La AN ha salido totalmente reivindicada y legitimada. Su Presidente Juan Guaidó, ahora, reelecto, en su doble rol, tiene el camino despejado, aunque no libre de espinas y obstáculos
Absalón Méndez Cegarra
La reelección del diputado Juan Gerardo Guaidó Márquez como presidente de la Asamblea Nacional (AN) y, consecuencialmente, su ratificación como Presidente Encargado de la República de Venezuela, era un hecho esperado; pero, no por ello sometido a gran incertidumbre. El gobierno de Maduro, ahora, sí, revelado por sus propias acciones, como una dictadura militar con colaboración de civiles, hizo hasta lo imposible para impedir que la AN diera cumplimiento a los establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. El espectáculo que montó el pasado 5 de enero solo sirvió para mostrar la madera de la que está elaborada la falsa revolución bolivariana, no otra cosa que una casta de facinerosos que en mala hora se apoderó del poder en la nación venezolana.
La AN, los señores diputados y diputadas electos por el pueblo en diciembre de 2015, demostraron, una vez más, que el Poder Legislativo es la única rama del Poder Público Nacional que responde a los mandatos constitucionales y legales establecidos en la nación venezolana, lo cual le confiere la mayor legitimidad posible.
Las acciones gubernamentales que trataron de impedir que la AN diera cumplimiento a los preceptos constitucionales fracasaron. El gobierno hizo de nuevo el ridículo con sus paniaguados. De nada le sirvió la incorporación de la bancada oficialista, la coexistencia con la mal llamada Asamblea Nacional Constituyente, la constitución de la mini mesa de diálogo, la compra de diputados, el amedrentamiento y, finalmente, el uso de la fuerza militar. La AN fue instalada y ratificado su Presidente. El país espera en adelante acciones contundentes. La unidad política y parlamentaria lograda, contra todo pronóstico, debe mantenerse y consolidarse, así lo espera el pueblo venezolano, más allá de las diferencias existentes o que deben existir, lo cual no es malo por definición, al contrario, sumamente positivo en el debate político, diversidad en la unidad de propósitos y objetivos.
El gobierno nacional, el oficialismo, el PSUV y sus aliados, han quedado muy mal parados ante el mundo entero y la sociedad nacional. Han perdido todo tipo de legalidad, legitimidad y respeto. Se han ganado el rechazo nacional e internacional. Han quedado con la fuerza bruta como único recurso. Contrariamente, la AN ha salido totalmente reivindicada y legitimada. Su Presidente Juan Guaidó, ahora, reelecto, en su doble rol, tiene el camino despejado, aunque no libre de espinas y obstáculos. Y, decimos, despejado, para hacer, en el último año de ejercicio de la Asamblea electa en el 2015, todo lo que la Constitución le establece como atribuciones. La AN no debe mirar para los lados. Debe empeñarse de inmediato en conquistar, entre otros, los logros siguientes: a) Una sólida y operativa unidad nacional; b) Fortalecimiento del apoyo y colaboración internacional. Los países que han respaldado a la Asamblea y a su Presidente no han arado en el mar, deben sentirse satisfechos, por lo que se espera que ese apoyo se mantenga, amplíe y consolide; c) Incorporación de todos sus miembros electos, acabar con todas las ataduras que la constriñen como Poder independiente, adiós al fulano desacato, y a quien lo decretó; d) Las enmiendas y reformas a la Constitución que resulten necesarias; e) la designación inmediata, sin titubeo alguno, de un nuevo Consejo Nacional Electoral, sin concesiones de ninguna naturaleza, haciendo uso de esa sólida mayoría lograda el 5 de enero, integrado por personalidades auténticamente independientes; igualmente, los demás titulares de los órganos del poder público que le compete designar a la Asamblea; y, f) Convertir en acciones prácticas la ruta establecida en el año 2019: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Para cualquier observador la designación de Guaidó como Presidente Encargado debe significar el cese de la usurpación. Continúan los otros dos pasos.
El acto reeleccionista de este 5 de enero es muy distinto al del año 2019. Aquel puede considerarse, si se quiere, un golpe de suerte, éste, no. Este es un acto políticamente bien pensado. La oposición ha demostrado inteligencia. El gobierno su torpeza. Ahora sí estamos entre la barbarie y la civilización. El país, el pueblo venezolano y la comunidad internacional esperan mucho de este mandato conferido a Guaidó. La bicefalia del poder debe terminar. Eso es algo que no lo entiende nadie. ¿Cómo explicar al mundo que en Venezuela existen dos presidentes de la República en ejercicio? Algo totalmente inexplicable. Disociación total.