No ha habido peor gobierno en Venezuela, que el de Nicolás Maduro; ni gestión más ladrona y corrupta que la del gobierno Chávez-Maduro
Manuel Isidro Molina
Coincido con el presidente Nicolás Maduro, en que “llueve, truene o relampaguee, habrá elección presidencial el próximo 22 de abril”. Que nadie lo dude: está dicho y hecho, con el “Plan República” en marcha, el Consejo Nacional Electoral (CNE) desplegado y el gobierno en todo su esplendor abusando del poder, dilapidando recursos gigantescos y con el sistema público de prensa escrita, radio, televisión, internet y redes sociales, ¡a millón!
Oficializada esta semana, la negativa de Lorenzo Mendoza (Polar) a postularse como candidato presidencial independiente –lo informé de forma exclusiva en esta columna, el pasado 03.02.2018-, la Mesa de Unidad Democrática (MUD) quedó maltrecha, dividida profunda e irreversiblemente y con varios aspirantes presidenciales sin suficiente reconocimiento público (algunos dan pena ajena), como para siquiera darle un “susto” al presidente-candidato, quien no oculta su euforia.
Nada impedirá la elección presidencial del 22A. Lo saben en las embajadas de EEUU en Caracas, Bogotá y la OEA (Organización de Estados Americanos), en el departamento de Estado y en el Pentágono (Comando Sur); y por supuesto, Donald Trump y Marco Rubio, igual que Juan Manuel Santos, Mauricio Macri, Temer y sus patéticos cancilleres o cancilleras, quienes gustan hacer coro con Luis Almagro (OEA), el jefe del Comando Sur y los altos voceros de Canadá y la Unión Europea.
Y como la dirigencia de la MUD anda tan destartalada, inconexa y vocinglera –con su loca franja vendepatria que ruega por una “invasión, ya”-, pues Maduro corre solo, es decir, sin resistencia orgánica suficiente como para perder la elección de abril, aun siendo minoría en el país, como lo indican todas las encuestas de opinión conocidas.
Lo expreso así -sin almibaramiento alguno-, para que quede clarísima mi apreciación de este aciago momento político, económico, social y moral que sufrimos en Venezuela, por la terrible corresponsabilidad de los factores bipartidistas (PSUV-MUD) y la ausencia de un proyecto político nacional alternativo que entusiasme a la mayoría de nuestro pueblo, que hoy exige superar democráticamente y en paz esta macro crisis sin precedentes.
No ha habido peor gobierno en Venezuela, que el de Nicolás Maduro; ni gestión más ladrona y corrupta que la del gobierno Chávez-Maduro; sus arbitrariedades parecen cosas de locos y la piratería y el abuso de poder han sido de espanto y brinco, todo lo cual ha eclosionado por acumulación de gases y otros detritos, desde 1999 hasta hoy. Y no es que “todo ha sido malo” –como reclaman los chavistas “de corazón”- sino que los desaciertos, la destrucción y el insolente pillaje han arropado todo, como río crecido.
El mundo no entiende cómo y por qué nos ocurre el desastre de saqueo y desestructuración que nos agobia, a ritmo de empobrecimiento, hambre y desesperanza. No pueden comprenderlo, porque carecen del vigor venezolano que debemos encontrar más allá del quejido social y el maquiavelismo politiquero que nos mantienen a oscuras; no les corresponde, a los extranjeros, asumir las responsabilidades nacionales y patrióticas que nos tocan a nosotros sobre los restos de un país saqueado, descapitalizado y roto en su ser interior por los pillos e irresponsables –traidores, a fin de cuentas- del PSUV y la MUD y sus podridos entornos de testaferros y cómplices nacionales e internacionales, cuyas características básicas son el cinismo y la sinvergüenzura.
Solo un nuevo proyecto político coherente, realista, decente, confiable y respetable -intérprete de los profundos y verdaderos intereses de nuestro pueblo y el desarrollo estratégico de la nación-, podría derrotar a Maduro el 22A. Pero, no existe; no hemos sabido ni querido imaginarlo, y menos construirlo como demanda el momento histórico. ¡Corruptos, mezquinos y payasos, sobran! No por casualidad, “el tuerto es rey”.