Si la abstención militante se convierte en una práctica recurrente y masiva quizás pueda marcar el inicio de un nuevo eje de insurrección política y militar que liquide al régimen que beneficia a chavistas y falsos opositores
Humberto González Briceño
La destrucción de Venezuela como nación soberana avanza rápidamente en medio de la indiferencia de chavistas y falsos opositores que le siguen dando palos a la piñata de la hacienda pública en un intento desesperado de raspar la olla y agarrar lo que sea. El saqueo que ha perpetrado el chavismo en estos veinte años trata de ser superado por los operadores del interinato quienes en menos tiempo han desfalcado tanto o quizás más que los chavistas en dos décadas. No hay manera de saberlo porque el interinato opera en un limbo legal que no le obliga a rendirle cuentas a nadie.
El chavismo quebró todas las industrias que estaban en manos del estado. Las empresas básicas de Guayana, que fueron orgullo de los gobiernos pre chavistas porque al menos producían suficiente para el ingreso a la hacienda pública y el pago de clientelas sindicales, hoy han sido reducidas a pura chatarra. La industria petrolera en manos del chavismo dejó de ser tal para ser la caja chica del gobierno al punto que hoy es prácticamente inexistente.
Por cierto, es hipócrita culpar exclusivamente a Rafael Ramírez del desastre de PDVSA y tratar de pasar por debajo de la mesa el hecho público y notorio que el operador de marras no solo seguía órdenes directas de Hugo Chávez y además le repartía dinero a los falsos opositores. Ramírez y sus beneficiarios deben pagar las más altas penas que la nueva república pueda fijar por los delitos de corrupción y traición a la patria.
El desmantelamiento de las industrias del estado venezolano es tan solo una parte del desastre económico que golpea a los venezolanos. El régimen chavista y sus inviables políticas económicas solo diseñadas para el narcolavado destruyó el bolívar como signo monetario soberano y nacional. El estado chavista ya va por su tercer ciclo de megadevaluación de la moneda asignando cada vez nombres más ridículos y caricaturescos. Si siguen en el poder vendrán más megadevaluaciones las cuales serán corregidas con el dudoso arte de borrar ceros a los billetes hasta que el colapso definitivo de la economía golpee en forma contundente al único sector que sostiene al régimen que son sus fuerzas armadas.
Como consecuencia del grave colapso económico Venezuela sufre una insalvable crisis social que en forma melódica y eufemística llaman humanitaria. La inseguridad y la ausencia de oportunidades dignas de empleo han obligado a millones de venezolanos a emigrar. Las cifras más conservadoras hablan de más de siete millones de compatriotas que recorren el mundo en busca de las oportunidades que el chavismo y la falsa oposición les negaron en Venezuela.
El modelo político y económico del estado chavista está diseñado para nunca dejar el poder aunque la república agonice o incluso muera. Hace tan solo un par de años la inefable Delcy Rodríguez advertía que primero muertos antes que entregar algún día el poder. Por eso a pesar del indetenible deterioro y desintegración de la nación venezolana el chavismo sigue aferrado y no soltará el poder hasta que sea expulsado por la fuerza, no por las políticas colaboracionistas y acomodaticias de la falsa oposición.
Pero los chavistas no son los únicos empeñados en hacerse ricos con la destrucción de Venezuela. Los falsos opositores también tienen responsabilidad en ese empeño y en el caso de estos operadores es por partida doble. A la falsa oposición le toca la responsabilidad de haber practicado el celestinaje político para aparearse con el régimen chavista a cambio de dádivas y prebendas así como su propia cuota de saqueo y destrucción.
Si el chavismo desmanteló las industrias básicas y acabó con la industria petrolera la falsa oposición no se ha quedado atrás y ya quebró Monómeros. Parafraseando las palabras del economista Francisco Rodríguez, Monómeros sobrevivió a casi dos décadas de la corrupción chavista pero sucumbió en tan solo dos años en manos del interinato corrupto de Juan Guaidó y la falsa oposición. Y la quiebra de Monómeros debe servir de advertencia oportuna que algo igual o peor podría ocurrir si el hamponato interino de Guaidó sigue manejando Citgo.
Al igual que el chavismo quebró PDVSA al hacerla su caja chica sin rendir cuentas los operadores del hamponato interino han usado a Monómeros y Citgo como su pequeño flujo de caja para pagar la campaña mediática de Leopoldo López (quien en realidad maneja el interinato) y las nóminas de las clientelas de Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo.
No hay diferencia entre uno y otro saqueo. Aunque la inmoralidad en la que se amparan los operadores de la falsa oposición los obligue a rezongar que es preferible que los falsos opositores se roben los activos a que lo hagan los chavistas. Este tipo de inmoralidad es la que ha permitido el linchamiento mediático de periodistas y ciudadanos que se han atrevido a denunciar la corrupción campante de la falsa oposición. Hay quienes llegan al extremo de decir que exponer la corrupción política y administrativa del interinato de Juan Guaidó es debilitar a la oposición y hacerle el juego al chavismo.
Para los venezolanos este 21 de noviembre no hay motivos para ir a votar. Las opciones son entre dos facciones que defienden la misma constitución y el mismo régimen político corrupto. Habría que escoger entre los candidatos corruptos del chavismo y los candidatos corruptos de la falsa oposición mientras el zorro de la política criolla Henry Ramos Allup se frota las manos y con cinismo dice: “Vayan a votar porque eso es lo que hay.” Chavismo y falsa oposición serían los beneficiarios del falso dilema de escoger entre el malo y el peor.
Aparte de la corrupción administrativa, que como incurable gangrena se traga a la nación, está quizás el problema más grave aún que es el de la corrupción política. Esto es tener que continuar avalando al estado chavista y su constitución mediante estafas electorales completamente inútiles para salvar a la república y sólo justificadas por la voracidad de chavistas y falsos opositores en seguir parasitando la hacienda pública.
Votar el 21 de Noviembre, y en cualquier otra elección organizada por el estado chavista, es avalar la corrupción administrativa y política que está destruyendo nuestra nación venezolana. No votar equivale a rechazar por igual al chavismo y la falsa oposición. Y si la abstención militante se convierte en una práctica recurrente y masiva quizás pueda marcar el inicio en la construcción de un nuevo eje de insurrección política y militar que liquide a un régimen político que beneficia por igual a chavistas y falsos opositores.-