Juan Guaidó y Leopoldo López son herederos de esa política que durante dos décadas ha fracasado en derrocar al chavismo pero que ha probado ser un negocio exitoso para los operadores del G4 que controlan a la Asamblea Nacional y el interinato
Humberto González Briceño
“Deseos no preñan” es un refrán muy popular venezolano que contiene una potente carga de materialismo político. Literalmente, sería como decir con el puro deseo es imposible embarazar a una mujer. Hay que hacer algo más. Esto aplicado a la política es la brutal e inevitable confrontación entre la realidad y la fantasía. En otras palabras, una cosa es lo realmente existente y otra lo que uno quiere que sea.
Hay una tendencia perversa que ha dominado a la oposición venezolana desde 1999 y es aferrarse a las ilusiones para alimentar falsas esperanzas de un atajo cortoplacista y fácil para salir del chavismo. Esa concepción idealista de la política es la que llevó desde un principio a ignorar las graves señales que lo que teníamos al frente era un enemigo inédito que habría que enfrentar igualmente con fórmulas inéditas, no con las ya conocidas de negociaciones y elecciones.
Desde un primer momento el chavismo mostró con claridad su intención de usar el gobierno para controlar el Estado e imponer incluso con una constitución a su medida un nuevo régimen político. Esto planteaba entonces una confrontación definitiva para desmontar por la fuerza ese régimen político, no para disputarle electoralmente el gobierno al chavismo sino para detener su plan de controlar todas las instituciones, incluyendo la militar.
Diferentes tendencias y operadores se han alternado desde 1999 en la conducción de la llamada oposición venezolana, que con el tiempo sería rebautizada por los venezolanos como la falsa oposición por su línea colaboracionista con el régimen chavista.
Esta política colaboracionista que se expresa en el círculo vicioso de negociaciones-elecciones-negociaciones es la que le ha facilitado al chavismo atornillarse al poder»
Por allí han pasado Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia, Henry Ramos Allup, Manuel Rosales, Henrique Capriles Radonski, etc. La última etapa es la que le ha tocado a Voluntad Popular y Leopoldo López.
Aunque las tácticas han variado la estrategia se ha mantenido intacta: La visión cortoplacista de emprender acciones espasmódicas para “presionar” al régimen chavista hacia unas negociaciones que a su vez conduzcan a unas elecciones.
Todas las movilizaciones, las protestas en la calle, incluso las improvisadas chapuzas militares, como la del 30 de abril de 2019, han sido concebidas con la lógica de crear una amenaza que, según ellos mismo dicen, sea “creíble” para el chavismo y que este eventualmente acceda a abandonar el poder.
Esta política colaboracionista que se expresa en el círculo vicioso de negociaciones-elecciones-negociaciones es la que le ha facilitado al chavismo atornillarse al poder. Esta es una política que está históricamente condenada al fracaso porque para triunfar depende de la voluntad del adversario. Pero en su desarrollo esta estrategia va construyendo espejismos que la ayudan a justificarse ante miles de venezolanos que en su desesperación estarían dispuestos a ser víctimas voluntarias de la estafa política.
El llamado gobierno interno lejos de ser un gobierno real alternativo al régimen chavista ha degenerado en una oficina de lobby para contratos y otros negocios»
Por ejemplo, la ilusión de unas negociaciones entre la falsa oposición y el régimen chavista que lleven a unas elecciones que los saque del poder es tan fantasiosa como ese constructo clientelar que llaman gobierno interino.
El mal llamado gobierno interino que preside Juan Guaidó es una creación de la Asamblea Nacional del 2015 que pretendía vender la idea que la caída del chavismo estaba a la vuelta de la esquina.
Pero esto no ha ocurrido, a pesar de una veintena de países llamados “comunidad internacional” que dicen apoyar al interinato. La realidad es que el Estado chavista sigue controlando las fuerzas militares y el territorio. La otra realidad es que el llamado gobierno interno lejos de ser un gobierno real alternativo al régimen chavista ha degenerado en una oficina de lobby para contratos y otros negocios.
Esto es el resultado no de una ambigua e indefinida comunidad internacional, sino del apoyo real y concreto del gobierno de los Estados Unidos que a través de la OFAC ha venido liberando el control de los activos de Venezuela en el exterior para entregarlos sin control, auditoría, ni rendición de cuentas al llamado gobierno interino.
Si lo permitimos serán otras dos décadas de estafa política y de consecuente barbarie chavista»
Solo en esa capacidad para decidir sobre los activos de Venezuela en el exterior radica el poder, más financiero que político, del hamponato interino que preside Juan Guaidó.
Leopoldo López, Juan Guaidó y Voluntad Popular son hoy los herederos de esa política que por más de dos décadas ha fracasado en derrocar al chavismo pero que ha probado ser un negocio exitoso para los operadores del G4 que controlan la Asamblea Nacional y el Interinato.
Mientras los EEUU le siga entregando millones de dólares al interinato poco importará que el apoyo internacional a este se siga erosionando. La falsa oposición tendrá los recursos para seguir pagando por esa costosa maquinaria de propaganda cuyo único fin es persuadir a los venezolanos que “los deseos si preñan y que si todos nos unimos en torno a la falsa oposición lo podemos lograr”. Si lo permitimos serán otras dos décadas de estafa política y de consecuente barbarie chavista.
@humbertotweets
EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.