A la falsa oposición no le queda otra salida que llenar los espacios vacíos de gente con pancartas y aceptar ir mansamente a la farsa electoral del 2024
Humberto González Briceño
El irreparable daño que el chavismo le ha hecho a Venezuela solo podría compararse con el que ha hecho la falsa oposición al dilapidar las posibilidades de derrocar al régimen chavista en estos 20 años. Embarcada en tácticas cortoplacistas, electorales y negociadoras la falsa oposición, a pesar de su retórica altisonante, se ha convertido en el mejor socio para sostener al chavismo en el poder. Esa política basada en la improvisación y los arrebatos hormonales ha anulado a la falsa oposición como alternativa política frente al chavismo y es una de las principales razones para que mucha gente haya perdido la esperanza y, en consecuencia, abandonado el país que hoy sucumbe entre chavistas y falsos opositores.
De esas jornadas de lucha que llevaron a millones de personas a las calles para enfrentar al régimen de Hugo Chávez en sus primeros años, hoy no queda nada. Tampoco queda nada de las protestas heroicas e ingenuas de los jóvenes en el 2014-2017 intentando tumbar al régimen con piedras y escudos de cartón. Estas protestas fueron definidas en los conciliábulos falso opositores como “calentar la calle” en un paso previo para ir a negociar prebendas con el régimen chavista. Cada una de estas jornadas fue vendida y traicionada para ofrendarle pruebas irrefutables de lealtad al régimen chavistas. En el camino quedó una larga y sangrienta estela de amargura y frustración ante la canallada.
Los militares que creyeron en la falsa oposición y les confiaron sus planes para coordinar “sacar el pueblo a la calle” también pagaron bien cara su ingenuidad. Muchos de ellos traicionados, terminaron asesinados y torturados en las cárceles del régimen sin que los nombres de estos últimos hayan sido incluidos en las negociaciones entre el chavismo y la falsa oposición de los presos políticos que hay que liberar. Para la falsa oposición no existen los presos políticos militares porque tan solo mencionar sus nombres en la mesa de negociaciones ofendería al chavismo y eso es algo que la política del apareamiento supino no puede tolerar.
Frente al asalto del chavismo imponiendo a sangre y fuego su Estado al resto de los venezolanos la respuesta de la falsa oposición siempre ha sido una política de concesiones que pretende sacar al chavismo del poder conviviendo con él y sometiéndose a sus viciadas normas. Así fueron traicionadas todas las protestas en la calle y las primeras elecciones en la era chavista cuyo único merito fue movilizar públicamente a la gente para votar en un proceso fraudulento aunque a la final nunca haya existido la voluntad de defender el resultado sino de mandar a la gente a sus casas o a una terapia de baile.
Las traiciones de la falsa oposición han sido tantas y tan frecuentes que han refinado la práctica hasta convertirla en un sistema que más o menos opera así: Promover protestas de calle estridentes para mostrar que tienen “capacidad de convocatoria”, luego con ese aval de la calle se sientan a negociar condiciones electorales con el chavismo para finalmente participar en elecciones fraudulentas donde poco importan las garantías porque lo que vale son las adjudicaciones que ya han sido previamente negociadas. Y así se pasa a la siguiente ronda y a la que viene después de esa repitiendo el proceso una y otra vez. Lo único que cambia es el empaque con el que se nos ofrece el veneno: MUD, Unidad, Frente Amplio, etc.
Es lógico que luego de veinte años los venezolanos identifiquen con facilidad este patrón de conducta que ejerce la falsa oposición. Y este es el tipo de reflexión que no deja a la gente en una posición neutra porque una vez que se entiende el juego diabólico en el que nos ha embarcado la falsa oposición hay que hacer algo aunque ese algo sea abandonar el país, no votar o no volver jamás a ninguna protesta convocada por la falsa oposición. Conociendo de antemano lo que hará la falsa oposición a los venezolanos, por los momentos, solo nos queda el recurso de refugiarnos en el escepticismo militante para no hacerle el juego a los culpables de que el chavismo se haya entronizado y hoy siga en el poder.
Y eso es precisamente lo que ha venido ocurriendo a lo largo de estos años. Desafiando el chantaje propagandístico de la falsa oposición cada día son más los venezolanos que no votan y menos los que atienden a las marchas aunque los acusen de ayudar al chavismo con su conducta. Esta parte de la actividad política, votar y desfilar, ha quedado reservada a los minúsculos grupos de clientelas partidistas, llamados activistas, que viven de parasitar directamente al estado chavista o al interinato de Juan Guaidó.
La falsa oposición desconectada completamente de la realidad se pregunta por qué la gente no participa en las marchas. Y la respuesta es sencillamente porque la gente se cansó, no de protestar, sino de la estafa continuada y descarada de los falsos opositores. Por eso cuando el chavismo impuso sus condiciones en el último fraude electoral y cuando canceló de plano la convocatoria del referéndum revocatorio nadie salió a la calle a protestar. De la misma manera las marchas que desesperadamente quiere convocar la falsa oposición y la petición misma de un adelanto de elecciones presidenciales son tácticas que intentan lavarle la cara pero que están irreversiblemente condenadas al fracaso.
A la falsa oposición no le queda otra salida que llenar los espacios vacíos de gente con pancartas y aceptar ir mansamente a la farsa electoral del 2024. Los venezolanos no volverán más a las calles, ni siquiera a votar, convocados por quienes negocian eternamente con el chavismo. No importa el tiempo que pase, la próxima vez que los venezolanos tomen las calles será para una movilización insurreccional que derroque en forma definitiva al régimen chavista.