No veo en AD un liderazgo emergente que la salve del cementerio
Jesús Antonio Petit Da Costa
En sus 80 años de actividad política Acción Democrática ha pasado por 5 etapas, que son:
1.- La infancia, desde su fundación en 1941 hasta su caída en 1948. Fue la etapa del “sarampión” (rojo como toda infección de comunismo) para decirlo con palabras del propio Betancourt. Se manifestó en un radicalismo enfermizo y un sectarismo rabioso que tuvo su manifestación más condenable durante el trienio (1945-1948) de su primer gobierno. Influyó sin duda el pasado comunista de Betancourt y otros, por lo cual sus adversarios los llamaron “adecos”, o sea, ade-comunistas. Y para siempre quedaron “adecos.”
Llegados prematuramente al poder, se imaginaron todopoderosos, y creyeron su fábula de dueños del pueblo (decían que eran el “partido del pueblo” llenándose la boca con esta pretensión). La realidad los desmintió. Fueron derrocados por los militares sin un grito de protesta y sin una cuchillada siquiera por el pueblo en su defensa. Por cierto, el único golpe militar (1948) que ha sido modelo de planificación y ejecución perfectas.
2.- La adolescencia, que va desde 1948 hasta 1958. Ilegalizados y perseguidos, jóvenes ganados por el radicalismo de izquierda se organizaron como resistencia clandestina siguiendo el modelo de la resistencia clandestina francesa de la recién terminada segunda guerra mundial. Al estilo de ella, los adecos se dividieron el trabajo. Los líderes de la etapa anterior fueron al exilio y desde allí funcionaron como CEN en el extranjero, teniendo por centro a Costa Rica. Mientras aquí, asumió la dirección de la resistencia clandestina la generación de relevo (Lepage, Ruiz Pineda, Carnevali, Pinto Salinas hasta llegar a Simón Sáez Mérida y Silvestre Ortiz Bucarán, los que ejercían la jefatura para la fecha de la rebelión-1958). Solamente un partido de espíritu adolescente pudo realizar esta epopeya en la cual sobresalieron los jóvenes adecos de la generación del 58.
3.- La madurez, que va desde desde 1958 hasta 1974. Regresaron del extranjero los líderes reconociendo sus errores del pasado y proponiendo la unidad con sus antiguos adversarios: Copei y URD, lo cual se concretó en el Pacto de Punto Fijo, verdadero acuerdo de salvación nacional. Pero la siembra del pasado germinó en tres divisiones sucesivas: extrema izquierda (MIR), centro-izquierda (ARS) e izquierda populista (MEP).
AD superó las tres divisiones porque tenía líderes que supieron manejar las crisis: Betancourt y Leoni, demostrando que su partido había entrado en la madurez.
4.- La crisis por insensatez que va desde 1974 hasta 1994. Después de los generales, llegaron los tenientes-coroneles de la segunda generación, quienes cometieron los errores que provocaron la crisis existencial del partido. Dos fueron determinantes: a) populismo extravagante que acostumbró al pueblo al derroche, haciendo imposible que aceptara después un ajuste económico impuesto por quienes, por su tarantera, fueron los culpables de haber llegado a ese extremo; b) CAP y Lusinchi tuvieron sus “barraganas”, término acuñado por su compañero Piñerúa, pero no como el general Gómez que las mantuvo apartadas del poder. Por el contrario, las “barraganas” de los presidentes adecos se adueñaron de su voluntad, valiéndose de ellos para hacer negocios en momentos en que el pueblo estaba ajustándose el cinturón. Llegaron las “barraganas” al extremo de intervenir en los ascensos militares y sobre todo en las compras de armamentos. Su debilidad por la “barragana” socavó las bases de sus gobiernos, lo que culminó en el estallido de un golpe militar que contó con extensa simpatía popular. A Chávez lo trajeron dos vicios adecos: el populismo que desquició la economía y la corrupción descarada que personificaron sus queridas o barraganas.
5.- Senectud
Va desde 1994 hasta el presente, cuando AD se convierte en el partido de los sargentos. “Sargentería” llamó a sus dirigentes de esta etapa mi difunto amigo Manuel Alfredo Rodríguez. Son los burócratas de partido, administradores de bodegas de las cuales viven. Estas bodegas son las seccionales del partido. No hay en ellos un aliento de vida interior o ideología, ni queda en su espíritu nada del elevado de los fundadores. AD es un negocio en bancarrota, rebajado a maquinaria electorera, propiedad privada de quienes se han adueñado de ese partido, en el cual quedaron eliminados la alternabilidad en la dirección y el debate interno.
Destino.
No veo en AD un liderazgo emergente que la salve del cementerio, como lo hizo Alan García con el APRA en Perú. Desde afuera, Ledezma podría intentarlo. Sería un error. AD no tiene futuro porque carece de encanto para las nuevas generaciones. Su caso tiene un antecedente histórico.
El Partido Liberal caracterizó la segunda mitad del siglo XIX. Las largas tiranías de Castro y Gómez lo borraron de la política. AD caracterizó la segunda mitad del siglo XX. Las largas tiranías de Chávez y Maduro van camino de borrarlo de la política. Y en esta tarea lo han ayudado los propios adecos, que se han descalificado con sus ejecutorias. Nadie los quiere. Están en quiebra moral y política.
Serán otros los actores políticos del post-castrocomunismo. Surgirán como surgieron los anteriores.
petitdacosta@gmail.com
EL AUTOR es abogado y magistrado jubilado. Profesor en la Universidad Central de Venezuela 1966-1996 en derecho mercantil y derecho laboral. Exprocurador general de la República. Expresidente de la Federación de Colegios de Abogados de Venezuela