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Gustavo Luis Carrera: Sin selección, no hay elección

¿Cómo hablar de auténticas opciones si todas pertenecen a un mismo bando, a una sola conceptualización política y social?


Gustavo Luis Carrera

El diccionario es implacable: «Elegir. Verbo transitivo. (Del latín «eligere»: sacar, arrancar, escoger). Seleccionar a alguien o algo entre varios. Por ejemplo: elegir un plato del menú». Y de hecho es así. Se selecciona cuando se escoge entre varias opciones; es decir: cuando se decide una preferencia y se actúa en consecuencia. Pero, ¿qué ocurre cuando se trata de un menú electoral?

ELEGIR ES  ESCOGER. Por esencia, la elección es sinónimo de la escogencia. Se trata, en última instancia, de poder discernir entre diversas posibilidades, concediendo la preferencia a una de ellas. Es, en sí, un acto voluntario que sólo tiene sentido si es libérrimo, absolutamente fuera de presiones impositivas y de restricciones deformantes; únicamente se elige cuando se escoge, no cuando se termina por aceptar un mandato ajeno a sí mismo. De donde es necesario convenir en que una verdadera elección significa situarse, realmente, en una encrucijada de vías y optar por una de ellas. El proceso electoral es un acto de la mayor trascendencia, y por eso merece toda la capacidad reflexiva y de discernimiento posible. Decía Abraham Lincoln: «Una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil». Pero, justamente por su importancia es una coyuntura política y social de gran riesgo, sometida a deformaciones y trapacerías. Y con razón, el muy referido canciller alemán Otto von Bismarck lanzaba su aguda e irónica advertencia: «Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería».

LA SELECCIÓN IMPLICA OPCIONES. En efecto, si no hay diversidad de ofertas, no puede cumplirse una escogencia propiamente dicha. Es lo que ocurre ante la escasez de productos de consumo y frente a la carencia de condiciones propicias para el desarrollo individual y colectivo. Y es lo característico de elecciones de candidatos únicos, de un solo partido, de una determinada fracción gobernante. Así lo demuestra la experiencia con respecto a la Unión Soviética, a China, a Cuba, y con otros regímenes totalitarios, que pretenden ponerse la máscara de la democracia fingiendo elecciones reales.

LAS OPCIONES REQUIEREN CONTRAPOSICIÓN. Ahora bien, ¿cómo hablar de auténticas opciones si todas pertenecen a un mismo bando, a una sola conceptualización política y social? Sin una efectiva contraposición, la posibilidad de una escogencia se desvanece. La cara de la moneda implica la existencia de la contracara; la oscuridad presupone el contraste que es la luz; la civilización adquiere su sentido trascendente en oposición a la barbarie. La alternativa se traduce en una contraposición: una perspectiva y la otra que le es opuesta: ante la oferta oficial, se yergue la de la auténtica oposición. En efecto, se trata de opciones antitéticas; si no es así, no hay elección.

VÁLVULA:  «Es un asunto de lógica: elegir es seleccionar; y seleccionar es discernir entre varias opciones; y las auténticas opciones son las que se contraponen decididamente. La conclusión necesaria es incontrovertible: si no hay verdadera selección, no se da una real elección».