La realidad está vestida con los trajes más perversos y las ansias de cambio están atrapadas en una enmarañada inercia que nadie entiende
Rubén Osorio Canales
Viendo la tragedia que vive nuestro país, me pregunto si tenemos el liderazgo necesario para llevarlo de nuevo a una vida democrática plena, comprometida y constructiva, en medio de tantas aberraciones inconstitucionales promovidas y ejecutadas por el castro comunismo.
Somos muchos los que sufrimos graves confusiones cuando leemos titulares que dicen “Ya hemos tocado fondo”, con el añadido de un plan de acción para la recuperación del país, que según los expositores, está a la vuelta de la esquina; por otra parte escuchamos las voces airadas de los indignados gritando abstención, sin ningún añadido que le de fuerza a una acción que en los predios del régimen se celebra con alta efusión y sin ningún disimulo, porque esto les deja el camino despejado, lo cual significa lo que Andrés Caleca, ex presidente del CNE, dijo en un twitts muy gráfico: “Dale que no viene carro”.
Por su parte los electoralistas no salen de su silencio, abatidos como han sido, no sé todavía si por la fuerza avasallante de los guerreros del teclado, o por su imposibilidad en ponerse de acuerdo en la escogencia de un candidato unitario, misterio que debe ser develado para saber qué hacer, ante la controvertida decisión de Henry Falcón de lanzar su candidatura y disputarle a Maduro la corona electoral, dividiendo con ello la decisión “unitaria” de la abstención.
El asombro de muchos crece cuando vemos al mismo tiempo que las calles permanecen vacías, que si hay protestas estas no se hacen sentir, que el aire está lleno de rumores que mueren casi al nacer, que la realidad está vestida con los trajes más perversos y que las ansias de cambio están atrapadas, o por un conjunto de falsas maniobras, o una enmarañada inercia que nadie entiende.
En todo caso todos estos factores que tienen su peso en nuestro escenario político, nos dan pie para pensar que podríamos estar al borde de una catástrofe con muy pocas posibilidades de no ser definitivamente aplastados por el castro comunismo y que contrariamente a lo que dicen los optimistas, no solo no hemos tocado fondo, sino que lo peor está por ocurrir, entendiendo por lo peor, que Maduro permanezca en el poder gracias a las oposiciones actuantes que no tuvieron la sensatez de postergar sus respectivos proyectos , para unirse en una coalición pragmática y enfrentar juntos al monstruo.
La oposición tiene casi dos décadas cargando una piedra al hombro que, por muchas razones, no puede colocar en la cima de la montaña, lo cual seguirá ocurriendo, para nuestra desgracia, mientras no revisemos descarnadamente, los hechos y los personajes de la tragedia y encontrar esa luz al final del túnel que estamos persiguiendo desde que el régimen se desnudó para decirnos cuál era su verdadera naturaleza.
Lo que vemos hoy a dos meses de un nuevo golpe de estado utilizando la institución del voto, es de terror. Una MUD desmembrada, un liderazgo opositor sin fuerza, ni credibilidad, un pueblo sometido por aberrantes controles sociales, unos partidos vetados por el régimen, unos candidatos inhabilitados que ganarían aun en unas elecciones fraudulentas, y en medio de este destartalado ex país, una ciudadanía cada día más abandonada a su propia suerte, llena de frustración y desencanto, sometida más al dilema, de irse o no del país, que al de votar o no votar, y todo esto frente a un régimen que se quitó el disfraz y se siente más fuerte y armado que nunca, un aparato represivo que crece como la espuma, un TSJ cada día más osado en su conducta inconstitucional, unos colectivos muy bien armados que sin temor desfilan su impunidad en actos públicos y en presencia de las FA, una espuria constituyente cargada de odio, unos candidatos inhabilitados que derrotarían al más militante CNE y al Plan República, y en medio de este destartalado ex país, una ciudadanía cada día más abandonada a su propia suerte, llena de frustración y desencanto, sometida, más al dilema de irse o quedarse, que al de votar o no votar. A pesar de tanta adversidad, nos consuela ver que Venezuela no se rinde y que nuestra sociedad civil se prepara y se une en múltiples voces, para, desde esos escombros, irse a la lucha y no morir en el intento de colocar, por fin, la pesada piedra de la democracia en el sitio más alto de la montaña. Suerte y unidad y más unidad.