No me gusta el negocio de la matanza de animales con fines comerciales. Cuarenta años en el marxismo me indican que esta teoría debe revisarse. La maldad debe ceder en este mundo
Julián Rivas
El 6 de octubre del 2013, muy temprano, mi hija fue al parque Caricuao con un grupo de amigos. Recuerdo que le dije que tuviera cuidado porque subirían una montaña. En la tarde cuando regresé a casa la vi llorar y temí por ella. Pero no, ella lloraba fuertemente mientras atendía a un perrito destrozado y hambriento, lleno de pulgas y garrapatas, que encontró entre una cepa de bambú en el parque.
Mi hija siente un profundo amor por los perros. Debido a su dedicación, me he visto en la obligación de apoyarla. Ella es una estudiante de los últimos años de ingeniería, con una visión de la vida admirable. Por respeto a los animales no come carne. Participa en grupos de rescate de perros callejeros, y tuvo la fortuna de rescatar a Bambú. Y se quedó con él.
Bambú fue un perro del paraíso. Murió el pasado lunes en una clínica veterinaria. De un infarto. Su sangre fue infectada por las garrapatas irreversiblemente. Ojalá algún centro de enfermedades tropicales encuentre la cura para este mal que afecta a muchos animales.
Todos hemos llorado a Bambú. Bambú fue feliz en casa. Comía siempre. Prefería la comida casera y era muy hábil. La enfermedad lo debilitó en los últimos meses y poco podíamos hacer. Mi hija pidió enterrar sus restos en un lugar visible desde la casa, pero el espíritu de Bambú es símbolo de felicidad. Su humildad, bondad, con ojos que casi hablaban pueden llevarnos a pensar que fue un perro del paraíso.
Bambú se ha quedado con nosotros en la memoria, en gráficas y en el ambiente de paz que mantienen los otros perros en casa. Konrad Lorenz, premio Nobel, fue impactado por la muerte de su perro y lo siguió creyendo como un espíritu de paz que le rondaba. Por qué extrañar. Mi hija cuidará a los otros perros, los amará más, dos de ellos rescatados de la calle. Mi obligación es conseguir el dinero para alimentarlos y alegrarles la vida.
De todo esto saco algunas conclusiones. El capitalismo es el infierno. Qué agresión existe hoy contra los animales domésticos. El mercantilismo los hace lanzar a la calle. Hay poca sensibilidad en este asunto. Y debe ser castigado quien lance un perro a la calle.
Y tengo la impresión de que la humanidad cambiará. Particularmente ya no me gusta el negocio de la matanza de animales con fines comerciales. Cuarenta años en el marxismo me indican que esta teoría debe revisarse. Quedó corta. La humanidad girará a favor de los animales, del ambiente y de la justicia entre los hombres. El trabajador no será una cifra. La sensibilidad, el amor y la solidaridad serán para todos. Que vendrá un giro espiritual o un retorno al amor, al afecto, muy bien.
La maldad debe ceder en este mundo. Uno se pregunta cómo se puede ser revolucionario siendo indiferente al abandono de los animales domésticos en las calles. Que humanidad puede haber en quien cree que la muerte de un animal es un asunto baladí. Hay que buscar nuevas formas de ver la organización de las sociedades, y de entender la vida en este planeta.
Que viva Bambú¡ Y en su honor retomo algo de Konrad Lorenz: «… Es una advertencia bien triste respecto a la caducidad de la vida ver como el perro que se ha conocido pocos años antes-que más bien parecen meses-en forma de cachorro gracioso y juguetón, comienza a mostrar los síntomas de la vejez y se sabe que al cabo de dos años, tres como máximo tendrá que morir. Confieso que ver envejecer a un perro al que quiero, siempre ha arrojado una sombra sobre mi ánimo, ha tenido una parte no despreciable en la formación de esas nubes oscuras que enmarcan la visión del futuro que todo hombre se forma·.
Bambú, perro del paraíso.