Bielorrusia, Cuba y Rusia son dictaduras disfrazadas de democracia, porque los procesos electorales les proporcionan esa máscara.
Enrique Meléndez Oropeza
La posición de la Iglesia, según el documento emanado de la Conferencia Episcopal, viene a corroborar eso que decía en anterior oportunidad, de que estamos en un círculo vicioso, y en el cual cada parte tiene la razón, pero ninguna conduce a nada, por lo que algunos ya no hablarían de un círculo vicioso, sino de un falso dilema, o sea, como tal no se trata de una elección; puesto que no vamos a un final feliz; en el desenlace de la misma, sino trágico, y que es lo que explica la descalificación en la que caen los defensores de una y otro posición a falta de argumentos; propiciando, en ese sentido, la división en las fuerzas opositoras, y que es lo que quiere Nicolás Maduro, para terminar privándose de la risa allá en Miraflores. He allí pasto para esa comida que se tragaba Diosdado Cabello (tragar en el sentido de tragarse a una persona) en su programa, antes de desaparecer de escena; porque, viéndolo bien, ese tipo de programa suyo no deja de ser pura paja; como decimos en criollo. Pues, por lo demás, estamos viviendo un momento muy tenso.
Es verdad que en todos los espacios democráticos hay que participar; como lo hace ver la Iglesia; sobre todo, en lo que atañe al derecho al voto; con independencia de las condiciones que te pongan, respecto a la normativa que va a regir el proceso comicial; que es la parte pragmática de este asunto; dicho en lenguaje maquiavélico sería: el fin justifica los medios, y que es lo que ha causado consternación en la opinión pública; al punto de rodar por las redes sociales un mensaje cargado de ironía, con relación a un hipotético escenario eclesiástico; salido de la imaginación de uno de nuestros humoristas, y no se olvide que el propio Libertador llamó escuela de la tiranía al libro El Príncipe de Maquiavelo, y que es lo que hace pensar en esta oportunidad la posición de la Iglesia, y en la cual establece un pacto con el diablo; sobre todo, por el carácter pragmático, que adopta dicha posición, y la que peca, en ese sentido, de participativista, y que es lo que ha llevado al sector pragmático a celebrar por todo lo alto la aparición de dicho documento.
De hecho la argumentación de esta gente se basa en hechos empíricos; se trae a colación el supuesto error, que se cometió en el 2005; cuando se le entregó en bandeja de plata la Asamblea Nacional a Hugo Chávez; luego, las diferentes derrotas que se han tenido, cuando se ha pretendido salir a la calle, y tratar de llegar hasta Miraflores, para sacar a la carrera a Nicolás Maduro y compañía de allí; luego lo acertado que se fue en el 2015; cuando se arrasó con todas las curules de la AN, y así sucesivamente. Es más, hasta se remontan en la historia, y entonces traen a colación del famoso episodio de 1952; cuando el pueblo adeco votó por la entonces Unión Republicana Democrática (URD), el partido de Jóvito Villalba, con motivo de unas elecciones que se convocaron ese año, para elegir una Asamblea Constituyente; mientras la dirección de Acción Democrática había decidido bajar la línea de la abstención, y en donde no se toma en cuenta; primero, que AD estaba ilegalizada en ese momento; segundo, que la verdad es que también se trataba de un proceso electoral que no era del todo constitucional; puesto que lo que correspondía en ese momento era la convocatoria de una elección presidencial, tal como lo contemplaba la Constitución de 1947, y no la convocatoria a una Constituyente; que le salía a Pérez Jiménez de sus entrañas, para no decir otra cosa; puesto que a él no le convenía medirse en un proceso de tal carácter, y la prueba está en que URD le saca una ventaja doble a su partido, el Frente Electoral Independiente en esos comicios.
He allí donde se comprueba esa tesis histórica, de que nuestro devenir republicano se mueve como en una especie de espiral, y donde cada situación se repite, sólo que desde otra posición; visto que estamos ante el mismo escenario que se vivía en aquel año de 1952; porque, en efecto, para llegar a este proceso que tenemos pautado para el próximo 6 de diciembre, se ha andado por el camino de la truculencia; empezando, porque lo que está pendiente, además de la elección para una nueva AN, es la elección presidencial; teniendo presente que la que se hizo el 20 de mayo de 2018 no fue del todo constitucional, y que fue lo que llevó a que Juan Guaidó considerara el actual ejercicio de la presidencia por parte de Nicolás Maduro una usurpación. Aquí no nos corresponde entrar en detalles, a propósito de esa violación constitucional. El hecho cierto es que si tú aspiras ser coherente en política, tienes que respetar tus posturas, y una de ellas es la exigencia de un proceso de elección presidencial, tal como lo establece la Constitución; pues de otro modo Maduro no es usurpador.
Aparte de que te consigues con unas condiciones, que también están peleadas por completo con la Constitución, a partir de esas truculencias, que se han hecho para acomodar los hechos, de tal manera que votas; pero no eliges; una estulticia, que ha sido siempre la estrategia de los gobiernos dictatoriales, y donde todo se acomoda, a los fines de darle una cierta legitimidad democrática al régimen; en un momento en que este sistema de gobierno es el que se ha venido imponiendo con la modernidad en la comunidad internacional; tal como se acaba de ver en Bielorrusia; como se vio recientemente en Cuba y en Rusia: dictaduras disfrazadas de democracia, y esto porque los procesos electorales les proporcionan esa máscara. Razón por la cual los abstencionistas se niegan, asimismo, a participar en esta trampa electoral, como la llaman, que se ha preparado para el 6 de diciembre. Por ahí alguien lo echó a rodar: me manejo con la estrategia del fraude continuado; pero si logras desbordarlo, y ganas, entonces te coloco un organismo paralelo, una especie de protectorado en la entidad; si te abstienes, te ilegalizo el partido, y si te alzas, te mato.
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