Y no es el CNE, donde son los mismos pero lo llaman “nuevo”, ni las fulanas condiciones, que nunca las ha habido ni las habrán, sino la falta de una oposición nacionalista
Domingo Alberto Rangel
La polarización extrema termina llevando pueblos enteros a la guerra que es donde mejor se concreta lo salvaje que llevamos por dentro; mal que solo se minimiza con una mezcla de instituciones sólidas y líderes responsables. Ingredientes que en mi Venezuela hace tiempo ni se producen ni se importan.
En tales situaciones de verdaderas guerras se escuchan frases terribles, tales como sueltan en redes y medios algunos dirigentes políticos de las alianzas polarizadas y registradas ante el nuevo CNE, antes de irse a celebrar tan estudiadas palabras.
Sin embargo, y debo insistir que por fortuna la sangre no ha llegado al río y escenas terribles por aquí no pasan de botar injustamente al empleado chavista o al opositor, o curas que a la salida de una misa azuzan los vecinos, unos contra otros, a pesar de que los sacerdotes católicos están obligado a recordar aquello de “no matar”.
El peor acontecimiento producto de la guerra, que es extrema polarización, lo leí adolescente en una revista que un peludo me regaló cuando estudiaba en la Ucab, tema que después reapareció en una excelente película yanqui.
Siendo que la operación solo se hizo a medias, el batallón volvió a terminar de vacunar niños vietnamitas y los soldados salidos de unos Estados Unidos»
Narraba el reportaje, con prosa sádica por lo benévola, que un batallón estadounidense en Viet Nam, buscando el favor de los nativos de una aldea que meses antes había sufrido el bombardeo de la aviación yanqui, se dedicó a vacunar contra la fiebre amarilla –creo recordar- a niños.
Siendo que la operación solo se hizo a medias, el batallón volvió a terminar de vacunar niños vietnamitas y los soldados salidos de unos Estados Unidos donde no se había puesto de moda agarrar el fusil y desde una torre, asesinar inocentes a mansalva, vieron el horror de la guerra. Los estadounidenses encontraron a su retorno que el Viet Cong, en lucha polarizada, había cortado el brazo receptor de la vacuna de cada niño inmunizado.
Para los que se horrorizan y con razón, solo les pido que busquen el texto del Decreto de Guerra a Muerte para que vean a lo que se puede llegar por la vía de la violencia extrema y cuando los medios o la religión se usan para azuzar el fuego.
Por fortuna, las chispas que a diario se encienden en nuestra Venezuela no pasan de palabras elocuentes, reflejo de motivos secundarios que bien se pueden limar cuando hay voluntad.
El problema desde la acera opositora no es el mismo del PSUV y sus aliados donde reina la cuartelera unidad de mando»
Sin embargo, quienes medran azuzando la polarización ahora innovan: pretenden dividir al país entre votófilos y votófobos.
Y lo hacen a pesar de que muchos que ahora cual fariseos se rasgan las vestiduras por el voto, hasta el año pasado fueron abstencionistas. Y viceversa.
La verdad es que no asociaría digamos el placer del orgasmo, con el acto de votar pero tampoco siento algo tan sublime por la abstención a secas.
El problema desde la acera opositora no es el mismo del PSUV y sus aliados donde reina la cuartelera unidad de mando: aquí no hay jefe (a) reconocido, pero tampoco algo que permita al elector soñar con un futuro mejor si vota por fulano de alcalde o mengana de gobernadora.
Así llegamos al título que trata del falso dilema divulgado por fablistanes y colaboracionistas a sueldo que pretenden dividir el país entre votófilos y votófobos»
De engendrar tanto rechazo se encargó el interino, no solo por las promesas incumplidas, sino también por la manera irresponsable y corrupta como “administraron” él y sus compinches Citgo y Monomeros –la última sospechosa de producir precursores para la cocaína-.
Y ventolear que el gobierno “ha robado más” no es argumento.
Como tampoco que “por el camino se enderezan las cargas”, premisa desesperada, ante otros señalamientos como aquel que escuché hace tiempo en Petare cuando una buhonera me decía que una orden opositora no llega a Tejerías, porque hay muchos jefecillos y ninguno quiere a los otros, o al menos los respeta.
Bien, así llegamos al título que trata del falso dilema divulgado por fablistanes y colaboracionistas a sueldo que pretenden dividir el país entre votófilos y votófobos.
Digamos al guaidosista que se raspó los fondos destinados por míster Trump, para aliviar la situación de militares desertores, dejados al abandono por una dirección mediocre»
Y no es el CNE donde son los mismos pero lo llaman “nuevo”, ni las fulanas condiciones, que nunca las ha habido ni las habrán, sino la falta de una oposición nacionalista y dispuesta a llevar a la práctica un programa distinto al del gobierno, y una unidad dispuesta a luchar por la gente, desde una curul de concejal hasta Miraflores si fuese el caso.
Esa carencia que es absoluta y no el fulano “consenso”, es el factor que alejará la mayoría humillada, de las urnas convocadas por este CNE que es igual que los anteriores.
Imagínense los lectores solamente que en el estado Barinas el “consenso” o la “rifa”, lleve de candidato a gobernador o lo que sea, al irresponsable del burdel cucuteño.
Digamos al guaidosista que se raspó los fondos destinados por míster Trump, para aliviar la situación de militares desertores, dejados al abandono por una dirección mediocre, en juergas con prostitutas y comilonas ¿Se puede votar por un pájaro de esa naturaleza”?
@DomingoAlbertoR
EL AUTOR es ingeniero civil, consultor, asesor y dirigente político. Premio Nacional de Periodismo 2019, mención Opinión.