Son depositarios de una extraordinaria riqueza espiritual, destinada a los niños; quienes serán adultos amantes de las tradiciones
Gustavo Luis Carrera
Cuentos que se cuentan espontáneamente en campos y ciudades; que se dicen ante oyentes infantiles -aunque también adultos-; he allí una característica esencial de todos los pueblos del mundo. El cuento es la primera narración, la primera aventura, que oímos y vivimos en la imaginación; es decir: la inicial experiencia anímica en el campo narrativo. Por eso los cuentos tradicionales de un pueblo son algo así como una marca de origen en el alma de una nación.
TRADICIONAL / FOLKLÓRICO. ¿Qué es lo tradicional? Las tradiciones son usos y costumbres que los pueblos conservan y ponen en práctica, a lo largo del tiempo; con ajustes evolutivos naturales de acuerdo a los cambios ambientales, pero respetando el espíritu y el propósito de la tradición. Es una identificación nacional; pertenece a la etopeya de un pueblo. Bueno, eso mismo es lo folklórico. Por eso, por ignorancia, algunos usan mal el término «folklórico» para designar lo superficial y efímero; cuando esta significativa palabra expresa todo lo contrario: permanencia, profundidad, espíritu de un pueblo.
NUESTRO CAUDAL NARRATIVO POPULAR. La narración popular tradicional es espejo donde se contempla el alma de una nación. Esto lo han entendido a cabalidad recolectores y difusores del cuento oral venezolano. Con especial lugar para los relatos apropiados para los niños. Allí surge el sentido relevante de los libros de la destacada investigadora y difusora de la literatura oral tradicional del pueblo venezolano, Pilar Almoina de Carrera, universitaria creadora de la primera cátedra nacional referida a esta literatura. Sus libros «Este era una vez» (Inciba. Caracas. 1968) y «El camino de Tío Conejo» (Ediciones Tricolor. Ministerio de Educación, Caracas. 1970), constituyen un significativo caudal de cuentos tradicionales para niños, en adaptación para la escuela y con sugerencias pedagógicas para los maestros. «Los cuentos que presentamos están adaptados para que sean claramente adecuados al fin al que se destinan. Así, hemos eliminado expresiones impropias o demasiado vagas, repeticiones comunes en la narración oral, contradicciones que a veces se cuelan en estos relatos, y otros elementos anfibológicos o inadecuados. Pero, todo ello tratando de conservar la esencia folklórica, sin traicionar el sabor popular básico; que es lo que da verdadero valor y expresividad al cuento tradicional de nuestro pueblo», advierte la autora, poniendo a salvo la conservación del espíritu profundo de estos relatos tradicionales. Estos libros, sin duda de ostensible originalidad en su momento, permiten tener una idea del vasto panorama del género, con personajes y temas de gran prestigio: diversos cuentos de Tío Conejo y Tío Tigre (Por qué Tío Conejo tiene las orejas largas, Tío Conejo, ladrón de conuco, El «horasquito del monte», Tío Conejo en el entierro de Tío Tigre; y otros) , Juan Cenizo, El pajarito de la patica quebrada, La muchacha y el pez, El pájaro de los siete colores, El burro avispado, Las dos manos de oro, La tortuga y el rey ciego, Onza, Tigre y León; y otros tantos que permanecen en el recuerdo de cada uno de nosotros.
ESENCIA IDENTICADORA NACIONAL. Queremos destacar dos criterios que maneja la autora de estos distinguidos y singulares libros. El primero se refiere a la condición esencial de estos cuentos en tanto representación de un acervo cultural: «El pueblo atesora sus relatos y los ofrece como una dinámica expresión de sus raíces vitales. Buena parte de ellos posee validez infantil: sustentación del alma tierna y de la vastedad de la fantasía. Como es el caso de estos que hemos agrupado en la presente colección». En efecto, el conjunto de los relatos presentados conforma la imagen de una sensibilidad, de un ánima nacional. El segundo criterio se aplica al uso pedagógico de los textos presentados: «Para el maestro, los cuentos folklóricos son inapreciable instrumento de trabajo, sobre todo a partir de una concepción dinámica de la enseñanza. La escuela activa, la escuela suscitadora, y no limitativa, encuentra en el relato tradicional popular una maravillosa fuente de motivaciones temáticas, espirituales y materiales». Y este es un aspecto pragmático y productivo de la aplicación de los cuentos populares a la enseñanza de los niños: es la grandiosa apertura de las puertas de un seductor mundo formativo de símbolos y de representaciones anímicas que permanecerá en la memoria por siempre. ¿Quién no recuerda los cuentos que nos contaban nuestros padres, o alguna persona amiga o empleada de la casa, o algún contador de cuentos, que nunca falta? Estos cuentos son parte de nuestra personalidad espiritual, de nuestra condición humana, de nuestra identidad venezolana.
VÁLVULA: «Los cuentos que el pueblo atesora y comunica, por tradición, constituyen un haber cultural vinculado con la esencia de una nación. Libros que difunden estos relatos son dignos de la mayor consideración y aprecio; como los aquí reseñados. Son depositarios de una extraordinaria riqueza espiritual, destinada a los niños; quienes serán adultos amantes de las tradiciones que reafirman su identidad como pueblo».
EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.