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Colombia entre Petro y los que se parecen a Petro I Opinión I Humberto González Briceño

El candidato Fico, de la supuesta derecha, se ve obligado a postular la misma política solo por populismo para tratar de atraer votos de la izquierda que le permitan ganar.

Humberto González Briceño

            Más que una sana envidia los venezolanos de bien sentimos una profunda admiración y respeto por el pueblo colombiano que en las últimas décadas ha logrado derrotar al narcotráfico y la guerrilla al tiempo de preservar la integridad de la nación colombiana y sus  valores fundamentales. Lo vemos con admiración sobre todo cuando valoramos que los venezolanos hemos fracasado en ese mismo empeño al dejar caer a Venezuela en manos del chavismo. Sin embargo, Colombia parece no ser inmune al virus disolvente de estados y naciones que hoy recorre el mundo disfrazado de ideologías llamadas progresistas que en muchos casos son asociadas a las ideas de una supuesta izquierda que nosotros preferimos llamar como izquierda indefinida.

            Los enemigos de la nación colombiana que fueron derrotados y reducidos en sus propósitos hoy regresan infiltrados dentro de la propia institucionalidad del Estado colombiano. Estos buscan ahora permear al Estado con políticas de ambigüedad y tolerancia frente a temas fundamentales tales como la defensa de la familia, de la vida, de la propiedad privada y la integridad territorial frente a grupos guerrilleros que han sabido sacarle partido a negociaciones que les permitan una representación que la sociedad con justicia les había negado.

            Las elecciones presidenciales en Colombia de este 29 de mayo nos presentan un cuadro político con todas las contradicciones propias del Estado de partidos. Comenzando por la insuficiente e inútil clasificación de las opciones políticas entre izquierda, centro y derecha pasando por un sistema político que en aras de ser democrático es débil por naturaleza para defenderse de sus enemigos que ya operan desde adentro apostando a su implosión. Un proceso muy parecido, salvando las distancias y particularidades históricas, al que vivió Venezuela en 1998.

            Hablar de izquierda, centro y derecha en Colombia sin darle contenidos concretos a estas etiquetas solo contribuye a la confusión de un electorado que es obligado por las corporaciones mediáticas locales a escoger entre opciones muy parecidas unas a otras donde el factor distintivo termina siendo algo tan volátil y superficial como la personalidad o el carisma del candidato.

            Tomemos como ejemplo las opciones presidenciales de Gustavo Petro y Fico Gutiérrez, identificados el primero con la izquierda y el segundo con la derecha según los medios de comunicación colombianos. En un tema fundamental como es la política del Estado colombiano frente a la guerrilla ambos candidatos coinciden en proponer negociaciones como vía para vencer a estos grupos y lograr la paz. Ambos candidatos, por razones distintas, reniegan del éxito del estado colombiano y su ejército en más de tres décadas de combate a la guerrilla y al narcotráfico. La victoria militar del Estado colombiano sobre la guerrilla y el narcotráfico es la que facilita la política de acuerdos de paz y negociaciones, totalmente innecesarias porque estos grupos ya habían sido vencidos y lo que procedía era someterlos a las leyes vigentes más no convertirlos en receptores de dádivas burocráticas en el seno del Estado colombiano.

            Mientras Petro tiene muy claro que su política de acuerdos con grupos guerrilleros y ex guerrilleros busca un objetivo de largo plazo que es insertarlos en las instituciones del Estado colombiano, el candidato Fico de la supuesta derecha se ve obligado a postular la misma política solo por populismo para tratar de atraer votos de la izquierda que le permitan ganar. Este es uno de los vicios propios del Estado de partidos. Con el objetivo inmediato de ganar una elección los candidatos terminan diciendo no lo que realmente piensan o lo que conviene a la nación sino lo que ellos creen que la gente quiere escuchar. Esto nos presenta un elenco de candidatos al cual habría que yuxtaponer etiquetas de izquierda, centro izquierda, centro, centro centro, centro derecha, derecha y hasta ultraderecha. Los medios de comunicación en Colombia han hecho fiesta con estas denominaciones en lugar de evaluar el contenido de las opciones políticas desde la óptica de lo que conviene a la nación colombiana y de ser necesario hasta podría admitir que ninguna de esas opciones estarían representando a una gran cantidad de colombianos dispuestos a votar en blanco y que las empresas encuestadoras controladas por los medios ubican en un 13%.

            Según las encuestas Gustavo Petro pareciera perfilarse como el ganador en la primera vuelta de este 29 de mayo. Este candidato de la izquierda con apoyos del partido de la FARC y toda suerte de movimientos con ideologías disolventes del Estado colombiano también ha logrado convertirse en un candidato potable para poderosos grupos financieros que están ayudando esta candidatura posicionándola como aceptable para Colombia. Aunque Petro por razones pragmáticas se ha desmarcado del régimen de Nicolás Maduro encontramos grandes similitudes con Hugo Chávez en sus tácticas para tomar el poder diciéndole a cada sector lo que quiere escuchar y cosechando apoyos de fuerzas sociales con intereses contradictorios.

            La respuesta de la supuesta derecha colombiana es llamar a votar por cualquier opción en contra de Petro no importa que en el examen estas terminan pareciéndose a la del candidato del llamado Pacto Histórico. En lugar de construir una propuesta inspirada en la defensa de la nación colombiana, sus valores, la familia, la propiedad y el territorio estos autodenominados grupos de derecha han optado por desdibujarse para tratar de parecerse a Petro y atraer votos. Y si las opciones presentadas a Colombia para este 29 de mayo son entre Petro y los candidatos que quieren parecerse a Petro para nada debería extrañar que el ganador fuese Gustavo Petro.

@humbertotweets

EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.

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