Por esencia, la Universidad es el recinto del saber científico y humanístico. Y cuando un gobierno la ataca, está agrediendo a la inteligencia y al conocimiento creador
Gustavo Luis Carrera
Quien dice Universidad, alude al recinto del saber y del cuestionamiento innovador; y ello tanto en las ideas como en los procedimientos experimentales en los campos de las ciencias y de las humanidades. Igualmente, es nombre que conduce a una reflexión inexorable: el segmento de la población formado por los profesionales es tributario de la Universidad: allí se formó y allí debe estar sembrado su agradecimiento
REFUGIO CREADOR DEL PENSAMIENTO. En sus ocho siglos de trayectoria ecuménica, la Universidad ha sentado sus reales en el territorio ineluctable del conocimiento, de la crítica, de la búsqueda trascendente de nuevas rutas hacia la verdad, la justicia y el bienestar colectivo. En los casi trescientos años que tiene como haber en nuestro país, propiamente como institución acuerpada, la Universidad ha sido el accionante privilegiado del pensamiento creador en los distintos ámbitos científicos, humanísticos, técnicos, sociales, económicos, literarios, artísticos; hasta representar el progreso general en el saber y el hacer de toda una colectividad.
EL ALMA MATER DE LOS PROFESIONALES. Todos los profesionales del más alto nivel proceden de las aulas universitarias. Allí se formaron, recibiendo la orientación sabia y prudente de sus mentores, beneficiándose de una enseñanza gratuita en las Universidades públicas; hasta obtener un preciado título universitario. ¿Habrán olvidado esto los egresados de la Universidad, en la capital y en las distintas regiones del país; desechando el compromiso ético y emotivo que tienen con su Casa de Estudios, con su Alma Mater, y que ahora desconocen desde sus elevados puestos de mando gubernamental?
MADRE ABANDONADA Y AGREDIDA. El cuadro no puede ser más ingrato y desolador. Las Universidades públicas y autónomas, en la ciudad capital, en el Centro, en Occidente, en Los Andes, en Oriente, en el Sur, es decir en el conjunto nacional, son no sólo abandonadas, sin presupuesto adecuado, sin atención a necesidades de subsistencia institucional, sino, además agredidas en su esencia libre y autonómica. Se les cercena su sustancia económica, se busca suprimir su independencia ideológica, se pretende imponerle sistemas electorales estrafalarios y demagógicos, se busca su derrumbe físico y moral, permitiendo el daño del paso del tiempo en las estructuras físicas, empobreciendo cruelmente el salario de profesores, empleados y obreros, así como desechando los servicios estudiantiles. Es un abandono y es una agresión (¿odio al saber o resentimiento social del ignorante pretencioso?) que resultan de un plan de ataque destinado al dominio político de las Universidades. Proyecto, por cierto, siempre inútil: nunca la Universidad ha sido -ni será- un simple y sometido aliado de ningún gobierno. Es irreductible su rebeldía.
DEBER DE SALVACIÓN. Ante el ataque demoledor desplegado por el sistema imperante, la colectividad universitaria está llamada a acuerpar un frente de resistencia y salvación para su Alma Mater. Allí deben estar en primera fila las Autoridades Universitarias, que para defender la institución fueron elegidas, y no para limitarse a una ostentación pública de cargos de tanta responsabilidad; obligados, como nunca, a anteponer los intereses universitarios a los suyos personales, y a enfrentamientos accidentales y a aspiraciones políticas. También, por encima de enfrentamientos particulares y en respeto de su compromiso con la institución y sus agremiados, deben estar en primera fila las Asociaciones de Profesores y de Empleados, los Sindicatos Obreros, y muy particularmente el imponderable sector estudiantil, sentido y orgullo de toda la tarea universitaria. Estamos obligados todos los universitarios de buena ley a unirnos en un esfuerzo histórico defensivo y de recuperación de la Universidad pública y autónoma; formando un bloque integrado frente a quienes han olvidado, falazmente, que su ser profesional se lo deben a esa Casa de Estudios que ahora traicionan como apóstatas.
VÁLVULA: «Por esencia, la Universidad es el recinto del saber científico y humanístico. Y cuando un gobierno la ataca, está agrediendo a la inteligencia y al conocimiento creador. La pretensión de anular a las Universidades públicas y autónomas, ya que no pueden dominarlas ideológicamente, debe ser contenida por un frente homogéneo de los universitarios de buena ley: Autoridades, Asociaciones, profesores, empleados, obreros, y sobre todo estudiantes, quienes dan sentido a la Institución. No hacerlo es claudicar ante agresores matricidas, que pretender suprimir su Alma Mater, en acto de ignorante sevicia».
EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.