Los casos de Carlos Lanz y Miguel Rodríguez Torres, entre muchos otros, resultan emblemáticos de estas guerras que se libran en el seno del régimen
Humberto González Briceño
Los más conspicuos voceros del chavismo Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, quienes además encarnan una guerra, feroz y silenciosa, por el control del estado chavista y del PSUV, son los mejores propagandistas de la presunta unidad monolítica del chavismo. Ambos han contribuido al relato de una fantasiosa y mágica unidad entre los chavistas por encima de las ambiciones y las pasiones. Como si los chavistas envueltos en las luchas por el control del régimen fuesen distintos al resto de los mortales y hasta indiferentes frente a las mieles del poder. Sobre todo a las de un poder descontrolado e ilimitado como el que ha acumulado el chavismo en los últimos veinte años.
Pero la realidad que desafía el relato es la de insalvables y profundas guerras intestinas que se libran en las entrañas del régimen donde a diario se decide cuál facción se queda con el control del estado chavista. No existe tal unidad del chavismo. Lo que hay son complejas alianzas entre mafias que se coordinan para liquidarse unas a otras y en esa guerra a muerte mantener el equilibrio y la operatividad de un régimen que trata desesperadamente de moverse al terreno de la nueva normalidad antes de implosionar. Nicolás Maduro encabeza la facción que hasta ahora se ha impuesto sobre las demás pero su capacidad para mantener funcionando el ecosistema criminal chavista está siendo gravemente cuestionada desde grupos militares.
Y si queremos encontrar más pistas de donde podría comenzar el desmoronamiento del régimen habría que examinar lo que está ocurriendo en las fuerzas armadas chavistas donde los asuntos partidistas y los militares son una misma cosa. La pelea entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello ha permeado a todos los sectores y niveles del chavismo forzando un realineamiento de los militares chavistas obligados a escoger entre uno u otro porque ya no hay espacios para una neutralidad que solo podría ser percibida como coqueteo con el adversario.
Para muchos podría resultar inexplicable que Vladimir Padrino López continúe al frente del Ministerio de la Defensa como militar activo, aunque ha debido ser retirado desde hace ocho años. Pero en el mundo del chavismo se sabe y se entiende que Padrino López es incondicional de Nicolás Maduro y es quien en definitiva le garantiza cierto equilibrio entre los diferentes grupos en pugna en las fuerzas armadas chavistas. Pero la derrota militar en Apure frente a un grupo disidente de las FARC ha creado un fuerte movimiento que pide pública y privadamente las cabezas de Vladimir Padrino López y Nicolás Maduro como principales responsables de la debacle militar. Y quienes están al frente de esto no son militares neutrales o independientes sino chavistas.
Hace más o menos un año Nicolás Maduro ejecutó una purga en las fuerzas militares y retiró a todos los miembros de la promoción de Diosdado Cabello de 1987 por haber cumplido sus 30 años de servicio. Regla que ha sido deliberadamente ignorada por más de 8 años con Vladimir Padrino López. De los hombres leales a Cabello que fueron jubilados sin preaviso había 2 miembros del alto mando Militar, 2 mayores Generales, 23 generales de brigada y varios altos oficiales que hasta ese día tuvieron mando sobre una tropa.
El golpe que Nicolás Maduro le propinó a Diosdado Cabello fue tan sorpresivo como certero que Cabello solo atinó a resistir suspendiendo la emisión semanal de su show televisivo y enviando un críptico mensaje a Maduro. Alegando una supuesta alergia Diosdado Cabello se excusaba de hacer su programa y se iba por unos días a la casa a cuidar de sus matas de aguacate al tiempo que tuiteaba: “La mata de aguacate es de polinización cruzada, es decir requiere tener cerca otra mata de aguacate para que intercambien el polen y puedan echar aguacates, de lo contrario echarán flores pero no cuajarán frutos.”
El que Diosdado Cabello no haya confrontado abiertamente con Nicolás Maduro no cancela esa pelea sino más bien la pospone. Y hasta le permite a Cabello mantenerse activo y hábil en el mundo chavista para entenderse con Maduro y liquidar a otros adversarios comunes mientras espera pacientemente por un evento fortuito o sobrevenido que incline la balanza a su favor.
Sería un error pensar que esa es la única confrontación en el seno del chavismo. Hay muchos otros grupos en pugna en los estados, en las fuerzas armadas chavistas, etc. La mayoría de estos grupos tienen ya una cuota de poder importante en el gobierno y la lucha es feroz para tratar de controlar la totalidad del estado chavista. Con su entreguismo al régimen la falsa oposición ha dejado de ser un dolor de cabeza para el chavismo y la atención de estas facciones se ha centrado en las luchas internas.
La violencia del estado chavista que antes se aplicaba a los opositores ahora está dirigida a perseguir adversarios internos que pueden terminar misteriosamente asesinados, desaparecidos o encarcelados. Los casos de Carlos Lanz y Miguel Rodríguez Torres, entre muchos otros, resultan emblemáticos de estas guerras intestinas que se libran en el seno del régimen donde las facciones en lucha tienen algo en común: La acumulación de logística y poderosas armas de fuego en estos veinte años y su disposición a usarlas en contra de sus adversarios internos en caso de ser necesario.-