Los comunistas implantan el comunismo en sus narices, declarándose enemigos declarados de Estados Unidos y subalternos de Cuba.
Jesús Antonio Petit Da Costa
En 1991 se produjo la disolución de la Unión Soviética (URSS), desapareciendo la potencia comunista que ejercía el dominio absoluto del extinto imperio comunista soviético. Quedó entonces EEUU como la única superpotencia del mundo, la democracia representativa como el sistema político predominante y el capitalismo como el sistema económico universal, iniciándose la globalización de ambos sistemas. En América bajo la guía de EE UU, porque precisamente la única superpotencia mundial estaba en América.
Para la globalización de la democracia representativa como sistema político uniforme en América, Estados Unidos tomó la iniciativa de la Carta Democrática Interamericana.
La Carta fue adoptada por aclamación en una Asamblea General extraordinaria de la OEA celebrada en Lima el 11 de septiembre de 2001, cumpliendo con lo acordado la III Cumbre de las Américas, que se realizó en abril de 2001 en Quebec, Canadá. Allí, los Jefes de Estado y de Gobierno del Hemisferio encargaron a los ministros de relaciones exteriores a preparar una carta que reforzase “los instrumentos de la OEA para la defensa activa de la democracia representativa».
Esta capacidad de sancionar a los Estados Miembros que sufran rupturas institucionales, repetida y ampliada en la Carta Democrática Interamericana, es inédita en el mundo: aún hoy, sólo en las Américas (la OEA y las organizaciones subregionales que adoptaron la también llamada «cláusula democrática») la contemplan en su acervo jurídico.
Con esta CARTA quedaba autorizado Estados Unidos, en su calidad de superpotencia, a ejercer el papel de policía de América, sobre todo para impedir la implantación del comunismo. Aún más le hubiese servido para intervenir en Cuba con el fin de establecer la democracia representativa. Pero Estados Unidos no lo hizo entonces ni lo ha hecho en los 20 años transcurridos, trayendo por consecuencia el eclipse de la democracia representativa y la implantación progresiva del comunismo extendiéndose de Cuba a Venezuela, Bolivia, Nicaragua y ahora Perú, mediante la última invención castro-comunista: la tiranía electoralista, con la cual se disfrazan.
Esto no le hubiera sucedido a la URSS que invadió a Hungría y Checoslovaquia cuando ambos intentaron separarse de la línea soviética, aún sin renunciar al comunismo ni declararse anti-rusa. La URSS entendió muy bien lo que es ser potencia y cómo hacerse respetar como tal.
En cambio, Estados Unidos está haciendo el ridículo: ser potencia y no actuar como tal en América haciéndose respetar. Los comunistas implantan el comunismo en sus narices, declarándose enemigos declarados de Estados Unidos y subalternos de Cuba.
La imagen de Estados Unidos es, pues, la de un gigante bobo.
@petitdacosta