Maduro vive –como su extinto mentor- inmerso en su mundo de “antiimperialismo de fiestas patrias y de su proverbial estrechez de miras, repitiendo que su gobierno goza de buena salud, y haciendo cálculos acerca de su prolongada permanencia en el poder
Oscar Battaglini
Son diversas sus determinaciones, en primer lugar la paralización casi absoluta del aparato económico del país, lo que ha hecho inviable el proceso económico nacional. En segundo lugar el estado ruinoso al que ha sido sometida toda la sociedad venezolana por esa situación, la cual ha convertido el conflicto político en un polvorín a punto de estallar.
En tercer lugar, el total agotamiento del modelo político chavista, hecho que ha forzado a la camarilla (civil-militar) usurpadora a implantar un estado policial para intentar mantenerse en el poder mediante la coacción y todas las formas de violencia. Pero esto no quiere decir que haya dejado de lado todas las prácticas fraudulentas en materia electoral, sino que ahora estas le sirven de velo para tratar de ocultar sus verdaderos designios políticos. En cuarto lugar, la existencia en el país de una oposición democrática que a pesar de las limitaciones de todo tipo (represivas, comunicacionales, etc) impuestas por la dictadura militar, se mantiene activa y como una referencia política en la lucha por la recuperación democrática del país.
El que esto sea así tiene una enorme importancia y significación, porque aquí no estamos hablando de una “oposición en el exilio”, sino de una oposición que de manera distinta a lo que se pensaba con respecto al simulacro del 6/12/20, y de las consecuencias que su resultado le acarrearía a su status legal y político en el país.
Al tiempo que se mantuvo -con el apoyo de la inmensa mayoría de los venezolanos y de la Comunidad Internacional- en su posición de no convalidar con su participación en ese evento electoral fraudulento, expresó desde un principio por medio de su líder fundamental Juan Guaidó, que no se iría del país ni pasaría a la clandestinidad.
A la luz de esos elementos se ve con entera claridad el estado de sobrevivencia en el que se encuentra el régimen militarista en la actualidad, de ahí que no resulte aventurado pensar que, en el corto o mediano plazo se vea obligado a entrar en una negociación concertada que le ponga fin a la crisis política en desarrollo»
Dijo Guaidó que permanecería al frente de sus funciones en la presidencia de la Asamblea Nacional legítimamente electa el 6/12/15, y en la presidencia interina de la República. En quinto lugar, el descomunal, prolongado y crónico déficit fiscal que ha quebrado las finanzas públicas. En sexto lugar, la imposibilidad de tener acceso al financiamiento internacional.
En séptimo lugar, el haberse visto forzada la dictadura a declarase en default (en estado de insolvencia e impago). En octavo lugar la espiral hiperinflacionaria que ha distorsionado en extremo lo poco que todavía subsiste de la economía nacional, y que está a punto de establecer un record como la hiperinflación de mayor duración en el mundo. En noveno lugar las sanciones económicas y financieras que limitan más aún su operatividad económica. En décimo lugar, el aislamiento internacional al que se ve sometida. En décimo primer lugar, la imposibilidad que tiene el madurismo, de revertir ese complejo cuadro de calamidades.
A la luz de esos elementos se ve con entera claridad el estado de sobrevivencia en el que se encuentra el régimen militarista en la actualidad, de ahí que no resulte aventurado pensar que, en el corto o mediano plazo se vea obligado a entrar en una negociación concertada que le ponga fin a la crisis política en desarrollo.
Por lo que se conoce hasta ahora, todo indica que se está en ese camino. Así se infiere de la visita que de nuevo hiciera con ese propósito una misión del Reino de Noruega a nuestro país; de las iniciativas adelantadas por el presidente Biden en Ginebra con motivo de la reciente reunión del G7; y, particularmente de la reciente declaración conjunta, de Estados Unidos, de la Unión Europea y Canadá, en la que además de ratificarse el planteamiento centrado en la realización de unas elecciones presidenciales libres, verificables y confiables para la resolución de la crisis política venezolana, se ofrece hacer una revisión de las sanciones para su eventual y progresiva eliminación.
La economía subterránea (ilícita) basada en la explotación de oro y otros minerales del Arco Minero, e incluso el petróleo sacado del país por los llamados caminos verdes”
Si bien todas esas apreciaciones juegan en contra de la estabilidad y permanencia del régimen madurista en el poder, es necesario comprender que su decisión de ir a una negociación política e los términos contenidos en la mencionada declaración, no es una cuestión que se produce automáticamente; sobre todo teniendo en cuenta que el madurismo posee el control absoluto del aparato del Estado, lo que le permite –así sea de manera precaria- mantenerse en el poder. Esto es, mediante:
1- La coacción; la represión policial selectiva y el terrorismo de Estado en su máxima expresión.
2-La economía subterránea (ilícita) basada en la explotación de oro y otros minerales del Arco Minero, e incluso el petróleo sacado del país por los llamados “caminos verdes”. Se trata de una actividad económica que no le proporciona beneficios ni al Estado ni a la sociedad venezolana, pero si, y en alguna medida a la burocracia en el poder, para cubrir algunos gastos administrativos.
3-La producción de dinero inorgánico para sufragar el gasto corriente del Estado, en especial el pago de los “salarios” y “pensiones” de los trabajadores al servicio del Estado, etc.
4-Los apoyos que recibe de China, Rusia, Irán y Cuba, principalmente.
Ese control omnímodo (dictatorial) del aparato del Estado, del ejecutivo, que le permite gobernar discrecionalmente; de la fuerza armada chavista, en su papel de obsecuente guardia pretoriana; del TSJ convertido en desguazadero político; del CNE devenido en instrumento para imponer resultados electorales amañados; es lo que, en definitiva, aún mantiene en pie al régimen dictatorial madurista. Pero, como sabemos, se trata de una posición que tiene “patas cortas” por su carácter espurio y antisocial, lo que quiere decir, que está condenada a agotarse en el corto o mediano plazo, sobre todo por la profundidad de la crisis de legitimidad que gravita sobre el régimen, y porque sólo depende de los mecanismos para mantenerse en pie, como se ha dicho. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que su posición de negociar no se hará efectiva hasta tanto no se produzca el quiebre de su capacidad de resistencia y el margen de estabilidad coyuntural que esos mecanismos aún le proporcionan.
A Maduro se le olvida de que la potencia de los males gigantescos que afectan gravemente al país, y a cada venezolano en particular, le fracturan permanentemente el piso político que todavía le sirve de sustento (a eso es a lo que se refiere el pueblo venezolano»
En consecuencia, esa es la condición que necesariamente debe darse para que, finalmente se vea forzado a negociar políticamente. Ese es el conocimiento que se tiene de las experiencias habidas en América Latina con respecto a este tipo de conflictos y negociación política. Mientras tanto, Maduro vive –como su extinto mentor- inmerso en su mundo de “antiimperialismo de fiestas patrias y de su proverbial estrechez de miras, repitiendo que su gobierno goza de buena salud, y haciendo cálculos acerca de su prolongada permanencia en el poder. Confía sin que exista ninguna razón para ello, en que su “guardia pretoriana” hará que se cumpla su deseo. Se olvida de que la potencia de los males gigantescos que afectan gravemente al país, y a cada venezolano en particular, le fracturan permanentemente el piso político que todavía le sirve de sustento (a eso es a lo que se refiere el pueblo venezolano cuando dice que la procesión v a por dentro). Se olvida sobre todo de la vieja sentencia que sostiene que: “los dioses siempre ciegan a quien quieren perder”.
EL AUTOR es historiador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, co-fundador del partido Liga Socialista y exrector del Consejo Nacional Electoral. Autor de los libros “Legitimación de Poder y lucha política en Venezuela” y “El medinismo, modernización, crisis política y golpe de estado”.