La limitación de la capacidad de libre acción es un imperativo del tiempo incierto que se nos impone como un período de peligro inminente. Nadie puede escapar de la sensación de riesgo coercitivo.
Gustavo Luis Carrera
REDUCCIÓN. Lo primero que se observa es la inevitable reducción de la movilidad y del relacionamiento. Estamos impelidos a encerrarnos en nuestros hogares y a producir un inusual aislamiento; pasamos a estar circunscritos a un perímetro determinado y a auto segregarnos en la colectividad. Inclusive en la dimensión familiar se establece un distanciamiento que llega a ser lo más parecido a una triste ruptura circunstancial de relaciones. De hecho, nos encontramos en la situación de reducidos sociales.
CONFINAMIENTO. Una figura de castigo judicial muy antigua, existente desde los tiempos más remotos, es la que más se asemeja a la situación que vivimos actualmente: el confinamiento. Es una restricción que equivale al llamado arresto domiciliario o más descarnadamente, a casa por cárcel; siendo un recurso habitual en enredos tribunalicios, ya sean políticos, administrativos o de cualquiera otra índole. Lo otra dimensión, también penal o política es la del confinamiento en un territorio determinado. Por ejemplo, la limitación de desplazamiento en el Distrito Federal, sin ni siquiera poder ir al Litoral. El confinamiento es una forma trucada de imponer una condena provisional.
PRISIÓN. El hecho incontestable es que sufrimos un encierro. Padecemos una reclusión. Prisión protectora; pero, prisión a fin de cuentas. De allí que desde cierta perspectiva se considere que estas restricciones coartan libertades públicas y derechos democráticos. Y en efecto es así. Al menos visto en un sentido exógeno. Desde fuera, a groso modo, puede considerarse que encaramos limitaciones forzosas, al igual que un encarcelado. No cabe duda de que al restringirse la libertad elemental de la movilidad y el desplazamiento se está vulnerando un fundamento del sistema democrático; pero, nadie puede dejar de ver que, en este caso, la imposición emana de un cataclismo o fenómeno asolador que va más allá de la voluntad personal o colectiva. Por ello, resultan sorprendentes las manifestaciones públicas que se realizan en varias partes del mundo exigiendo restitución de la libertad de movimiento; en todo caso, no se trata de un derecho cercenado a capricho gubernamental, sino de una imposición ambiental en procura de la defensa del ataque mortífero del virus surgido en China y esparcido internacionalmente. Ahora, de que tenemos la angustiosa sensación de estar presos, es cierto que la vivimos. Y simplemente porque estar confinado es estar prisionero.
VÁLVULA: «La reducción de la libertad de movimiento y de desplazamiento es el primer paso hacia un riguroso confinamiento que se impone por la fuerza del riesgo de contaminación de esta mortífera pandemia que asola el mundo entero. El resultado para el confinado es la amarga experiencia de estar preso».
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