“Su ánimo rebelde es una necesidad existencial; por ello, para todo gobierno, es de absoluta inutilidad intentar domeñar este espíritu insumiso”
Gustavo Luis Carrera
Las primeras Universidades, surgidas en la Edad Media en Italia y Francia, ya disfrutaban de un cierto grado de autonomía. Después del ámbito cerrado de los conventos, propio para el estudio y la interpretación de los textos religiosos, la nueva fase de expansión y difusión de los saberes científicos y humanísticos, corresponderá al territorio técnico y filosófico universitario. Y quedó muy en claro que estos centros del saber, por fuerza, debían ejercer el control material y espiritual de su dominio. Es decir, que Universidad y Autonomía son supuestos mutuos, implicaciones esenciales.
AUTONOMÍA Y REBELDÍA. La perspectiva del libre desarrollo de los saberes científicos y de las ideas conceptuales se hermana con una actitud indócil, no sometida a patrones de razonamiento y a cartabones ideológicos. Es decir, una conciencia, razonada y razonable, de rebeldía ante el statu quo, ante lo establecido. Pero, no es una rebeldía automática o prejuiciada, ni mucho menos derivada de una posición filosófica o política; es la esencia de la dinámica de la modernidad, de la actualización del conocimiento, que sólo es dable en un entorno de absoluta autonomía. Este sustrato emancipado, indómito, anima a la comunidad universitaria, y alcanza su máxima e incorruptible expresión en el estudiantado, la fuerza más dinámica y revulsiva de toda Alma Mater. Como se comprueba, sobradamente, en cada una de las Universidades nacionales. Y seguramente en la generalidad de las instituciones universitarias del mundo.
LA MODERNA Y AUTÓNOMA UNIVERSIDAD VENEZOLANA. Puede considerarse que la nueva y moderna Universidad surge en Venezuela en 1958, año en que se sanciona la Ley de Universidades, que reconoce la autonomía universitaria plena (artículo 9). A nosotros nos correspondió formar parte de la generación que impulsó la creación y la consolidación de la nueva UCV. Veníamos con una licenciatura de la Universidad Nacional Autónoma de México, que revalidamos; pasando a formar parte del cuerpo profesoral. Se creó entonces la Asociación de Profesores de la Universidad Central de Venezuela. Se estableció el rigor académico que exigió la presentación de un trabajo investigativo, además de los años de antigüedad, para ascender en el escalafón. Se privilegió la libertad de cátedra. Principios funcionales meritocráticos que ninguna autoridad universitaria, en sus distintos niveles, cualquiera que fuera su posición política o doctrinaria personal, desconoció alguna vez. Esa fue la esencia de la moderna y autónoma Universidad venezolana, en sus personificaciones en las diversas regiones del país. Nació, en 1958, en nuestro país, la renovada Universidad, creando una inigualable atmósfera de modernidad y de libertad de pensamiento difícilmente igualada en otras Universidades a nivel internacional.
EL INÚTIL EMPEÑO OFICIAL DOMINANTE. La singularidad libérrima del espíritu universitario es característica relevante. A mediados del XIX, es decir hace bastante más de siglo y medio, decía Andrés Bello que la única manera de desconocer el lugar que ocupa la Universidad entre las instituciones sociales es someterla a un enfoque moral o a un enfoque político; es decir, sacándola de su naturaleza científica y humanística. Esta autonomía funcional, esta independencia de pensamiento, esta rebeldía intelectual de las Universidades, incomoda a los gobiernos, deseosos de imponerles sus convicciones y sus estructuras políticas; obsesión que se hace particularmente traumática en los sistemas autocráticos. No hay que ir muy lejos para constatar ejemplos de nuestra aseveración. Los gobiernos democráticos, en nuestro país, terminaron por aceptar, contra su voluntad, que las Universidades son indomables, por su espíritu autónomo, progresista, científico y humanístico. Solamente en 1969, durante el primer mandato de Rafael Caldera, la Universidad Central de Venezuela fue allanada, en una operación con aparatoso despliegue militar; aunque posteriormente la institución recuperó su autonomía. En las dictaduras de Juan Vicente Gómez y de Marcos Pérez Jiménez, las Universidades fueron cerradas o reducidas al mínimo en su funcionamiento. Ahora, en la actualidad, vemos de nuevo el empeño oficial de dominar las Universidades. Olvidan que es tarea inútil, reaccionaria e incivilizada. Pero, sobre todo, destacamos el primer señalamiento: la inutilidad de un empeño inalcanzable. La obsesión de los gobiernos de dominar las Universidades es una aspiración tan imposible como estólida.
VÁLVULA: «La Universidad surge como un centro autónomo de cultivo del saber científico y humanístico. Su índole investigativa y contestaría la hace eminentemente rebelde, opuesta a doctrinas imperantes y a sistemas de pensamiento impuestos por la fuerza de las armas o de las circunstancias políticas. Su ánimo rebelde es una necesidad existencial; por ello, para todo gobierno, es de absoluta inutilidad intentar domeñar este espíritu insumiso, que es inherente a su esencia libertaria».
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