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Burocracia: cáncer social y político #LetrasAlMargen #GustavoLuisCarrera

La grave enfermedad social y política que es la burocracia parece un mal inevitable

Gustavo Luis Carrera                                           

De la palabra francesa «bureau» (que se pronuncia «buró», con la u propia del francés) y que significa escritorio, sale el término «burocracia» en español. De hecho es connotativo de un sentido crítico, negativo, que conduce a su rechazo. Con frecuencia se dice de alguna organización fallida o decadente: «la devoró la burocracia»; significando la consunción por la rutina y la inercia.

SENTIDO DE LA BUROCRACIA. Decir burocracia es referirse a un conjunto de escritorios, o a una cadena de funcionarios (que usan esos escritorios, o ejecutan funciones administrativas escalonadas). La urdimbre que se produce es impenetrable y todopoderosa; teniendo, de hecho, una influencia decisiva en el manejo y el destino de una organización o de un gobierno. El diccionario es directo en su caracterización del término: se refiere al conjunto de normas que establece el sector administrativo de un Estado para resolver un trámite, así como al grupo de personas que cubre esas funciones. Luego añade el sentido despectivo: «Conjunto de trámites dificultosos o lentos que deben realizarse para resolver un asunto administrativo». Habría que añadir que la burocratización es la permanencia de los funcionarios en los cargos más allá de la lógica y la legalidad, ejerciéndolos de manera vitalicia, y hasta hereditaria. No es extraño que, burocratizados, los ministros y altos funcionarios den entrada a familiares, y que gobernantes designen a su sucesor. Podría decirse que burocratizar es eternizar un procedimiento, un cargo o un sistema político. Y el daño social que ello implica, destructivo e inmoral, lo padecen los sufridos pueblos del caso.

EJEMPLO PARADIGMÁTICO. No hay que ir muy lejos en nuestra historia para destacar un ilustrativo caso del efecto desorientador y destructivo de la burocratización en los destinos del país. En efecto, en 1998 el panorama nacional era desconcertante. De un lado, los partidos políticos tradicionales se habían convertido en organizaciones venidas a menos, a causa de la permanencia en su manejo, no de dirigentes, propiamente, sino de burócratas afianzados a cargos que no merecían; secundados por otros burócratas encadenados a igual propósito. Mientras, una administración pública, doliente del mismo mal burocrático, daba una pobre imagen de lo que debía ser un gobierno democrático, progresista y moderno. En los hechos, se configuraba un cuadro de crisis evidente, de cierre de perspectivas. Y ello fue el elemento propicio para que difusores, conscientes o no, de la necesidad de un nuevo orden, cayeran en la trampa del espejismo de una salida falsa, depositando su confianza en un militar; olvidando que el espíritu castrense está conformado para mandar, pero no para gobernar. Esta distorsión ideológica en mentes democráticas se generó por contaminación del cáncer social y político de la burocratización partidista.

SEÑALES DE LA ACTUALIDAD. Se advierte, en los tiempos que corren hoy, un proceso de acartonamiento y de continuismo semejante al que acabamos de caracterizar. En efecto, el empeño de permanecer en cargos y representaciones más allá de lo normal y prudente, sitúa a políticos y dirigentes, tanto del gobierno como de la oposición manifiesta, en la condición de burócratas, empecinados en proseguir en funciones que ya no se corresponden con el devenir histórico del país, requerido de renovación honesta y progresista. El fantasma demoledor del cáncer burocrático se yergue delante del futuro inmediato del país. La duda entre la abstención y la participación electoral, así como el insensible y cómodo acostumbramiento a ser oposición, vulnera la solidez del sector opositor. (Se advierte la presencia del contaminante burocrático). El empecinamiento de un gobierno cada vez más solitario en mantener una administración fracasada que conduce a la ruina total del país, en nombre de postulados seudo socialistas ya desechados por la historia, es muestra de una estulticia derivada de un afán burocrático de permanecer en los cargos por el vicio de mandar y de aprovechar los beneficios personales inherentes al manejo de presupuestos y contratos. (Es evidente la profesionalización burocrática del caso). Siendo obvia que la única forma de vacunarse contra la burocratización es no permitir la eternización de funcionarios y de dirigentes en cargos y posiciones de representación pública; auspiciando, por ende, el cambio renovador.

VÁLVULA: «La grave enfermedad social y política que es la burocracia parece un mal inevitable. Al menos así lo hace pensar su presencia a lo largo de la historia de naciones y pueblos de todo el mundo. Pero, hay una forma de enfrentarla: la renovación de personas y de sistemas. La perpetuación de dirigentes y gobernantes es el mejor auspicio del cáncer burocrático. El cambio, la superación de la administración fracasada y de sus responsables, es el único antídoto antiburocrático».

glcarrera@yahoo.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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