Los patriotas independentistas sabían que solamente la unidad podía llevarlos al triunfo
Gustavo Luis Carrera
El principio afirmativo se fundamenta en su negación: “la debilidad es la desunión”. En efecto, el proceso histórico acumula ejemplos de este ajedrez de dualidades: para dominar a un pueblo, nada mejor que lograr dividirlo en fracciones opuestas o distantes entre sí. La unidad es un firme opositor; la división es un aliado insuperable del autócrata.
«DIVIDE, Y VENCERÁS». De muy antigua prosapia es este precepto siempre usado en su innegable efectividad. Válido desde la antigua Grecia, adquiere particular significación en el dominio ejercido por el Imperio Romano. Inclusive se atribuye su uso a Julio César («divide et impera»). Y se intensifica su fama al aparecer en «El príncipe», de Nicolás Maquiavelo, a mediados del siglo XVI.
De hecho, la idea es simple: si se logra sembrar la división en el grupo opositor, por más fuerte que parezca, su fragmentación lo hace débil, fácil de vencer y de domeñar. El pueblo lo ha adoptado como dicho o refrán, y aparece en el puesto 502 del “Refranero oriental” de Antonio Carrera Sibila, con esta apostilla: “El enemigo se debilita cuando se fracciona, y por tanto se hace menos temible”.
LA VIGOROSA UNIDAD. En la dimensión de los símbolos, es fácil captar el mensaje implícito: la suma es sinónimo de vigor. Y en el plano de una colectividad, en la proyección de una idea socialmente fundada, la unión es el arma más poderosa, imbatible, vencedora.
Y esto lo sabe bien el déspota, que lucha tesoneramente por lograr desunir a su adversario, por atomizar a su oponente, reduciéndolo a una resta de disidentes, cuando antes era una suma de unitarios. El vigor de la unidad es el símbolo del camino de la esperanza y del triunfo justiciero. Pero, es un camino de alta conciencia.
LA LECCIÓN DE NUESTRO HIMNO NACIONAL. Justamente, nosotros no tenemos que ir muy lejos para hallar una prueba más de lo que venimos exponiendo: tenemos, al alcance de la mano, la consigna proclamada en los versos hexasílabos de nuestro espléndido Himno Nacional: “compatriotas fieles, / la fuerza es la unión”. ¿Y acaso no sabían, más que nadie, los patriotas independentistas que solamente la unidad podía llevarlos al triunfo?
No es casual que el autor de la letra haya incluido este elocuente y certero aforismo en su aguerrido cantar caraqueño. Ahora, en la proyección actual, la realidad de la desbandada de lo que debería ser una fuerza unitaria es responsabilidad de quienes manejan los hilos doctrinarios y los mecanismos de acción de esa colectividad, para la cual ellos deberían ser guías y no victimarios.
Favoreciendo la división, propiciando la desunión, cometen un crimen social y político que la historia ha de reclamarles. Desoír, e inclusive traicionar, la lección de nuestro Himno Nacional es pecado que se paga caro.
VÁLVULA: «La experiencia histórica se resume en una conclusión irrefutable: la división es el camino a la derrota. Y la sabiduría popular la potencia de manera concluyente: “divide, y vencerás”. Este indiscutible precepto es la contrapartida de la voz de nuestro himno nacional: “la fuerza es la unión”.
Más allá de posiciones abstrusas y de oscuras divisiones, no hay duda de que el compromiso del triunfo está en lograr la unidad. Sin falsas justificaciones, que la historia juzgará de manera implacable”.
EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.