Comicios sin partidos políticos ilegalizados y sus dirigentes inhabilitados políticamente, presos o exiliados, con un nuevo CNE, con observación internacional imparcial que garantice la credibilidad y la confiabilidad de sus resultados
Oscar Battaglini
A pesar de que el populacho autoritario (civil-militar) que usurpa el poder político en Venezuela vive su peor momento, no se ha atrevido todavía a implantar abierta y definitivamente la dictadura militar en la forma en que tradicionalmente la hemos conocido y padecido en Venezuela y en América Latina.
Pero eso no quiere decir que tal posibilidad no esté en la agenda del populacho usurpador. Sobre todo porque sabe perfectamente que no tiene ninguna otra forma de mantenerse en el poder, aunque no por tiempo indefinido, cosa que también sabe, porque el poder no se sostiene sólo mediante la fuerza, sino que su estabilidad requiere al mismo tiempo de la legitimidad que otorga el consentimiento político de los gobernados, cosa que el régimen madurista no posee, pero que intenta imponer y alegar de manera espuria y fraudulenta; esto es, mediante la realización de procesos electorales plagados de irregularidades mediante las cuales se busca, en primer lugar, forzar a la oposición a abstenerse, en segundo lugar obstruir y limitar la participación de la oposición; en tercer lugar, favorecer la participación de aquellos sectores de “oposición” que de manera complaciente (colaboracionista, acrítica, cómplice y mercenaria) aceptan sin chistar las condiciones impuestas por el régimen para participar en esos procesos electorales viciados y controlados; en cuarto lugar, como resultado de todo lo anterior, imponer resultados fraudulentos, como ocurriera sobre todo después de las elecciones parlamentarias del 6/12/15, en las que la oposición obtuviera más de las dos terceras partes de la representación parlamentaria del país. Mención aparte a este respecto merecen las “elecciones presidenciales” del 20/5/18, en las que la inmensa mayoría de la población inscrita en el registro electoral se abstuvo de votar y Maduro fue ratificado por menos del 30% de los votos computados por un CNE bajo su subordinación y control directo y absoluto.
Exactamente el tipo de elecciones que la dictadura militarista está dispuesta a tolerar y a permitir. Esa es la modalidad que ellos y toda la nomenklatura burocrática madurista, quieren que se repitan en las elecciones parlamentarias de este año, y para eso trabajan afanosamente con la activa colaboración del grupo “opositor” que, a pesar de todos los fiascos que se ha llevado, todavía aparece formalmente integrando la “mesa de diálogo de la Casa Amarilla”. Lo mismo puede decirse de la “Asamblea Nacional” que atropelladamente le creara el oficialismo a Luis Parra, José Brito y compañía.
Si uno revisa con detenimiento lo expuesto hasta aquí, no puede menos que concluir en que todo eso era previsible, en particular lo adelantado, lo activado por la dictadura militarista. Por eso hemos dicho y queremos repetirlo, que el parámetro (el referente básico) que hay que tener en cuenta a la hora de definir si se participa o no en procesos electorales como los que la dictadura organiza y realiza, no es lo que ella está en capacidad de hacer, para bloquear, obstruir o sabotear nuestra participación en tales procesos. Eso está en la lógica del conflicto social y político en desarrollo, y depende, fundamentalmente, del control omnímodo que la dictadura militarista ejerce sobre los mecanismos de la toma de decisiones (legales, políticas, administrativas, etcétera) en materia electoral y otros aspectos de la vida política nacional.
En consecuencia, el parámetro por el que debemos guiarnos al encarar la solución de este problema no es otro que disponernos con la mayor determinación a nadar en contra de la corriente, con la certeza de que en el interior de la sociedad venezolana existen fuerzas efectivas y potenciales que, activadas y movilizadas convenientemente pueden –sin duda alguna- repetir la proeza de derrotar aplastantemente, pasando por encima de todos los obstáculos que esta ponga para que eso no ocurra. Si hace cinco años pudimos hacerlo, ahora, con muchas más razones, tenemos que hacerlo de nuevo, y para que ello sea posible deban tomarse de inmediato, entre otras, las siguientes decisiones:
- Iniciar a todos los niveles una discusión democrática y de poca duración, para disipar dudas y para articular a todos los sectores democráticos del país alrededor de la necesidad imperiosa de participar efectivamente en las elecciones parlamentarias de este año, y de hacerlo unificadamente en un sólo bloque de oposición.
- Levantar con mucha más fuerza y con acompañamiento de la comunidad internacional la exigencia de que en el país se establezcan condiciones políticas que hagan posible la realización de unas elecciones parlamentarias libres y competitivas; esto es: sin partidos políticos ilegalizados y sus dirigentes inhabilitados políticamente, presos o exiliados; con un nuevo CNE; con observación internacional imparcial que garantice la credibilidad y la confiabilidad de sus resultados, etc.
- Adelantar ante el CNE, también con acompañamiento de la comunidad internacional, toda una serie de diligencias y presiones (políticas y legales) dirigidas: 3.1- a lograr la asignación por ese organismo de una tarjeta que pueda ser utilizada por la oposición unificada como tarjeta única en estas elecciones, tal como ocurriera en las pasadas elecciones parlamentarias del año 2015. 3.2- a presionar para que se lleve a cabo una depuración del REP, que impida que los muertos y otros fantasmas sigan votando.3.3- Al desmontaje del fraude electrónico que la dictadura militarista tiene dispuesto en el CNE.
- Llenar todos los espacios (hasta del último rincón del país) con la presencia de los testigos y otros representantes electorales de la oposición unificada. Esto implica, permanecer en estos espacios hasta el minuto final del cierre de las mesas y de los centros electorales.
- Aprovechar las ventajas que ofrecerá este proceso electoral para tomar la calle, y de ese modo llegar con el mensaje político y con la denuncia a aquellos lugares donde hoy el terror represivo de la dictadura no lo permite.
- Dirigir un manifiesto a la sociedad venezolana en el que se sintetice la grave situación por la que atraviesa el país y se denuncie el estado de terror policial-militar en el que se realizan las elecciones; y se llame al pueblo a votar masivamente para derrotar a la dictadura militarista como ya lo hizo en el año 2015.
Crear las condiciones para que eso se haga realidad es el reto, el imperativo categórico que tiene planteado en estos momentos decisivos la actual dirección de la oposición democrática venezolana.