Ochenta y cinco años después de su publicación, «Mene», de Ramón Díaz Sánchez, sigue siendo un incentivo insuperable para adentrarse provechosamente en el panorama contrastante del comienzo de la explotación petrolera, y para reflexionar sobre el justo y honesto aprovechamiento de este bien que la Providencia otorgó a nuestro país, en beneficio de todo un pueblo»
Gustavo Luis Carrera
En tanto país petrolero, el nuestro ha generado una narrativa sustancialmente petrolera. Y es lo natural, ya que el petróleo es la fuente económica fundamental de esta desmerecida y desguarnecida nación, que otrora, justamente gracias a ella vivió tiempos extraordinariamente mejores. En el ciclo evolutivo de la novela venezolana del petróleo ocupa sitio particular y trascendente «Mene».
«MENE»: EL SURGIMIENTO: TIEMPOS HEROICOS. En 1936 aparece en Caracas la novela «Mene», de Ramón Díaz Sánchez, nativo de Puerto Cabello, que había vivido durante varios años en la zona petrolera del estado Zulia; y que titula su libro con el nombre indígena («mene», atribuido a la lengua guajira) de las emanaciones naturales de petróleo. En especial la acción novelesca se articula en torno a las transformaciones ocurridas en las poblaciones zulianas de Cabimas y Lagunillas, y sus alrededores, a partir del inicio de la explotación petrolera, ya en las cercanías de 1930. Es la etapa del «cambio petrolero»: las máquinas alteran la naturaleza («Comenzaron aquellas ruedas dentadas y aquellas cuchillas relucientes su tarea feroz….Pueblos oscuros se incorporaban al frenesí…Casitas de tablas, esquemáticas, sucias, grasientas, hacinadas a ambos lados de un callejón…un puente de tablones negros…por encima del Lago»); se altera la economía; se altera la vida de los habitantes, despojándolos de sus tradiciones. Es el momento del surgimiento de la gran industria, la época de los llamados «tiempos heroicos», es decir de cuando ocurren hechos trascendentales.
DESAJUSTES Y DESIGUALDADES. La transformación del medio físico es, en la novela, la primera señal del gran cambio en la vida de los habitantes de la región, Todo se modifica en un «frenesí imparable»: se establecen nuevas reglas de vida y de comportamiento. El desajuste en las costumbres se acompaña de una extrema desigualdad: los verdes campos alrededor de las elegantes casas de los petroleros extranjeros, sobre todo norteamericanos, contrastan con los callejones polvorientos y las pobres casuchas de los trabajadores. Se habla de una gran riqueza, generada por un brote inagotable de petróleo, como nunca se había visto; riqueza que va en beneficio de las compañías explotadoras, del gobierno nacional y de los intermediarios: testaferros, abogados serviles y propietarios que venden sus tierras que cubren yacimientos; riqueza que no llega, en absoluto, a una población marginada, discriminada y explotada. Ese es el panorama que pinta, con certeros rasgos, «Mene». Y lo hace con tal logro que quien lee la novela nunca la olvida.
PROYECCION ACTUAL: EL PAÍS PETROLERO. «La leyenda de la riqueza del petróleo, de los salarios fabulosos, de las transacciones fantásticas, se irradiaba por toda la nación y atravesaba sus fronteras», señala «Mene». ¿Y no ha sido así la historia posterior de la Venezuela petrolera? Ya percibía Díaz Sánchez el proceso del desarrollo de una nación que no parece aceptar su condición esencial. Inclusive algunos despistados se refieren al petróleo como el «excremento del Diablo» o el «culpable de los males nacionales». Por lo visto, no han pensado qué sería Venezuela sin petróleo. Tampoco han recapacitado en que el culpable no es el elemento natural que la Providencia concedió, sino el mal manejo de parte de administradores incapaces (ignaros) y corruptos (saqueadores). No ha sido posible que aceptemos, buenamente, inteligentemente, que somos un país petrolero, y que como tal, por encima de todo, debemos defender el petróleo contra aprovechadores extranjeros que siguen interviniendo nuestro territorio y contra expoliadores nacionales que desde sus cargos administrativos oficiales, o en oscuros negocios privados, continúan perpetrando el despojo de un bien que pertenece a un pueblo por entero. La lectura de «Mene», sin duda, es inspiración afirmativa de un derecho nacional que ha de ser reivindicado a tantos años de los «tiempos heroicos» de la iniciación.
VÁLVULA: «Hay novelas cuyo conocimiento es la entrada a un panorama histórico y social que supera como vivencia al que ofrecen tratadistas y técnicos bien documentados. Ochenta y cinco años después de su publicación, «Mene», de Ramón Díaz Sánchez, sigue siendo un incentivo insuperable para adentrarse provechosamente en el panorama contrastante del comienzo de la explotación petrolera, y para reflexionar sobre el justo y honesto aprovechamiento de este bien que la Providencia otorgó a nuestro país, en beneficio de todo un pueblo».
glcarrera@yahoo.com
EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.