El llamado gobierno interino de Juan Guaidó fue presentado en medio de celebración bullanguera como la vía para lograr la promesa del “cese de la usurpación”. Prometía ser algo diferente, no por la ya conocida pusilanimidad de sus promotores sino más bien por el reconocimiento internacional con el cual arrancó.
Humberto González Briceño
De estos apoyos el más importante sería el de los Estados Unidos que marcaba la pauta a los demás que entraban en un mismo saco de gatos con las denominaciones genéricas de “más de 60 países’ y “comunidad internacional.” Lamentablemente el reconocimiento de la administración de Donald Trump al interinato de Guaidó nunca avanzó a un apoyo efectivo en lo político y lo militar debido a las contradicciones internas dentro del propio Departamento de Estado y quizás más aún a la falta de voluntad del interinato en pedir respaldo para derrocar al régimen chavista.
Sin embargo, el reconocimiento al interinato, aunque limitado a lo retórico, diplomático y protocolar, le permitió a esta caricatura de gobierno el acceso a los activos y bienes de la República de Venezuela que el chavismo, como resultado de las sanciones, no podría manejar. Al amparo de esa ambigüedad jurídica, donde se es estado para unas cosas pero no para otras, el interinato se transformó en un auténtico hamponato interino cuya actividad se centraría en saquear los activos de Venezuela en el exterior con la anuencia del gobierno norteamericano y sin rendirle cuentas a nadie.
Esta situación se habría mantenido en forma indefinida de no ser por el cambio de gobierno en los Estados Unidos y la llegada a la Casa Blanca de un Joe Biden sin políticas frente al régimen chavista y más interesado que nadie en liquidar el tema Venezuela cuanto antes. Ante el convencimiento que el apoyo al interinato no conduce a ninguna parte y por el contrario embarca a los EEUU en una situación de desgaste el gobierno de Biden a través de varios operadores le informó pública y privadamente a la falsa oposición de Venezuela la inviabilidad de un apoyo indefinido al llamado gobierno interino y los emplazó a negociar con el régimen chavista.
El interinato de Guaidó en medio del fracaso, la corrupción y las falsas promesas naufragó políticamente hace mucho tiempo. Pero el acceso que los EEUU le permite al uso y abuso de los activos de Venezuela le permite un campo de acción financiera que resulta esencial para mantener a las clientelas partidistas que parasitan del interinato. Ahora sin el apoyo de los Estados Unidos la falsa oposición pierde la ubre del interinato y no le queda otra salida que entregarse en cuerpo y alma al régimen chavista para seguir subsistiendo en el negocio de la política. Y eso fue exactamente lo que hicieron en México.
Arrastrados por la realidad los operadores de la falsa oposición no tienen otra salida que entenderse y arreglarse con el chavismo. Si hubiese dependido de ellos habrían continuado indefinidamente con los negocios del interinato, pero el retiro del apoyo de los EEUU cambió todo.
La carta de intención firmada entre el régimen chavista y la falsa oposición, ahora con rango de política de estado y publicada en Gaceta Oficial, le otorga un piso jurídico dentro de la legalidad chavista a la cohabitación con el régimen.
Por supuesto, uno de los primeros pagos es el desmantelamiento del gobierno interino de Juan Guaidó. A la hora de emprender las negociaciones y firmar el memorando de cohabitación no es el gobierno de Guaidó, que a estos efectos ya dejó de existir, y menos aún la Asamblea Nacional del 2015 quienes firman. Luego de una docena de frases reconociendo fidelidad perruna al estado chavista el referido documento es suscrito en nombre de la falsa oposición por Gerardo Blyde en representación de una desconocida y advenediza Plataforma Unitaria Venezuela.
De aquí en adelante cualquier cosa que se le anexe al memorando es accesoria y retórica por decir lo menos. Lo sustancial, lo medular para el chavismo es meter en cintura a su falsa oposición al obligarla a reconocer al estado chavista y su régimen político sustentado en la constitución de 1999. La cohabitación entre el chavismo y la falsa oposición, que ya operaba de hecho ahora adquiere status legal y será un acoplamiento de derecho. Para que no haya dudas de por dónde viene todo esto, el acuerdo ya ha sido inclusive publicado en la Gaceta Oficial.
Qué hacer con su cascarón de gobierno interino es algo que tiene que resolver la falsa oposición ahora que ellos mismos lo han desmantelado. Pero más que hacer algo con los restos del interinato tendrán que justificar la jugada ante sus propias clientelas y testaferros angustiados ante la pérdida de unos negocios y esperanzados en las nuevas oportunidades que vendrán en esta etapa que comienza de la mano de sus socios chavistas.
No hay que lamentar el desmontaje del interinato de Guaidó ni la bancarrota política y moral de la falsa oposición luego de la firma del memorando en México. En el fondo es una buena noticia para los venezolanos traicionados por sus dirigentes, desesperanzados y sin alternativas políticas porque ayuda a definir con más precisión los campos de batalla y a perfilar el contorno de una nueva oposición, patriótica e insurreccional.