Es dramática la desnutrición que se registra en los niños de nuestra sociedad, me dice mi amigo Rafael Arreaza, ex presidente del Seguro Social, quien se dedica a llevar a cabo medicina social en nuestros barrios populares, a propósito de su condición de médico-pediatra.
Enrique Meléndez
Decía uno de los altos funcionarios del gobierno, entrevistado por uno de esos canales abyectos del Estado, de cuyo nombre no quiero acordarme, que él no se explicaba eso que dice la oposición de que el venezolano está percibiendo menos de un dólar mensual como ingreso.
Concluía que entonces la gente se estuviera muriendo de hambre, lo que demuestra ese dicho de que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Por supuesto, el ingenio del venezolano enseguida lo captó, y lo echó a rodar por las redes sociales.
He allí el por qué mucha gente toma a mamadera de gallo la propaganda del régimen, sobre todo, esa que se difunde por esos canales abyectos del Estado, y entonces fulanito anuncia que se va de Venezuela a vivir en el país boyante, que dicen esos canales que existe, como lo es también el país de los hermanos Delcy Eloína y Jorge Rodríguez Gómez.
Todavía hay una resaca de nuestra población, sobre todo, gente adulta e ignorante que le cree todas esas mentiras»
Allí el sistema de salud supera al de cualquier país del primer mundo, donde los hospitales registran un superávit de camas por habitante, como sucedía en Venezuela entre las décadas de 1960-70. En educación superamos la meta del gobierno de Raúl Leoni, que fue el que más escuelas construyó a lo largo y ancho del país y así sucesivamente, logros y más logros, mientras media nación huye despavorida por todas las fronteras.
¿Mentiras piadosas? Por lo demás, cosa que no deja de asombrar al venezolano, que suele traerlo a colación en sus conversaciones, y entonces no le queda más que apelar a la ironía. Claro, todavía hay una resaca de nuestra población, sobre todo, gente adulta e ignorante que le cree todas esas mentiras, como lo pude comprobar hace poco en el caso de un señor, con quien coincidí en una de las estaciones del Metro, y mientras esperábamos el tren, su puso a hablar conmigo.
Porque, si en algo coincidimos los criollos en nuestra habla cotidiana es en lo relativo a la cruda realidad, que se vive a diario, los milagros que hace la gente para sobrevivir, y que es lo que se le escapa a ese alto funcionario, que no se explica cómo una familia puede mantenerse percibiendo como ingreso unos centavos de dólar a diario, como se niega a ver que la gente está comiendo de la basura. Empezando por ahí, luego, la cantidad de formas de ganarse la vida, que se ha venido inventando, proliferación, en ese sentido, del empleo informal, mientras ha desaparecido de la dieta del venezolano: la carne.
El sueldo mínimo ni siquiera alcanza para comprar medio cartón de huevos, que es lo que explica el hecho, de que yo diga que la gente huye despavorida por todas las fronteras»
Las cifras que aporta la Federación de Ganaderos de Venezuela, con respecto al consumo de carne en este país, nos hablan de que el común de los venezolanos apenas come cuatro kilos de carne al año. Lo que explica la desnutrición de nuestra población, y que se mide sobre todo, en los niños.
Es dramática la desnutrición que se registra en ese sector de nuestra sociedad, me dice mi amigo Rafael Arreaza, ex presidente del Seguro Social, quien se dedica a llevar a cabo medicina social en nuestros barrios populares, a propósito de su condición de médico-pediatra.
De acuerdo al resultado de sus consultas, tomando en cuenta que el sueldo mínimo ni siquiera alcanza para comprar medio cartón de huevos, que es lo que explica el hecho, de que yo diga que la gente huye despavorida por todas las fronteras, y se exponga a situaciones como esa tragedia que se vivió hace poco.
Cuando una embarcación, que venía de regreso de Trinidad y Tobago, sobrecargada de compatriotas, que no habían podido ingresar por los medios legales a dicho país insular, naufragó, y se reportó una cuarentena de ahogados; cuando no a ejercer los oficios más bajos fuera de nuestras fronteras. El propio Nicolás Maduro lo ha dicho: se han ido a lavar pocetas.
Este gobierno se sostiene, porque está sentado sobre las bayonetas; aparte de todo el aparato represivo que ha venido fortificando a su alrededor»
Una realidad, que era lo que iba a decir, que el señor, un señor septuagenario por lo demás, que me conseguí en el Metro, la admitía, pero alegándome que antes se vivía peor, porque estábamos condenados a soportar la tiranía de los gringos en nuestro país. Me dijo que todos sus hijos eran profesionales, que se habían podido graduar en sus respectivas carreras, no porque la democracia o los gobiernos de la República civil les habían facilitado los medios, para hacerlo, sino porque él toda su vida había trabajado como un burro, para costearle sus estudios. Pero, además, algo asombroso, me dijo que el Pacto de Punto Fijo había sido firmado en Estados Unidos, y que es una versión de los hechos que no deja de difundirse entre las opiniones del mundo del chavismo-madurismo.
Por supuesto, se trataba de un señor elegantemente vestido, lejos de estar famélico, como se nota en una gran parte de la población venezolana de hoy en día; donde hay hambre ¿Vive de sus hijos que están en el extranjero? No me abundó en mayores detalles. Incluso, hoy en día hace bromas la gente, cuando aparece un gordo: cosa extraña.
Está boyante, como este señor; que quién sabe de qué renta vivirán, pero lo cierto es que una resaca al menos de la población no se queja, pero todos los demás apuntamos a ese drama en nuestras conversaciones: una verdadera telenovela ¿Cuándo es que sale esta gente? Por supuesto, este gobierno se sostiene, porque está sentado sobre las bayonetas; aparte de todo el aparato represivo que ha venido fortificando a su alrededor, de modo que se permite hacer de la mentira una política de Estado.
Estamos presos de dos situaciones: por una parte, del cerco del hambre y de las necesidades: falta de medicinas, imposibilidad de movilización, precariedad de los servicios públicos; por la otra, tener que convivir con la mentira»
Es lo que explica el hecho de que sus altos funcionarios se asombren en los programas de televisión; porque se diga que nuestra población sobrevive con apenas unos 80 centavos de dólar al mes, y no es porque se trata de funcionarios cortos de vista, sino porque están obligados a mentir, de acuerdo a las pautas de la propaganda oficial.
En ese sentido, nosotros estamos presos de dos situaciones: por una parte, del cerco del hambre y de las necesidades: falta de medicinas, imposibilidad de movilización, precariedad de los servicios públicos; por la otra, tener que convivir con la mentira.
melendezo.enrique@gmail.com
EL AUTOR es escritor y periodista egresado de la Universidad Central de Venezuela y del Instituto de Estudios Superiores de América Latina, IHEAL – Universidad París III. Especializado en economía y política. Redactor del periódico La Razón.