La vasta dimensión mundial se ve reducida en sus proporciones por obra de la facilidad de transportación y de intercomunicación que resulta de los adelantos tecnológicos de la actualidad. No es exagerado, en consecuencia, sentar que esa vastedad territorial se comprime al mínimo, siendo casi una dimensión parroquial.
REDUCCIÓN COMUNICATIVA. Es evidente que el transporte aéreo modificó totalmente las inmensas proporciones de un globo terráqueo imposible de ser recorrido en un tiempo manejable. Esta nueva vinculación expedita condujo a una interrelación prácticamente inmediata, unida a la reducción espacial representada por la instantánea vía comunicacional. La posibilidad de acceder «en vivo» a la información internacional, que ahora nos parece normal, es una sorprendente adquisición de nuestro tiempo. Es decir: se ha producido una gigantesca reducción de las dimensiones de un mundo de inmensas proporciones. Solamente que ahora todo se compromete con el aislamiento impuesto por la pandemia.
AGRUPACIÓN INFORMÁTICA. Si el transporte aéreo y la comunicación audiovisual han transformado la noción de distancia en la actualidad, no menos ha intervenido en ello la vinculación generada por los sistemas informáticos. El internet y las redes sociales han creado una agrupación específica de todo un amplio sector de la comunidad internacional. Se ha generado una dimensión propia en la difusión y el intercambio de noticias y de información en general. Solamente que este acuerpamiento informático ve comprometido su alcance por el aislamiento impuesto por el virus actual.
UNA ALDEA EN AISLAMIENTO. Decía Marshall McLuhan que el mundo es una «aldea global», destacando cómo los medios informativos y la potencialidad informática han restringido el mapa mundial, convirtiendo la totalidad en una aldea globalizada. Es tal la facilidad comunicativa que el conjunto mundial se comprime, simbólicamente, en la dimensión de una aldea, donde todo y todos están en una manifiesta proximidad. Cohesión que ahora se rompe bajo los embates de la virulenta pandemia que asola a todo el mundo; haciendo que la fragmentación produzca un archipiélago de islas que se miran entre sí con temor y sospecha. En realidad, este inesperado cataclismo no sólo pone a prueba la llamada globalización, sino que obliga a un distanciamiento social y a una rigurosa prevención, que a fin de cuentas se corresponden con un aislacionismo. Con anterioridad hemos señalado cómo el confinamiento equivale a una forma soterrada de prisión; así como el distanciamiento social abre la perspectiva de una desintegración de los parámetros habituales de socialización. ¿Significa esto que se rompe definitivamente el territorio global, fragmentándose sin remedio? De hecho es así; al menos en lo inmediato. Destaca, al final, la peculiaridad de que vivimos en una aldea en restrictivo aislamiento.
VÁLVULA: «Los sistemas de transporte y el intercambio comunicativo de nuestro tiempo, aunados al acuerpamiento colectivizante de los procesos informáticos, han convertido el mundo en una aldea universal, actualmente en riguroso aislamiento sanitario».
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