Lo apropiado y lógico es decir: el gobierno ruso invade Ucrania, no Rusia invade Ucrania. No es justo hacer caer sobre un pueblo la sangrienta responsabilidad de una guerra.
Gustavo Luis Carrera
La identificación de un país está en él mismo, en la colectividad que lo conforma. Pero, en la práctica hay la tendencia a igualarlo con quien cumple las funciones de su gobierno, ya sea en democracia o por vía autocrática. Pero, ¿es posible que una administración pública, de hecho pasajera, pueda pasar a tomar para sí la compleja y múltiple personalidad de un país, de una sociedad íntegra, que es permanente?
UN PAÍS. En la percepción inmediata, un país aparece como la delimitación de un territorio en un mapa. Allí se señalan sus fronteras, como diseño que lo separa y diferencia de otros. Y este dibujo es la representación esquemática de un vasto conglomerado humano, donde no sólo se integran las personalidades individuales de sus habitantes, sino inclusive la existencia, interna, de varias naciones. En el caso de Rusia, el país más grande del mundo, con diecisiete millones de kilómetros cuadrados, se ha creado la denominada Federación Rusa, que suma pequeñas repúblicas y regiones autónomas, inclusive con la incorporación reciente de la península de Crimea, originalmente parte de Ucrania, que estratégicamente separa el Mar Negro del Mar de Azov. Este enorme país agrupa más de ciento cincuenta millones de habitantes, de los cuales se calcula que un ochenta por ciento son rusos.
UN GOBIERNO. La colectividad humana de un país es sometida a la conducción administrativa y política de un gobierno, que puede resultar de una elección, en una democracia, o del ejercicio de la fuerza, en una dictadura. De hecho, en la práctica, el llamado presidente o jefe de gobierno, dotado legalmente de facultades determinadas, se excede en su mando a través de decretos y resoluciones leguleyas, que abogados asalariados le fabrican. Y en el caso de regímenes dictatoriales esta capacidad extra de dar órdenes absolutas, sin rendir cuentas a nadie, se convierte en el sistema habitual. Rusia, país que nunca ha conocido una auténtica y honesta democracia, sigue sometida a la voluntad unipersonal de un mandón ejecutivo, Vladimir Putin. Pero, él representa un gobierno, no un país, que no ha sido consultado sobre si estaba de acuerdo en iniciar una invasión a un territorio vecino, generando una acción de guerra de pronósticos incalculables.
RESPONSABILIDAD HISTÓRICA. En el terreno de los hechos, cuando un gobierno entra en una conflagración bélica, sin consultar al pueblo correspondiente, está asumiendo, per se, la responsabilidad de su sangrienta aventura. Como quiera que se mire, esta es la realidad. ¿Quién declara la guerra?, el jefe del Estado. ¿Quién toma la decisión de imponer el régimen de la muerte para conciudadanos y extranjeros?, el jefe del Estado. El país que aparece como agresor, que recibe el apóstrofe de invasor y de mortal destructor, no ha sido consultado en forma alguna. Inclusive, en el caso actual de Rusia, ha circulado la información de grupos de ciudadanos rusos que protestan públicamente en contra de esta guerra; asumiendo ellos las consecuencias de parte de un régimen autocrático que, por la vía del voto manipulado, lleva veintidós años en el poder, detrás de la figura de un mismo jefe, que no duda en encarcelar y enjuiciar a todo el que manifieste su rechazo a una guerra, que además, se emprende contra un pueblo con el cual se han tenido tradicionales vínculos históricos. Lo apropiado y lógico es decir: el gobierno ruso invade Ucrania, no Rusia invade Ucrania. No es justo hacer caer sobre un pueblo la sangrienta responsabilidad de una guerra, cuando proviene de la ansiedad imperialista de un gobierno y de su eterno jerarca, Vladimir Putin. Son los verdaderos responsables, y así les será reclamado por la historia.
VÁLVULA: «Los jefes de Estado son representantes de una colectividad, pero no son el pueblo mismo. Con frecuencia van arrogándose funciones y autoridades que comprometen gravemente a todo un país; convirtiéndose, de manera progresiva, en dictadores, que se creen encarnación del territorio. Y se tiende, erróneamente, a identificar el país, que es una estructura permanente, con el gobierno, que es una administración temporal y personalista. Como sucede actualmente con Rusia y el régimen que padece, el cual actúa bajo la guía de la añoranza de un antiguo imperialismo».
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