El flujo migratorio de los venezolanos que siguen abandonando el país, no se ha detenido, razón por la que los organismos nacionales e internacionales coinciden que para fines del año en curso, esta habrá alcanzado un máximo de entre siete u ocho millones de migrantes.
Oscar Battaglini
Esa ha sido una de las consecuencias más graves de la catástrofe provocada por el chavezmadurismo en nuestro país.
La destrucción de la que ha sido objeto nuestra sociedad en el ámbito de la economía (de la producción en general, del salario y las pensiones, del empleo y la seguridad social, etc), y de los servicios públicos (salud, educación, agua, electricidad, gasolina, transporte, etc).
En una palabra, la destrucción de las condiciones de vida de la población venezolana, es lo que ha forzado a más de seis millones de venezolanos a irse del país, huyendo de la pesadilla que significa este gobierno; de la falta de oportunidades, de la opresión social y política; del hambre, de la miseria y el exterminio; huyendo en suma, del desamparo más absoluto al que se han visto sometidos los venezolanos por la barbarie imperante desde hace más de dos décadas.
En un principio, como es sabido, la migración venezolana adquirió un carácter selectivo, representada, básicamente por profesionales de la salud (médicos y personal de enfermería); pero, a medida que se han ido acentuando los efectos de la crisis nacional, la migración no solo se ha extendido a los sectores mayoritarios de nuestra población, sino que se ha multiplicado y masificado hasta llegar a la cifra; lo que no quiere decir que se haya estabilizado o que ese sea el tope máximo que pueda alcanzar.
El éxodo de ese creciente número de venezolanos, no ha sido provocado por un conflicto armado interno o internacional, ni por un acto de expulsión por razones políticas»
La verdad es que el flujo migratorio de los venezolanos que siguen abandonando el país, no se ha detenido, razón por la que los organismos nacionales e internacionales que le viene haciendo seguimiento a la diáspora venezolana, coinciden en afirmar que para fines del año en curso, esta habrá alcanzado un máximo de entre siete u ocho millones de migrantes.
En la actualidad la migración venezolana se encuentra repartida entre los siguientes países: Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Chile, Argentina, Estados Unidos, Panamá, República Dominicana y México, principalmente.
En relación con esta cuestión, conviene subrayar dos cosas que, no obstante su carácter evidente, requieren ser registradas y dejar expresa constancia de su existencia, tanto para el presente como para la memoria histórica. En primer lugar, que el éxodo de ese creciente número de venezolanos, no ha sido provocado por un conflicto armado interno o internacional, ni por un acto de expulsión por razones políticas, o por efecto de una desgracia natural, sino como consecuencia de una gestión gubernamental fallida, deliberadamente dictatorial, usurpadora y perversa, que ha colocado a la inmensa mayoría de la población venezolana ante una situación de inminente riesgo de exterminio.
Situación esta que encaja perfectamente en lo que se define como tal en el estatuto de Roma, y ha dado pie para que la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, y la Comisión Especial para la Determinación de Hechos de esta organización internacional, hayan afirmado de manera reiterada, que el régimen madurista está incurso en crímenes de lesa humanidad.
La dictadura madurista se ha mostrado o actúa como si ella no tuviera nada que ver con el asunto, es el impacto que la masiva migración venezolana»
Juicio al que vino a sumarse la opinión de la Fiscal de la Corte Penal Internacional, quien también, en su último informe ha afirmado que existen fundados indicios de que en Venezuela se cometen crímenes de lesa humanidad.
Y, en segundo lugar, el hecho de que toda esa gente que se ha visto forzada a irse del país en procura de un destino mejor para sí y para sus familiares, no ha recibido de parte del régimen dictatorial, ninguna atención ni apoyo diplomático que contribuya a resolver tanto la problemática de su estatus legal en los países huésped o receptores, o su inserción en la estructura económica y de servicio de los mismos.
Lo que sí ha hecho -en correspondencia con su condición de régimen político movido por la pulsión de lo miserable y vil que lo caracteriza-, es manipular demagógicamente a los pocos migrantes (un número ínfimo en relación con el grueso) que han decidido regresar al país, o que por alguna razón, justificada o no, han sido objeto de medidas de deportación.
Otra cuestión frente a la cual la dictadura madurista se ha mostrado o actúa como si ella no tuviera nada que ver con el asunto, es el impacto que la masiva migración venezolana está ejerciendo en la estructura y en la dinámica de los países que en América Latina le han dado albergue.
Es preciso reconocer y expresar el más profundo agradecimiento por la manera como estos países (sus gobernantes y sus pueblos), sobreponiéndose a todas sus limitaciones»
En tal sentido, no debe olvidarse que se trata, como también es nuestro caso, de países de muy escaso desarrollo relativo en todos los órdenes; particularmente en el ámbito económico y de su infraestructura de servicios, sobre todo teniendo en cuenta el problema de la pobreza endémica que históricamente ha afectado su desarrollo integral.
Anomalía que en estos momentos ha adquirido dimensiones inusitadas debido a los efectos catastróficos de la pandemia del Covid-19, sobre sus economías, y los intercambios internacionales.
Sin embargo, es preciso reconocer y expresar el más profundo agradecimiento por la manera como estos países (sus gobernantes y sus pueblos), sobreponiéndose a todas sus limitaciones, no solo han acogido con demostrada solidaridad, a los miles y millones de connacionales que han tocado a sus puertas; al tiempo que mantienen la posición de acompañar a los venezolanos en su lucha por la recuperación de la libertad y la democracia en nuestro país.
Comprendemos perfectamente las implicaciones negativas adicionales que ha asumido la problemática interna de cada uno de esos países al haber tenido que dar cobijo y protección a una población desesperada, y en muchos casos, en compañía de familias enteras, que, en muchedumbre se hizo presente en sus territorios.
Hay que desarrollar una acción convergente y al unísono de la oposición democrática del país y de los actores políticos de la Comunidad Internacional, interesados un una solución pacífica y constitucional de la crisis política y social venezolana»
Pero, al mismo tiempo es necesario entender: 1- que la permanencia masiva de venezolanos en los territorios de esos países, tiene un carácter temporal; es decir, hasta el momento del desplazamiento del poder de la dictadura militarista, e inicio del proceso de recuperación económico-social del país; 2- Que la solución de la problemática generada por la diáspora venezolana en la región, tiene que producirse, necesaria y fundamentalmente en el territorio de la sociedad venezolana, en el desarrollo de una acción convergente y al unísono de la oposición democrática del país y de los actores políticos de la Comunidad Internacional, interesados un una solución pacífica y constitucional de la crisis política y social venezolana.
Ese es el espíritu que debe guiar la iniciativa de diálogo adelantada en estos momentos por el Grupo de Contacto Internacional.
EL AUTOR es historiador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, co-fundador del partido Liga Socialista y exrector del Consejo Nacional Electoral. Autor de los libros “Legitimación de Poder y lucha política en Venezuela” y “El medinismo, modernización, crisis política y golpe de estado”.