Los derechos laborales han sido reducidos por una tenaz crisis económica, que ha dejado a los trabajadores al borde del colapso, debido a la falta de políticas y acciones por parte del Estado venezolano
Manuel Sutherland
El primero de mayo encuentra a la clase obrera al borde de la extinción como sujeto histórico social. La tradicional celebración del día del obrero, ha sido desde hace años motivo de tristeza para millones de proletarios que han visto con estupor cómo sus condiciones laborales se desintegran a un ritmo vertiginoso. Los derechos laborales han sido conculcados por una tenaz crisis económica que los ha dejado al borde de la inanición. Devengando el salario más bajo del planeta, la clase obrera languidece en cuanto, como diría Marx, atributo del capital, es decir, personificación de la potencia que despliega las capacidades productivas para crear valor. En voz del Prometeo de Tréveris, diría que la clase obrera ha dejado la subsunción real al capital, por una desaparición progresiva de subjetividades productivas. En ese dramático escenario surgen algunas interrogantes del por qué se ha llegado a esta situación, y a donde puede terminar el devenir descendente.
La clase obrera está sumergida en la peor crisis de su historia
Es un hecho público y notorio que la situación económica del país se muestra como el ciclo recesivo más violento que ha sufrido como nación. En nuestras estimaciones del PIB para el año 2019, creemos que la economía pudo haber descendido alrededor de un 32 %, motivado fundamentalmente al descenso paulatino en la extracción de petróleo (enero 2019-diciembre 2019) de 39 %, según fuentes secundarias dadas a la OPEP. Quizás las medidas económicas de liberalización, apertura y flexibilización de controles, pudieron haber ayudado a frenar un poco esa caída. Lo anterior significaría que la caída acumulada del PIB para el período 2013-2019 alcanzaría la cifra de: – 66 %. Tal indicador nos ubicaría, en el puesto número nueve entre las económicas con peor desempeño en el mundo en los últimos 70 años. En 2020 Venezuela entrará en su séptimo año de contracción económica, por diversos factores exógenos (COVID 19, bajos precios del petróleo, cuarentena extendida) y la dinámica interna destructiva. Según el FMI, la economía venezolana se reducirá en 2020 hasta en un 15 %, la mayor caída de entre todos los países del orbe.
En el gráfico uno podemos observar el trágico desempeño económico nacional, que desde 2014 refleja caídas interanuales sucesivas del PIB, como ningún otro país del mundo. Ello deja a la clase obrera en un estado de indefensión ante la progresiva destrucción de sus derechos y le ofrece un panorama de recuperación extremadamente cuesta arriba. Es de hacer notar que el PIB per cápita de 2019 es casi idéntico al PIB de 1952. Hablamos de un retroceso de alrededor de 70 años. Un hecho realmente inédito que simplemente expresa la destrucción absoluta de las condiciones de trabajo necesarias para la que la clase obrera pueda ser tal. No hablamos de clase para sí, hablamos de clase en sí, es decir, de personificaciones del capital capaces de producir valor. En esta circunstancia el país se muestra devastado y la clase obrera no encuentra espacios para laborar, es decir, para producir valor, para reproducir su propia relación social alienada.
La desaparición del dinero sin respuesta
La firma Ecoanalítica supone que más del 53 % del total de las transacciones en el país se realizan en divisas (2019). Aunque a nosotros nos parezca exagerado, es notorio el auge de la utilización de divisas en la economía, y como muchas personas están guardando divisas en efectivo en sus casas. Posiblemente en este 2020 se avance un poco en solucionar problemas relativos a la cambiabilidad de las divisas como medio de pago. Todo ello devendría en una formalización de una circulación multimoneda, en la cual el dólar sirva para pagos de montos elevados y el bolívar para montos chicos. El Petro como experimento de una criptomoneda estatal, aún parece demasiado enrevesado e impráctico para una implantación masiva. Ni hablar que su creación inorgánica funciona exactamente igual que el dinero fiduciario y en su despliegue demuestra el mismo efecto inflacionario. Sin embargo, el Petro puede erigirse como una unidad de cuenta con motivos puramente tributarios. Es decir, el gobierno prevé otro año de inflación alta y considera que anclando los cobros de los servicios públicos al Petro (a su vez indexado con el tipo de cambio bolívar-dólar) podría de alguna forma conjurar los efectos negativos en la tributación, que su propia política monetaria inflacionista le imprime a la economía.
La situación monetaria es extremadamente grave. Hay una tenaz ausencia de medios de pago en la economía que amenaza con asfixiar a lo poco de la economía que en mayo de 2020 podría emerger de la severa cuarentena. La escasez de capital es prácticamente absoluta. La forma del capital por excelencia, la forma dinero, se ha hecho extremadamente escasa desde hace ya varios años. Ello implica que la clase obrera, como capital variable, no encuentra al capital constante fijo (maquinarias, equipos e instalaciones) donde poder trabajar con un mínimo de eficiencia. Ello conlleva a una economía de muy pequeñas empresas con capitales extremadamente reducidos, que por su pequeña escala no pueden acceder a tecnología lo suficientemente eficaz para producir de manera eficiente. Por ello la clase obrera se enfrenta a trabajos en donde no puede desplegar su potencial productivo, lo que a su vez de traduce en salarios muy bajos, incluso en sectores privados donde se paga mucho más que el ámbito público.
En el gráfico 2 podemos ver la reducción de 99 % en la liquidez monetaria per cápita. Acá se muestra como la cantidad de dinero por habitante ha pasado de ser unos muy modestos 1600 $, a ser apenas 15 $ por habitante. Un verdadero descalabro que habla de la total debilidad de la demanda solvente en Venezuela. Por ello, muchas mercancías pululan en los anaqueles sin comprador. Esa liquidez tan baja de bolívares, llevados a su equivalente en dólares, implica una destrucción del signo monetario sin precedentes. Ello explica en parte la imposibilidad técnica de que en estas infelices circunstancias, el salario pueda realmente aumentarse significativamente. De la otra liquidez monetaria en bolívares equivalentes a 44 mil millones de dólares (2011), ahora en 2020 sólo quedan 485 millones de dólares como liquidez monetaria, por más que el estado amplié la oferta monetaria con dinero sin respaldo, a ritmos de 15 % o 20 % mensual.
El feroz encaje marginal legal de 93 % tiene a la banca (privada y pública) completamente amarrada. Estas medidas restrictivas han destruido por completo la capacidad de ésta para ofrecer créditos. Sin préstamos no puede haber apalancamiento financiero posible para ninguna actividad económica y no puede haber créditos al consumo para la clase obrera. Por ello es imposible recuperar a la economía si esta situación no cesa. En ese sentido vemos que el multiplicador bancario en los últimos cuatro meses del año 2019 se situó en 1,04; con lo cual por cada bolívar emitido por el BCV, la banca (privada y pública) apenas otorgó cuatro centavos en crédito. El multiplicador bancario oscilaba entre 3,5 y 4 hace unos poco años. Esta situación parece haber llegado a un punto de extrema preocupación ya que asfixia a un sector muy importante en la economía.
La destrucción tormentosa de la renta petrolera y el abismo minero
La extracción petrolera actual ronda los 647.000 barriles diarios, lo que denotó una contracción anual acumulada de 41,2 % respecto a diciembre de 2018 y de 42,6 % con relación a octubre de 2018. La extraordinaria crisis petrolera, fuertemente agudizada por las sanciones, se debe a factores concretos como: corrupción extrema, gigantescos subsidios al consumo (la gasolina lleva alrededor de 10 años siendo gratuita), bajos salarios, éxodo laboral y fuerte desinversión. La posibilidad de vender petróleo a futuro, titularizar el petróleo de algunos campos y hacer joint ventures con los inversionistas que se quieren acercar, es una alternativa que procesos burocráticos y una pesada legislación frenan. Con sólo llevar al mercado bursátil el 10 % de las reservas probadas de petróleo convencional (ligero, mediano, etc.) Venezuela podría obtener alrededor de 120 mil millones de dólares (con un barril a 20 $). Eso sería alrededor de tres veces el estimado general del lacónico PIB de 2019, un verdadero milagro económico surgiría. Ello haría innecesario acudir a organismos multilaterales y daría un gran piso para una auditoría de la deuda, con una renegociación exitosa. De nuevo, parece no haber voluntad política para impulsar medidas económicas concretas. Por tanto, decimos que las sanciones no impiden realizar importantes acuerdos para realizar inversiones cuantiosas en el país. Incluso el BCV fue liberado de sanciones que le prohibían contactos formales con multilaterales, ello abre una ventana de posibilidades muy interesantes. Claro está, lo ideal sería la eliminación total de las groseras sanciones económicas que asfixian a la hacienda y que son completamente inútiles para el cambio político. Desgraciadamente eso no parece factible en el horizonte cercano, lo que le augura a la clase obrera un horizonte de dificultades aún mayores.
La minería avanza a lamentables pasos en el sur del país. En el sur se desarrolla el funesto Arco Minero del Orinoco (AMO), ahí se realiza un sanguinolento combate entre grupos irregulares armados por el control de la explotación de una riqueza mineral que escasamente tributa al fisco. La enorme contaminación de la mega minería a cielo abierto y la minería artesanal con mercurio, destruye grandes reservas ambientales completamente irrecuperables. Contamina agua dulce y aniquila hábitats que en su proyecto integral, ocupa un área de casi tres veces del tamaño de Holanda. El cierre completo de esas actividades es imprescindible para una clase obrera que debe ser consciente de la destrucción del hábitat que se realiza actualmente. Marx decía que la naturaleza es una extensión inorgánica de nuestro cuerpo, es decir, las agresiones contra ella, son golpes contra uno mismo, es como destruir tu propia casa y fuente de riqueza natural. Una recuperación de la industria petrolera, a niveles mínimos, sería mil veces más beneficiosa que el ingreso fiscal que en el mejor de los casos se pudiera recibir en el AMO. Ni hablar que la destrucción ambiental sería mucho menor.
El salario real NO subió con el auge de renta petrolero y el despilfarro
Algunos dicen que Chávez amaba a los obreros y que Maduro los detesta. Por eso, según ellos, antes los salarios subían y ahora no. La realidad es que la caída salarial (a dólares no oficiales), período 2001 (diciembre) al 2012 (diciembre, plena bonanza), es de – 55 %. En 2013 Maduro seguía exactamente la política económica de HCF, con un precio del barril muy alto, sin sanciones y con una producción petrolera aún importante. Aún así, a diciembre de 2013, el salario (a dólares no oficiales) ya había caído en – 84 %. Una destrucción total del ingreso obrero que se aprecia en el gráfico que colocamos a continuación.
Es imposible que cualquier Presidente que continuase con esas políticas económicas, tuviera un resultado distinto a una caída del – 84 %, ya que los aumentos de salario nominales basado en ampliaciones de dinero sin respaldo en la producción, son rápidamente absorbidos por la inflación. La destrucción del salario a 2013 no es más que el resultado de políticas económicas realizadas en años previos (2004-2012), que poco a poco fueron destruyendo por completo el tejido industrial, comercial, agrícola y productivo en general. En 2013 había que dar un giro de 180 grados, un cambio absoluto y radical en las políticas económicas que se venían llevando a cabo, el asunto es que Maduro las continuó sin mayores permutas, lo que profundizó a la postre la crisis y nos hundió en la actualidad a no sólo tener el salario mínimo más bajo del planeta, si no también detentar uno de los poderes adquisitivos más bajos del planeta. Es decir, a tener precios relativos de alimentos a precios por arriba de los internacionales en muchos rubros. En el gráfico 4, a continuación, se observa el salario real, y el poder adquisitivo que representa en un índice transversal.
Según el BCV, el PIB construcción entre 2013 y primer trimestre de 2019 disminuyó en 97 %, una desaparición sistémica. Si no hay producción, si los obreros no se ocupan productivamente, no pueden tener remuneración que les permitan tan siquiera reproducirse biológicamente. Por ello la dramática emigración masiva y la extrema pobreza evidente en las calles.
La feroz pobreza no se puede resolver con aumentos nominales decretados por el Ejecutivo. Maduro ha aumentado el salario (con el cesta ticket) hasta alcanzar los Bs. 80.000.000.000.000,00 (Si no le hubieran quitado ocho ceros al cono monetario: 2008 (3) y 2018 (5)). El incremento salarial acumulado desde diciembre de 2013 hasta la fecha actual, ronda los 20 millones por ciento. Es evidente que esos incrementos sólo se han visto acompañados por un deterioro del salario real, es decir, del poder adquisitivo efectivo que el salario permite desplegar. Por ende, no hay forma ni manera de incrementar el poder adquisitivo sin un drástico incremento de la producción, productividad y eficiencia. Ello implica un cambio substancial en las políticas económicas que permitan un desarrollo de fuerzas productivas sostenido con base a un aumento en la capitalización de las empresas, la escala productiva y la inversión.
Proletarios uníos… y una luz al final del túnel
Una propuesta relativa a la indexación salarial se hace cada vez más necesaria. El salario se podría ajustar cada mes, en la misma variación que el tipo de cambio expresa. Algo similar podría darse si se pagan los salarios en petros y éste es plenamente convertible a bolívares o divisas en un mercado completamente transparente, libre y abierto. Pero para que ello suceda, ha de correr bastante agua por el río. Igual es en el ámbito sindical, ahí hay miles de contratos colectivos vencidos, encarcelamiento de sindicalistas que protestan contra el gobierno (Rubén González, Rodney Álvarez, entre otros) y un rosario de violaciones flagrantes a los derechos laborales más elementales.
Un gobierno de amplia unidad nacional parece ser la única vía para frenar esta destrucción espantosa de las condiciones de vida de millones de trabajadores, que sin duda podría causar un rebrote migratorio aún más dramático. Dicho gobierno de amplia base pudiera acceder a los fondos congelados en el extranjero por las sanciones, solicitar préstamos importantes a multilaterales (FMI, BM, BID), vender petróleo a futuro a través de títulos fungibles, atraer grandes inversiones de capital para recuperar el aparato productivo y renegociar una moratoria (formal) de la deuda externa con un apoyo inicial de cobertura y mejores tasas de interés. Nada de esto puede realizarlo el gobierno actual. Ni siquiera sus aliados más poderosos (Rusia y China) han mostrado las más mínima intención de emprender una minúscula ayuda económica.
De no hacerse, el gobierno podría “resistir”, podría apelar a distribuciones muy disminuidas de alimentos, incrementar la fuerza represiva y mantener algunos subsidios. El problema es que una posible mejora de la situación económica no llegaría en el mediano plazo, la economía podría deteriorarse aún más y una pobreza atroz sería la forma estructural de vida por varios años…
@Marxiando