Cada vez es más difícil encontrar dentro del chavismo maduristas químicamente puros que no acaricien la idea de sacrificar a Maduro y su camarilla para salvar el legado de Chávez y su proyecto.
Humberto González Briceño
El retardo en la designación de los magistrado del Tribunal Supremo de Justicia chavista tiene que ver con la luchas intestinas que se libra dentro del estado chavista y los justificados temores de Nicolás Maduro de ser desalojado del poder por su propia gente. En realidad el telón de fondo de esta crisis del chavismo es resolver en algún momento y de alguna manera la sucesión de la sucesión dentro del Estado Chavista.
Más allá de su retórica populista adornada con triunfos electorales fraudulentos Hugo Chávez en vida dio pasos concretos para eternizarse en el poder. De haber continuado con vida el chavismo habría hecho cualquier maroma jurídica dentro de su propia pseudo legalidad para justificar la reelección de Hugo Chávez ad infinitum. Este ha sido el camino escogido por tiranos como Hugo Chávez y Fidel Castro para quienes su supervivencia física y la de sus planes políticos dependen de seguir controlando los hilos del poder. En otras palabras, la vitalidad de su proyecto político está atada a la racionalidad de morir aferrado a una posición de autoridad suficiente que garantice inmunidades para sí mismo, su familia y su camarilla frente a previsibles venganzas y pases de factura.
En el caso de Chávez el hecho sobrevenido de su enfermedad diagnosticada como fatal puso al Comandante en la difícil situación de aún en vida tener que escoger a su sucesor. Podemos especular sobre las razones que tuvo Chávez para escoger a Nicolás Maduro y no a Diosdado Cabello o a su hermano Adán Chávez, pero la tarea sería poco útil para explicar la coyuntura de hoy. Lo que sí podemos hacer es tratar de reconstruir la visión pragmática que tuvo Hugo Chávez para darle continuidad a su proyecto partiendo de la propia selección de Nicolás Maduro como su sucesor y del posicionamiento de este en los últimos años como la cabeza visible y, al menos públicamente, indiscutida del Estado chavista.
Por supuesto a la hora de juzgar al régimen chavista no vamos a justificar las políticas y medidas de Hugo Chávez, pero sin duda hay una gran diferencia entre el gobierno de Hugo Chávez y el de Nicolás Maduro. A pesar de estar sometidos ambos a la misma presión internacional Chávez logró mantener a flote la economía y la industria petrolera a diferencia de Maduro que gobierna sobre las ruinas de un país destrozado cuyas miserias afectan a su propia clientela chavista de civiles y militares. Sin duda, la Venezuela de Nicolás Maduro sucumbe y es peor que la de Chávez. La decisión de Chávez de dejar a Maduro como su sucesor ha sido devastadora para Venezuela.
Sin embargo, los más de ocho años de Maduro en el poder demuestran que la pragmática decisión de Chávez fue prudente y acertada para darle continuidad política y administrativa a su gobierno y a su Estado chavista prefigurado en la Constitución de 1999. Definitivamente la selección de Nicolás Maduro no fue buena para Venezuela y quizás tampoco lo haya sido para el proyecto ideológico socialista de Chávez que fue cancelado por Maduro para dar paso a una política de Bodegones, dolarización de la economía, discursos duros contra los EEUU mientras hace concesiones a las petroleras norteamericanas, procreación de bolichicos y boliburgueses, etc. Habría que imaginarse a un Hugo Chávez blandiendo las banderitas de Venezuela y los Estados Unidos o celebrando con orgullo patriótico que el dólar es la moneda de circulación nacional, no el bolívar que fue literalmente destruido por las nefastas políticas del Estado chavista, hoy dirigido por Maduro.
La Venezuela de Maduro no se parece a la Venezuela socialista que predicó Hugo Chávez. Esta es una Venezuela semi destruida por la devastadora cohabitación del liberalismo económico más salvaje y el capitalismo de estado más hipercorrupto. Solo esto explica el dramático contraste entre unos venezolanos que pueden acceder a la economía dolarizada para disfrutar exquisiteces y carros importados con la otra Venezuela miserable que tiene que escarbar en la basura para encontrar comida. En el medio, como una zona de tolerancia o más bien de transición, están las clientelas de los partidos, incluida la chavista, que viven de parasitar la actividad política y luchan desesperadamente para encontrar un lugar en la burbuja dolarizada y huir despavoridamente de las miserias que aplastan a la mayoría.
Aunque el gobierno de Maduro justifica sus políticas con retórica socialista y frecuentes invocaciones a Chávez quizás no haya nada más antichavista que la fase madurista del Estado chavista. Muchos de los llamados chavistas originarios quizás vieron este desenganche al comienzo del gobierno de Nicolás Maduro y se alejaron, luego serían perseguidos. Desde entonces el gobierno de Nicolás Maduro ha sido una carrera permanente para que los propios chavistas no lo saquen del poder. Su alianza con Vladimir Padrino López le ha permitido controlar a una Fuerza Armada que no lo quiere, ni lo respeta. La conformación de la macolla del Estado chavista con los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez le ha facilitado la burocracia para controlar todos las instancias del gobierno y desde allí al PSUV. Diosdado Cabello, cuya promoción militar y fichas políticas han sido neutralizadas, no figura en ninguna combinación porque es el adversario interno a destruir.
Culturalmente la clientela y los operadores chavistas son contestones y resabiados. Muchos tienen su propia interpretación de la idea de “poder popular’. Mientras el Estado Chavista y más específicamente el gobierno de Maduro tenga el poder para mantener a raya a estos grupos civiles y militares no es previsible un cambio o un relevo en la Presidencia. Sin embargo, cada cierto tiempo este es un tema que regresa a los mentideros del chavismo. ¿Será Maduro el candidato del PSUV en 2024? ¿Hasta cuándo se quedará en el poder? ¿Podrá escoger a su sucesor? ¿Quién? ¿Qué hacer con él si sale del poder?
La sucesión de la sucesión es un tema inevitable e ineludible para los chavistas hoy, mañana, en el 2024 o en el 2030. Ese es el asunto que la macolla del régimen (Maduro y los hermanos Rodríguez) tiene que resolver para encontrar dentro del chavismo operadores fieles, “patria o muerte”, a la hora de designar magistrados del TSJ o Generales en el Alto Mando militar o el CEOFANB. Y es que cada vez es más difícil encontrar dentro del chavismo maduristas químicamente puros que no acaricien la idea de sacrificar a Maduro y su camarilla para salvar el legado de Chávez y su proyecto.