En 1992 el catedrático Francis Fukuyama escribió un libro donde predijo el fin de una época, y el inicio de otra libre de guerras e ideologías, “El fin de la Historia y el último hombre”.
Esto, a raíz de la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética como paradigma del comunismo y de la economía estatista. Según el autor, la humanidad se abría hacia el triunfo definitivo del liberalismo y la economía de mercado.
La predicción parecía cierta en ese momento, pero pocos años después, muy pocos, no solamente reaparecieron e intensificaron guerras en todo el globo terráqueo sino también nuevas y más sangrientas modalidades ideológicas que se globalizaron con rapidez inconcebible, desde el Medio Oriente hasta la América Latina, pasando por Europa y el mismísimo milenario continente asiático. Guerras por fronteras, etnias, religión, economía e ideologías.
Con furia inusitada y desconcertante apareció el Califato Islámico, Daesh o ISIS como se reconoce esta pandemia sangrienta que se globalizó rápidamente con atentados mortales en Europa, Estados Unidos y el Medio Oriente (por cierto, en Venezuela se acaba de inaugurar un supermercado iraní que paradójicamente se llama Magasis -Mega Isis-). Este fundamentalismo religioso o islamismo político, con pasión desenfrenada se dedicó a destruir, como también hicieron los talibanes en su momento, importantes monumentos históricos catalogados como patrimonio de la humanidad y realizar actos de terrorismo masivo, pero también a degollar cristianos, homosexuales, periodistas, mujeres, y a musulmanes no partidarios de su corriente religiosa, la sunita.
Por supuesto, no podemos pasar por alto la irrupción en nuestro continente del llamado Socialismo del Siglo XXI, una mezcla terrorífica de militarismo, absolutismo, comunismo, nihilismo, corrupción, narcotráfico, terrorismo, lavado de dinero y mucha contradicción y desestabilización orientada a fracturar el estado de derecho sustentado en valores como la democracia, el respeto a los derechos humanos y la economía de mercado; todo ello posible por el financiamiento sin límites originado en el precio del petróleo que permitieron al régimen cubano y a su megalómano pupilo Hugo Chávez, expandir su proyecto al continente, resucitar cadáveres políticos y cambiar la geopolítica internacional, desde China hasta Mozambique, pasando por la culta y milenaria Europa latina.
Por supuesto que no fue el fin de la historia, pero sí, con todos los movimientos sociales, radicales o no, como el LGBT, Femme, Me too, Black lives matter, Facis, fraccionamiento de unidades nacionales, las modernas comunicaciones que surgen y se hacen sentir, estamos en presencia de un indetenible cambio epocal, como lo fue la conquista de Constantinopla que puso fin a la Edad Media.
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