El ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich fue sumamente exitoso, con su estrategia propagandística mediante el uso de la mentira constante
Cipriano Fuentes
A casi un siglo del auge de la propaganda política, que lideró el aparato Nazi y previamente el leninismo, en América Latina aún es muy común encontrar referentes políticos y partidos que no han actualizado su modelo ni las estrategias de comunicación, viéndose superados en esta materia por aquellos oponentes que decidieron profesionalizarse.
Joseph Goebbels sin dudas era un hombre de ideas malignas, perversas. Durante doce años —entre 1933 y 1945— fue ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich. Fue uno de los principales referentes de la historia de la propaganda política como reino de la mentira.
Su diario personal es un documento invalorable. Recorriendo sus páginas podemos descubrir detalles de su vida privada, algunos de los horrores del gobierno de Adolfo Hitler, además de conocer sus ideas y estrategias para hacer llegar la ideología nazi a los alemanes y al mundo entero.
Goebbels hizo uso de las herramientas habituales para difundir los mensajes políticos, entre ellas la radio y el cine. Es así que decidió poner parlantes callejeros en sitios estratégicos de Alemania, para que la ciudadanía se viera obligada a escuchar a Hitler; y produjo piezas audiovisuales que se emitían en los cines.
Algo llamativo que aparece en el diario es la idea de utilizar el cine francés, cuando Francia sucumbiera ante el ejército de Hitler, pues entendía que con su estrategia comunicacional, el aparato germánico y los actores galos nada podría detenerlo.
EL GOEBBELS DEL MADURISMO
El ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich fue sumamente exitoso, con su estrategia propagandística mediante el uso de la mentira constante. Goebbels era siquiatra. Como es siquiatra el actual ministro de propaganda de la tiranía madurista, Jorge Rodríguez Gómez, quien — cual Goebbels tropical— emplea las medias verdades, la mentira franca y las posverdades —una invención del marxismo, comunismo o socialismo real— para engañar al pueblo venezolano.
La gran diferencia entre la propaganda y la comunicación política es que esta última reconoce y valora al receptor del mensaje de una forma que no se contemplaba en el pasado.
Cada vez que un político o un partido se pronuncia, cada vez que habla, que ejerce una acción de gobierno, de campaña o de lo que fuera hay alguien del otro lado que recibe ese mensaje, que lo escucha, que lo decodifica, que se forma una opinión y que puede reaccionar ante el mismo.
Ante este nuevo escenario algunos políticos, fundamentalmente en épocas de campaña electoral, comienzan a generar puentes de comunicación con la ciudadanía, como por ejemplo páginas web, listas de difusión de WhatsApp, canales de YouTube, perfiles de Facebook, Twitter, Instagram y otros
Creados estos canales es que comienza, por lo general, a surgir el gran problema: hay que gestionarlos y tener una estrategia, lo cual requiere tiempo, paciencia, conocimiento y fundamentalmente profesionalismo.
La profesionalización es imprescindible, el entender y reconocer los derechos de los ciudadanos, el comprender y saber utilizar las nuevas tecnología en provecho no solo del proyecto político sino de la comunidad es un deber. El dejar atrás la centenaria propaganda para entrar de una vez por todas en la era de la comunicación política.
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