Renunciar a la presidencia de Venezuela a cambio de poder irse a Cuba sin que le tumben el avión, es lo que muchos opositores desean que Nicolás Maduro le proponga a Donald Trump si efectivamente se reúnen. Por mi parte, yo me opongo a cualquier salida inconstitucional y deseo que Maduro termine su mandato.
La realidad es que nadie puede obligar a Maduro a renunciar y las sanciones económicas de EEUU no lo lastiman ni a él ni a su círculo de poder, quien sufre terriblemente es el pueblo de Venezuela.
El bloqueo gringo no tumba gobierno (no sirvió contra Cuba), tampoco hay signos de un golpe militar ni un estallido social, y quien vea estos escenarios en un futuro cercano, está subestimando al aparato estatal de inteligencia y seguridad más poderoso y eficaz de la historia de Venezuela.
No obstante, tengo certeza de que Maduro y su politburó, a pesar de saberse consolidados en el poder, están interesados en una mayor «gobernanza», o sea, la posibilidad de dirigir la nación con mayor aceptación popular y mejor situación económica (lo primero está casado con lo segundo). Gobernanza es lo desea cualquier presidente de izquierda y de derecha. Y para lograrlo, es vital el levantamiento del bloqueo estadounidense.
Elecciones generales ajustadas al estándar internacional es lo mejor que Maduro puede ofrecerle a Trump a cambio de la eliminación de todas las sanciones gringas que han herido gravemente a la economía nacional. Esto incluye la inmediata devolución de CITGO y demás bienes venezolanos en el exterior valorados en billones de dólares, también la total libertad de nuestro país para realizar transacciones financieras, bancarias y comerciales en el mundo. Cero confiscación, cero secuestro de nuestras cuentas en bancos, etc. En respuesta, EEUU deberá dar la promesa de no intervención militar con el aval de garantes internacionales.
Para convocar a elecciones generales, existe la Asamblea Nacional Constituyente, quien siendo plenipotenciaria haría este llamado conjuntamente con un referendo aprobatorio a la nueva Constitución, del mismo modo que se hizo en 1999. Este escenario es más favorable para Maduro, en vez de enfrentar el referendo revocatorio presidencial de 2022 donde todos sus adversarios se unirían por la opción del «si» a su salida del poder.
En cambio, una elección general que involucre la presidencia de la república y a la Asamblea Nacional al mismo tiempo, supone la presentación de candidatos de muchos partidos y con ello un efecto de desunión en la oposición que le da más oxígeno electoral al gobierno.
Al mismo tiempo el PSUV podrá hacer examen político interno y decidir soberanamente si Maduro debe postularse nuevamente al cargo o si Diosdado Cabello debe asumir las riendas de una nueva etapa política del país. Ese debate es existencial para el «Chavismo post Chávez» y tendrá que darse más temprano que tarde.
El año de esa elección general debe preceder la fecha del referendo revocatorio presidencial (enero 2022) que la Constitución ordena. En mi criterio, es políticamente inconveniente que Nicolás se exponga a un referendo revocatorio que maltratará su figura como máximo dirigente nacional y que unificará a sus heterogéneos enemigos (como ningún otro evento electoral podría hacerlo). Otra opción, que yo no comparto, es impedir judicialmente el referendo, tal cual se hizo en 2016 pero eso complicará más la difícil situación de Venezuela sancionada por el mundo occidental (EEUU, Unión Europea, etc).
Como hombre revolucionario y democrático, mi mayor anhelo es ir a elecciones libres y que gane quien obtenga más sufragios. Anhelo que con buena gestión gubernamental, la mayoría popular se coloque a favor de la revolución bolivariana y que esto lo reflejen los votos de manera limpia. Así lo hizo Hugo Chávez en su momento y yo todavía soy chavista, a pesar de las adversidades.
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