Tenemos en la actualidad una contraposición entre una clase dominante, que se enriquece bestialmente, con nexos internacionales, a través de un aparato administrativo oficial que ignora el hecho, o es quien crea los paniaguados
Gustavo Luis Carrera
¿Pueden coincidir en un mismo país la civilización y la barbarie? ¿Es posible que coexistan, en un lugar la independencia y el sometimiento a un poder externo? ¿Cabe que a un tiempo, en un territorio, estén el oprobio instalado y el derecho conculcado? Rómulo Gallegos se hizo estas preguntas. Y las contestó en 1943.
EL OPROBIO INSTALADO. «Sobre la misma tierra» (1943) es una novela de Rómulo Gallegos de título denotativo: en un país se pueden dar, por igual, circunstancias determinantes que resultan, como en este caso, opuestas y hasta contradictorias. La acción está circunscrita al Estado Zulia, con particular énfasis en el Territorio Guajiro.
La intención es obvia: contraponer el abandono de una población, de una etnia, prácticamente de un Estado dentro del Estado, con su cultura, su lengua, sus tradiciones de orden guayú o guajiro, con la abundancia, el desarrollo técnico y la riqueza económica generados por la explotación petrolera. Aunque, en verdad, el gran beneficiado por el petróleo es el conjunto de consorcios petroleros extranjeros: ingleses, holandeses y en especial norteamericanos.
EL DERECHO CONCULCADO. Al mismo tiempo que se instalan las cabrias y los balancines de la extracción petrolera y se consolida el dominio de las compañías, decrece y va desapareciendo el derecho de propiedad y de supervivencia del pueblo guajiro; puesto de lado ante la obsesión de enriquecimiento, con toda la complicidad de abogados, empresarios y terratenientes del país.
Los derechos elementales son conculcados de manera demoledora. Mientras, el gran mensaje de la novela se resume en las palabras que el petrolero norteamericano, Mr. Hardman, le dice a Remota Montiel, representante del universo guajiro: «Mi país está pasándose una bonita temporada en el país de usted».
LECCIÓN HISTÓRICA ACTUAL. El sentido es obvio: el desarrollo técnico importado no fructifica en lo nacional, solo persigue beneficios temporales, y en cualquier momento puede marcharse, dejando confusión y perjuicios de toda índole. Y ello es particularmente significativo frente a una población sumida en las carencias de todo tipo, en la más inhumana pobreza.
Trasponiendo tiempo y espacio, no es difícil extraer la conclusión evidente: donde reina el oprobio, el derecho es conculcado. En cualquier tiempo y espacio. ¿No es un llamado a la conciencia y a la responsabilidad de nuestra época? Tenemos en la actualidad una contraposición entre una clase dominante, que se enriquece bestialmente, con nexos internacionales, a través de un aparato administrativo oficial que ignora el hecho, o es quien crea los paniaguados.
Tenemos una crisis que no cesa de crecer, despiadadamente, proyectándose en una hiperinflación devoradora y unos míseros salarios, vergonzosos y vergonzantes. Tenemos, prácticamente, un país «extranjero», que se maneja en millones de dólares malhabidos, y que, como en la novela, está de vacaciones en un país nacional empobrecido y abandonado a su funesta suerte. ¿No tenemos a Cuba, Rusia y China pasándose unas vacaciones en Venezuela? ¿No hay motivos, de sobra, para activar la advertencia del maestro novelista?
VÁLVULA: La novela «Sobre la misma tierra», de Rómulo Gallegos, ofreció en 1943 una clara lección de pedagogía nacional: en un país pueden presentase situaciones límite, donde junto a la grosera bonanza fenece la gente en extrema pobreza; donde el oprobio del dominio de una fuerza «extranjera» impera sobre el derecho de una población a su real independencia; donde, en suma, coexisten la barbarie impuesta y el derecho ignorado. El sabio mensaje es una alerta para todos los tiempos, de entonces y de ahora».
EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.