acordaron ceses del fuego. Por tanto los “caminos” son de diverso tipo y tienden a ser implementados al mismo tiempo y se dividen en presiones nacionales e internacionales. Las nacionales incluyen protestas pacíficas y no violentas, alrededor o no de movilizaciones electorales, los ya mencionados conflictos armados y obviamente los diversos tipos de golpes de Estado militares.
Entre las presiones internacionales podemos mencionar las diplomáticas, las sanciones individuales, financieras y comerciales, el apoyo financiero y logístico a las guerrillas internas, como en el caso de la Contra en Nicaragua, el apoyo discreto a un golpe de Estado y la intervención militar directa, como pasó en la caída de la “narcodictadura” de Manuel Noriega en Panamá.
En Venezuela las presiones internacionales se están incrementando, ya no son sólo diplomáticas y contra individuos del régimen y sus familiares. Las sanciones ya están afectando la ya debilitada capacidad financiera del régimen. Son sanciones planificadas e implementadas de forma gradual precisamente con el objetivo de presionar al gobierno para que acepte negociar una salida constitucional, pacífica y electoral al conflicto político y a la pavorosa crisis humanitaria que vive el país.
En efecto, es preciso subrayar que los gobiernos democráticos, cuyo apoyo es indispensable para la oposición, siempre van a optar, como primera alternativa, por la salida negociada y por eso la oposición no puede rechazar las negociaciones en República Dominicana, que están apoyadas por los gobiernos de EEUU, la UE, el Grupo de Lima y el Vaticano. Lo que debe hacer la oposición es negociar con firmeza y si la negociación definitivamente fracasase, que el costo político lo pague el gobierno.
La idea de que unas negociaciones prolongadas favorecen al régimen, quizás era verdad cuando había todavía la posibilidad de que el tradicional ciclo petrolero le “regalara” de nuevo unos altos precios del petróleo (la gran secreta esperanza del régimen), sin embargo el precio del barril ya subió en los últimos meses sin ningún efecto positivo porque el colapso de PDVSA y la progresiva caída de la producción anula abundantemente cualquier posible aumento. Además la generalizada y creciente devastación de todo el sistema socioeconómico del país, por la ineptitud, corrupción y las” ideas “muertas” del régimen, debilita fuertemente la misma estabilidad del gobierno. En conclusión, la experiencia histórica ha demostrado que, en muchos casos, negociación y resistencia no son excluyentes ni contradictorias, sino complementarias.