Rubén Coronel
El presidente de la República, Nicolás Maduro, informó que en los próximos días anunciará un nuevo plan especial para el abastecimiento de combustible.
La iniciativa es ir por “fases a la normalización de abastecimiento de la gasolina”, dijo Maduro en alocución televisiva. Además, agradeció al Gobierno iraní por el envío de cinco taqueros cargados con combustible y aditivos para reactivar la refinación en el país.
El sábado 23 de mayo arribó a la nación el primero de los buques, el cual partió del puerto petrolero de Bandar Abás en la República Islámica de Irán, para abastecer la demanda interna de gasolina.
Ese día llegó a aguas territoriales venezolanas el primer tanquero Fortune, mientras lunes y martes arribaron la segunda y tercera embarcación llamadas Forest y Petunia respectivamente, todos cargados de gasolina.
El 4 de abril, desde el Palacio de Miraflores, en Caracas, El Aissami leyó un comunicado emitido por la Comisión Presidencial “Alí Rodríguez Araque”, designada por el Jefe de Estado para la defensa, reestructuración y reorganización de la industria petrolera nacional.
En el Comunicado, denunciaron que la administración del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha recrudecido el criminal bloqueo contra Venezuela, impidiendo la legítima disponibilidad de los recursos financieros para acceder a medicamentos, alimentos y servicios esenciales.
Además, con el perverso plan de bloqueo naval y el amedrentamiento recurrente que ha venido realizando los EE.UU. contra potenciales proveedores del país, impide el suministro de los aditivos químicos, insumos y repuestos necesarios para el proceso de producción del combustible que es distribuido a nivel nacional, cita el Comunicado.
Se cayo la tesis del Bloqueo, ganó la tesis del Control Social, Venezuela padece en estos momentos la peor escasez de combustible de su historia. No una de las más graves. La peor. Es algo sin precedentes en el país. Ni siquiera durante el gobierno del presidente Isaías Medina Angarita (1941-1945) con las restricciones de todo tipo impuestas por la Segunda Guerra Mundial se había visto algo de estas dimensiones. Aquel era un país mayoritariamente rural con un parque automotor incipiente. La Venezuela 2020 (como cualquier otra sociedad de esta época) depende totalmente de los motores de combustión interna y por consiguiente de gasolina y gasoil para la vida diaria.
Esta crisis también es peor a la ocurrida como consecuencia del paro petrolero de diciembre/enero de 2002/2003 que paralizó Petróleos de Venezuela, PDVSA. En esa ocasión el cese de operaciones de las refinerías pudo ser suplida con importaciones, y una vez que el conflicto cesó aquellas pudieron reanudar operaciones.
El parque refinador tiene capacidad de procesar más de un millón de barriles diarios de combustible pero hoy no es capaz de producir ni siquiera 40.000 como consecuencia de años desinversión y malos manejos técnicos.
Desde hace un mes en Venezuela sufre un severo racionamiento de gasolina y diésel que la ha paralizado casi por completo. Eso pese a que el consumo nacional se ha desplomado en los últimos siete años de 600.000 barriles día en 2012 a 150.000 a inicios de este año. De estos, 110.000 se importaban.
Sin embargo, parece que nada de esto le quita el sueño a Nicolás Maduro. Si se presta atención a sus últimas intervenciones televisivas se podrá apreciar que no disimula su satisfacción.
En una entrevista telefónica concedida al canal público, VTV, afirmó tranquilamente que «Venezuela tiene que lograr la normalidad relativa y vigilada” luego de derrotar al coronavirus. Considera que la pandemia es una oportunidad para reforzar su control sobre la población.
Esta es una opción que en este momento está acariciando. Una que no pretende resolver el problema sino usarlo. Darle una utilidad política reforzando el control social sobre la población haciendo que dependa de las bolsas de comida y lo litros de gasolina que él controlaría.
Mientras tanto culpará (con el respaldo de voces nacionales e internacionales en apariencia objetivas) a Juan Guaidó y a Donald Trump. Es pues, el conocido libreto aplicado en Cuba por Fidel Castro.